Europa

Deriva autoritaria

Erdogan convierte a Turquía en el enfermo de Europa

El presidente turco se abona a la teoría de la conspiración y se presenta como ganador en la crisis de los embajadores, mientras esconde que su injerencia para paliar la inflación ha destrozado la lira

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, durante la cumbre del G-20 celebrada el pasado fin de semana en Roma
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, durante la cumbre del G-20 celebrada el pasado fin de semana en RomaRICCARDO ANTIMIANIEFE

En un movimiento concebido por analistas y opositores como una cortina de humo para tapar la rampante inestabilidad económica en Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan declaró como “persona non grata” a diez embajadores occidentales en Ankara como los de EE UU, Alemania o Francia. Dicha catalogación supone el paso previo a la retirada de los diplomáticos, cuyo cese debería ser comunicado formalmente.

La tormenta se desató tras el envío de una carta por parte de los diez embajadores exigiendo la liberación del filántropo Osman Kavala. Fue encarcelado sin presentarse cargos por su presunto involucramiento en el golpe de Estado fallido de 2016, en que una facción de las fuerzas armadas trató de arrebatar el poder a Erdogan. Entonces, 300 personas murieron, más de 2.000 resultaron heridas y decenas de miles de soldados, jueces o profesores fueron arrestados e inhabilitados por su supuesta lealtad al empresario expatriado Fethullah Gülen, a quién se culpó de planear el levantamiento.

Los embajadores enviaron la carta el pasado martes, en el cuarto aniversario del arresto de Kavala, a quien en 2013 ya se inculpó por financiar y organizar las protestas antigubernamentales en la plaza Taksim. En la misiva, destacaban que las irregularidades del caso “esparcen una sombra sobre el respeto a la democracia, el imperio de la ley y la transparencia del sistema judicial turco”.

Durante décadas, Kavala utilizó su fortuna para impulsar el desarrollo de la sociedad civil turca, y es considerado una figura clave en la democratización del país tras el golpe de Estado de 1980. Grupos de derechos humanos condenan su encarcelamiento, y alentaron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) a iniciar un procedimiento contra Turquía, lo que podría conllevar su expulsión del organismo.

Erdogan concibe el envío de la carta como un ataque a la independencia de su país, y ha abierto una crisis diplomática sin precedentes con aliados históricos en Occidente. En un mitin con miles de simpatizantes en Eskisehir, declaró que “di la instrucción inmediata de declarar persona non grata a estos diez embajadores”. Por ahora, los países occidentales involucrados no han entrado al barro, en lo que consideran un intento del líder turco de involucrarles en sus líos internos.

Según el “New York Times”, la Administración Biden fue quien lideró la iniciativa, acorde a la extendida política de la Casa Blanca de denunciar públicamente a Estados que cometen violaciones de los derechos humanos. En los últimos años, Erdogan mantuvo férreas disputas con Washington, principalmente por su apoyo a una facción kurda al norte de Siria catalogada como grupo terrorista por Turquía.

Devaluación de la lira turca

La agresiva respuesta a la carta de los diplomáticos turcos se percibe como un intento de reforzar la cuestionada figura de Erdogan –cuya popularidad está bajo mínimos históricos-, y de desviar la atención acerca de la caída de la lira turca, que se ha disparado hasta un 20%. Como remedio, el presidente turco ordenó al Banco Central del país rebajar el tipo de interés dos puntos, con una bajada total que alcanza ya el 16%. “Pretende así abaratar los créditos y reforzar la economía interna, pero es una simplificación del gran problema que supone la inflación. Con las medidas adoptadas, la lira se seguirá inflando, la población cambiará sus ahorros a dólares, y los inversores extranjeros abandonarán el país”, vaticinó Erdal Yalcin, profesor en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Constanza (Alemania), en declaraciones a la cadena Deutsche Welle.

Yalcin considera que el Gobierno está aislado políticamente, distanciado de la sociedad y sin planes para lidiar con el descrédito popular. “Pretende impulsar la narrativa de que fuerzas extranjeras están tratando de dañar la economía, mientras se crea un círculo vicioso. Exportar productos será más barato, pero Turquía importa muchísimo en energía o el sector agroalimentario”.

Esta semana la lira marcó otro récord histórico negativo, al perder un 6% de su valor frente al euro. En lo que va de año, ha perdido un 20% de su valor respecto al dólar, lo que ha provocado un efecto dominó en la economía interna. Ante este panorama, los inversores dudan si mantener sus acciones en una divisa cuyo valor es impredecible.

Tras la destitución de tres gobernadores del Banco Central en apenas dos años y medio, la oposición y las empresas extranjeras claman ante la falta de independencia de la institución. Kemal Kilicdaroglu, líder del Partido Popular Republicano, considera que Erdogan “está llevando el país hacia la hambruna”, y que sus acciones suponen “una traición a la nación”.

En los mercados callejeros y establecimientos, los carteles de los precios rotan casi diariamente. Un comerciante de Estambul contó aAl Yaziraque “la gente está comprando grandes cantidades, porque saben que los productos serán más caros la próxima semana”. Los jubilados se mostraban muy preocupados ante la incertidumbre de mantener su sustento de vida, y una joven afirmó que “no puedo comprar ni una coca-cola porque sube constantemente, por el incremento del valor del dólar frente a la lira”. En la mayoría del país, los alquileres se han disparado hasta un 50%, y quienes cobran el salario mínimo de unas 3.500 liras (378 dólares) difícilmente llegan a fin de mes.