Terrorismo

Cuestionada la autoridad del “califa” Hashimi dentro del Estado Islámico

La banda yihadista tiene que echar mano del que fue designado por Baghdadi, para que este argumento baste para tener que obedecerle ciegamente

Ibrahim Hashimi en una foto difundida para pedir colaboración para su detención
Ibrahim Hashimi en una foto difundida para pedir colaboración para su detenciónjmzha

Es lo que tiene haber roto la tradición de los “califas”. No habla (ni en grabaciones), no aparece en público, nadie tiene una imagen reciente de él. Y, lógicamenente, la autoridad de Ibrahim Hashimi al frente del estado Islámico (Daesh, Isis) se resquebraja.

A los terroristas que le siguen se les exige fe ciega en líder, del que nada saben, y hasta han tenido que cambiar la fórmula de juramento de lealtad y adhesión inquebrantable, en el que se hacía referencia a su persona, con alusiones “divinas” para situarlo dentro de la Umma (revelación): “La obediencia al mandato de Dios Todopoderoso y la obediencia a Su Mensajero (Mahoma), que la paz y las oraciones de Dios sean con él” y, a continuación, el texto tradicional de obediencia al “califa” ciegamente.

De lo escrito por Daesh en sus últimas publicaciones, se puede deducir que la autoridad de Hashimi no pasa por sus mejores momentos. Además de diversas atrocidades, como la matanza de yaizidíes, se le atribuye haber traicionado a sus compañeros cuando militaba en Al Qaeda y, a cambio de delatarlos a los norteamericanos, obtener un trato de favor en la cárcel en la que se encontraba preso.

Como no tienen otros argumentos, los yihadistas tienen que echar mano de su antecesor Abu Bark Baghdadi, que se suicidó ante su inminente detención por tropas de élite USA, y subrayar que Hashimi es su digno sucesor.

Baghdadi, que sí hacía comparecencias públicas a través de grabaciones de voz y vídeo, es presentado como el ejemplo a seguir. Y los “teóricos”, hacen la siguiente deducción: " elSheikh (jefe) Al-Baghdadi pasó y entregó el estandarte después de él al amado Mujahid Sheikh, Comandante de los Fieles, Abu Ibrahim Al-Hashimi Al-Qurashi, que Dios lo proteja, para que la nación permanezca en los faros de la verdad y la honestidad; preservar la religión y los hitos de la religión, y la yihad continuaría en sus manos siguiendo los pasos de los califas correctamente guiados”.

El argumento, más propio del siglo VII, no puede ser más pobre y sin sustentación lógica; pero es lo tradicional en las bandas terroristas, como ocurría con ETA, en la que se practicaba el centralismo democrático. Cuando era detenido un cabecilla, su sucesor (decían) ya estaba designado y había que obedecerle porque, por su puesto en la organización, tenía más información y estaba más preparado con los demás. Ni entonces, ni ahora con Isis, nadie osaba cuestionar ese “principio” básico y de ello tuvo pruebas el que fuera jefe de Boko Haram, Abubakar Sekhau, al que llegaron a apartar de la banda y después murió en una emboscada tendida por los propios yihadistas.

Sekhau, que en su día juró fidelidad al anterior “califa”, Baghdadi, había caído en desgracia ya que se consideraba que sus atrocidades, incluidos los secuestros masivos de menores, sobrepasaban lo que podía tolerar Isis, que ya es decir. Además, se le consideraba un individuo con problemas de comportamiento, que un día podía hacer una cosa y, al siguiente, la contraria. No se ajustaba a la disciplina que exigían los actuales cabecillas de la organización criminal.

En resumen, Hashimi es el mejor jefe que se puede tener porque lo designó Baghdadi (tampoco consta fehacientemente que fuera así). Lógicamente, si, a esto unimos que ha roto la tradición de los “califas” de explicar en público su programa y dictar sus sermones, el cuestionamiento de su liderazgo está abierto. Su círculo más próximo justificaba su opacidad en razones de seguridad mientras se pasan el día pidiendo a los “combatientes” que arriesguen sus vidas contra los infieles y a los actores (”lobos”) solitarios, que ataquen en acciones suicidas.