Geopolítica
El nuevo orden mundial
Estados Unidos y China compiten por ser la potencia hegemónica del siglo XXI con Rusia como país satélite para socavar el liderazgo norteamericano
Cuando el mundo entra en el tercer año de la pandemia, 2022 está preparado para marcar un cambio en muchas de las tendencias que han definido el panorama geopolítico mundial durante las últimas dos o tres décadas. El fin de las hostilidades estadounidenses en Afganistánpuso término formalmente a la era de la Guerra Global contra el Terrorismo, lo que permitió a Estados Unidos desviar su atención hacia la lucha contra la agresión rusa y china y revivir una postura de Guerra Fría, pero con contornos y desafíos claramente del siglo XXI.
Tal vez desde los tiempos más álgidos de esa guerra no haya habido una percepción tan evidente de división política de las grandes potencias como la que hay ahora. Basta con echar un vistazo al panorama mundial para identificar un gran número de situaciones volátiles con capacidad de hacer explosión con rapidez. Las más evidentes son las tensiones con Rusia por Ucrania y las ambiciones territoriales de China de cumplir su destino y “reunificar” la patria retomando el control de Taiwán.
Los tres principales actores geopolíticos y poderosas potencias militares del momento -Estados Unidos de América, la República Popular China y Rusia- se encuentran inmersos en una compleja relación a tres bandas. EE UU se halla en un estado de confrontación con China y Rusia, mientras estos últimos son socios estratégicos. No obstante, mientras que Biden está reforzando la OTAN para oponerse a Putin y, al mismo tiempo, ampliando e intensificando sus relaciones con los países del Indo-Pacífico para frenar a China, Pekín y Moscú no han creado una alianza formal para hacer frente conjuntamente a Estados Unidos y sus aliados.
La atmósfera de la relaciones entre Biden y Xi sigue caracterizándose por la confrontación. El primero está aplicando o ampliando determinadas políticas y acciones de la Administración Trump, y hay poco espacio político para hacer concesiones. Entre los objetivos de la política exterior de la administración, Biden ha apuntalado el equilibrio de poder militar frente a China reforzando la Cuadrilateral -Japón, India, Australia y EE.UU.- y ha creado una nueva configuración militar de EE UU, el Reino Unido y Australia.
A pesar de que las dos naciones buscan en general bajar la temperatura dentro del marco general de confrontación, el boicot diplomático estadounidense a los Juegos Olímpicos de Pekín ha aumentado la tensión entre ambos. Xi también quiere garantizar la estabilidad de cara a los Juegos de Invierno y al Congreso Nacional del Partido de 2022, en el que se espera que sea elegido para un tercer mandato.
De cara al futuro, aumenta la preocupación en Estados Unidos por el aumento de la capacidad militar de China, que incluye la prueba de misiles hipersónicos, cientos de nuevos misiles balísticos intercontinentales, simulaciones con modelos de portaaviones estadounidenses y una posible presencia marítima atlántica en África Occidental. El Pentágono ha afirmado que China podría cuadruplicar sus ojivas lanzables hasta llegar a las 1.000 en 2030.
El presidente del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, aseguró que el aumento de la capacidad militar de China refleja “uno de los mayores cambios en el poder global y geoestratégico que el mundo ha presenciado” - y un riesgo significativo para EE UU.
La Cumbre para la Democracia de Biden, una conferencia virtual de dos días de duración celebrada a primeros de diciembre con la asistencia de representantes de más de cien países, excluyó de forma llamativa tanto a Moscú como a Pekín. Ambos países advirtieron conjuntamente que las acciones de Biden eran representativas de una “mentalidad de Guerra Fría” en la que las dos naciones eran percibidas como enemigas y no como rivales estratégicos. Por otra parte, China ha intentado defender su propio historial democrático, reivindicando que su práctica de la democracia es más eficaz que el historial de Washington.
Este hecho no escapó de la atención de los dos principales autócratas del mundo: Xi Jinping de China y Vladimir Putin de Rusia. Una semana después estos ofrecieron una contraprogramación en forma de su propia cumbre virtual. Mientras que la reunión virtual de Biden incluyó a participantes de docenas de países, Xi y Putin limitaron su encuentro de pantalla a pantalla a sólo ellos dos.
Xi y Putin afirmaron que su asociación es más fuerte que nunca y prometieron que cualquier esfuerzo por romper su relación fracasará. Ambos destacaron que las relaciones de sus países son las “mejores de la historia”, incluso durante la pandemia de covid-19, que aparentemente los ha acercado. Por su parte, Putin añadió que gozan de un “alto grado de confianza estratégica mutua”.
De acuerdo con un resumen preparado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de China, los dos hombres explicaron que su cooperación abarca una amplia esfera de actividades. Por ejemplo, este año se cumple el 20º aniversario del “Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa”, que los países han renovado.
Las dos superpotencias han experimentado unas relaciones cada vez más antagónicas con Estados Unidos, sobre todo bajo la Administración del presidente Joe Biden, que ha castigado a este país por sus abusos de los derechos humanos y su incapacidad para promover la democracia liberal.
Putin enumeró las formas en que se han integrado, asegurando que las dos naciones seguirán reforzando sus lazos económicos y comerciales, incluida la cooperación en las industrias “del petróleo y el gas, las finanzas... el sector aeroespacial y la aviación”, así como trabajando en “grandes proyectos de importancia estratégica”. Aseguró que también “promoverá una mayor sinergia entre la Unión Económica Euroasiática”, un proyecto económico liderado por Moscú que pretende ayudar a los países postsoviéticos, y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de Pekín.
A pesar de que sus relaciones han estado marcadas históricamente por la desconfianza mutua, los vecinos fronterizos han reforzado notablemente sus relaciones políticas y militares este año y los dos líderes tienen previsto reunirse en febrero del próximo año en Pekín con motivo de los Juegos Olímpicos.
Por muy estrecha y sólida que parezca esta creciente relación, muchos observadores internacionales siguen manteniendo que aún está lejos de ser una alianza militar garantizada. En cambio, aseguran que su objetivo real es más bien apuntalar los vínculos comerciales y ofrecer garantías de que, en caso de que alguno de los dos actúe unilateralmente en Ucrania o Taiwán, respectivamente, el otro se mantendrá neutral ante la probable condena internacional.
Sea cual sea el resultado final, está claro que tanto Putin como Xi están enviando un mensaje inequívoco a Occidente. Un mensaje que reconoce lo mucho que está cambiando el orden mundial, y que tanto Moscú como Pekín tendrán más que nunca una voz y un papel más fuertes en su remodelación.
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