Acuerdo

Bélgica abandonará la energía nuclear en 2025

El país no descarta dar marcha atrás en sus planes si peligra el suministro

Barriles de desechos nucleares frente a una central nuclear
Barriles de desechos nucleares frente a una central nuclearFRANK LEONHARDTEFE

El Gobierno federal de Bélgica anunció ayer un acuerdo para mantener, tal y como estaba previsto, el cierre de sus siete reactores nucleares en 2025, pero a cambio de abrir la puerta a seguir utilizando la energía atómica ante el peligro de desabastecimiento. El acuerdo incluso contempla la utilización de 100 millones de euros para reactores de nueva generación, si fuera necesario. Como modo de evitar una crisis de suministro, el país había decidido construir dos nuevas centrales de gas para suplir el apagón nuclear. Aunque esta iniciativa ya contaba con la bendición del Ejecutivo comunitario, este plan hubo de enfrentarse a las reticencias de los liberales francófonos que no veían sentido a aumentar la dependencia del gas en un momento de fuerte alza de los precios que está encareciendo las facturas de hogares y empresas belgas. Además, los nacionalistas flamencos de Nueva Alianza también acabaron oponiéndose a la construcción de una de estas centrales, en Vilvoorde, lo que hizo que finalmente la empresa Engie no pudiera obtener la licencia para comenzar a construir.

Ante este difícil rompecabezas, este tema ha ocupado todas las portadas de los medios durante los últimos meses ya que no sólo ejemplifica las divisiones ideológicas y territoriales sino la batalla que se vive en el seno del club comunitario. Mientras Francia es uno de los países que apuesta fuertemente por la energía nuclear ya que no emite dióxido de carbono a la atmósfera, Alemania se opone y cerrará todas su centrales durante 2022. Está previsto que el Ejecutivo comunitario desvele a principios del año que viene la denominada taxonomía, la guía para los inversores sobre si la energía nuclear y el gas pueden considerarse verdes. Hasta el momento, Bruselas define las centrales de gas como una fuente de transición, necesarias hasta que se consiga que las energías renovales supongan la totalidad del suministro.

El Ejecutivo federal de Bélgica, formado por siete partidos, llegó ayer a esta solución salomónica tras meses de negociaciones que incluso han llegado a amenazar la supervivencia de la coalición de gobierno, presidida por el liberal Alexandre de Croo pero en la que las carteras de Medio Ambiente y Energía recaen en los Verdes y, además, también cuenta con socialistas y conservadores. No es la primera vez que la pervivencia de las centrales nucleares es objeto de debate en el país. Bélgica decidió el cierre de sus centrales en 2003 y en el año 2012 se detectaron microfisuras en edificios anexos a los reactores. En el año 2018, las farmacias belgas llegaron incluso a distribuir pastillas de yodo de manera gratuita como preparación ante un posible accidente nuclear en el país. Estas píldoras actúan sobre la glándula tiroides para saturarla con este compuesto. Esto evita que, en caso de un escape nuclear, el organismo absorba el yodo radioactivo y se desarrolle un cáncer. El temor a una acción terrorista también es una de las razones para esgrimir el cierre de las centrales. En el año 2016, tras los ataques yihadistas en el país, se reforzó la seguridad de las plantas, a pesar de que la policía demostró que el asesinato de un guarda de seguridad de una central no estaba relacionado con un posible atentado.

Bélgica cuenta con siete reactores nucleares repartidos en dos centrales y la energía nuclear supone el 40% de su suministro energético. Ante los puntos suspensivos que deja la decisión tomada ayer, el Gobierno volverá a plantearse qué hacer a mediados de marzo mientras avanzan las negociaciones sobre dónde ubicar una de las centrales de gas para contrarrestar el cierre de las nucleares. Hasta entonces, los liberales francófonos no tiran la toalla y creen que será posible la prórroga de las centrales