Reino Unido
Johnson anuncia restricciones en medio de las críticas por sus fiestas navideñas y la multa por la reforma de su piso
El Gobierno trasladará a la Policía los resultados de su investigación interna si encuentra «evidencias de potenciales ofensas criminales»
Boris Johnson se convirtió este jueves en padre de una niña. Se trata del segundo hijo en común con su tercera esposa Carrie. Pero en total son ya siete hijos para él. Debería ser motivo de celebración. Pero el líder «tory» apenas lo está pudiendo disfrutar porque se encuentra en la peor crisis política desde que llegó a Downing Street hace dos años.
La polémica sobre la fiesta celebrada el año pasado en la residencia oficial en plenas restricciones por covid no para de crecer. Es una bola de nieve que cada momento aumenta y amenaza con aplastar por completo al «premier». Según «The Times», no fueron ni una ni dos, sino hasta siete fiestas las que tuvieron lugar entre noviembre y diciembre del año pasado en el Número 10, diferentes ministerios e incluso la sede «tory».
Michael Ellis, ministro de Gabinete, anunció ayer en la Cámara de los Comunes que si la investigación interna que se ha abierto al respecto encuentra «evidencias de potenciales ofensas criminales» el asunto será derivado a la Policía.
En medio de la polémica que ha hecho que su popularidad esté por los suelos, Johnson anunció nuevas restricciones para hacer frente al Ómicron. Desde hace días había rumores sobre la posibilidad de que se implantara el «plan B» –que incluye pasaporte covid para entrar en los sitios de ocio y la recomendación de trabajar desde casa– porque los casos positivos se están doblando cada entre dos y tres días.
Sin embargo, anunciarlo justo ahora se ha tachado de oportunismo para desviar la atención. Pura cortina de humo. Las restricciones además han creado gran división en el Gabinete y alrededor de 40 «tories» amenazan con rebelarse cuando las medidas se voten en Westminster.
Por su parte, los periódicos se mofan del aparente doble rasero. El «Daily Telegraph», biblia conservadora, titulaba ayer en portada: «No vayas a trabajar, pero ve a las fiestas». Desde este viernes en Inglaterra, donde ya hay que llevar mascarilla en las tiendas y el transporte público, será obligatorio cubrirse la nariz y la boca en lugares públicos cerrados, así como la presentación de un pasaporte de vacunación para entrar en clubes nocturnos o espectáculos masivos, en tanto que se recomienda teletrabajar.
Según los comentaristas, el ministro de Economía, Rishi Sunak, expresó su inquietud por el impacto económico de las medidas, mientras que la titular de Exteriores, Liz Truss, estaría también incómoda con las nuevas directrices. Ambos son los dos nombres que más suenan como futuros sucesores de Johnson. Entre los diputados conservadores sin cartera, el descontento no hace más que aumentar.
El parlamentario Marcus Fysh calificó de «absoluta vergüenza» las restricciones, especialmente por la exigencia de los pasaportes covid, que consideró que supone un «ataque» a la libertad personal. Para el diputado conservador John Redwood, antiguo ministro para Gales, el Gobierno debería repensar la decisión y dijo que el «plan B» «no tiene sentido» y es «claramente contradictorio». El enfado en las filas conservadoras fue evidente cuando el diputado William Wragg le gritó al ministro de Sanidad, Sajid Javid, «¡Dimite!» mientras comunicaba a la Cámara de los Comunes la entrada en vigor de las restricciones.
Por si no fuera ya poco el caos, el Partido Conservador fue ayer multado con 17.800 libras (20.743 euros) por no declarar un donativo que se utilizó para pagar la reforma de la residencia oficial del «premier».
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