Primer aniversario del asalto
“Pensé que llegaría mi fin en el Capitolio”
El congresista Lou Correa recuerda a LA RAZÓN cómo vivió la dramática jornada, uno de los capítulos más oscuros de la historia de Estados Unidos
Apresurando los pasos, el congresista demócrata por California Lou Correa recorría tenso la planta alta de la Cámara de Representantes en busca de una salida, mientras una turba insurgente pro-Trump intentaba irrumpir en el salón en el marco del peor ataque al Capitolioen la historia reciente de EE UU.
«Pensé que allí llegaría el fin de mi corrido… me persigné y le recé a la Virgencita de Guadalupe», explicó Correa en entrevista exclusiva con LA RAZÓN la víspera del primer aniversario del asalto al Capitolio el 6 de enero.
«En la calle, todo parecía una protesta más de las que hay en el Capitolio, en Washington. Pero supe que algo andaba mal cuando vi que los guardias entraron a evacuar al vicepresidente (Mike) Pence y a los demás líderes demócratas y republicanos que estaban abajo en el pleno de la Cámara Baja», recordó.
Ávido lector de Historia, Correa, de origen mexicoamericano, precisó que el Capitolio no había sufrido violencia extrema por más de dos siglos. En 1814, durante la guerra entre EE UU y el imperio británico, las tropas inglesas quemaron varios edificios federales en Washington, incluyendo la Casa Blanca y el Capitolio.
Había sido prácticamente infranqueable, el lugar más seguro de la capital estadounidense, por lo que Correa, representante del distrito 46 de California desde 2016, jamás imaginó que el emblemático edificio se convertiría en la violenta escena de «una mala película». «Nos pedían calma pero lo que allí había era confusión, llanto, gritos de pánico, olor a gas, y hasta balazos... nunca imaginé que seríamos atacados no por una fuerza extranjera que nos quisiera dar muerte sino por nuestros vecinos, americanos que portaban la misma bandera que yo he jurado proteger», enfatizó. Ese día, el estrépito de una alarma urgía a los legisladores a colocarse máscaras de gas almacenadas debajo de sus asientos –una sorprendente novedad para Correa–, mientras la Policía intentaba recuperar el control del edificio y dispersar a la turba con la ayuda de bolas de gas pimienta y bombas de humo.
Pero los manifestantes seguían su avance en los corredores del Congreso, rompiendo ventanas y puertas, gritando consignas pro-Trump o repitiendo acusaciones de fraude electoral. Su meta era frenar el proceso de certificación del triunfo electoral del candidato demócrata, Joe Biden, en los comicios de 2020.
Mientras Correa ayudaba a colegas y sondeaba el salón para ver cómo y con qué defenderse –pensó alarmado en que podría incluso llegar a matar a algún atacante–, recibió la llamada de su hija desde Los Ángeles, a quien, según dijo, saludó con un «te quiero» y colgó rápidamente ante la tensa situación.
Un año después del asalto mortal en el Capitolio de Estados Unidos, los signos de seguridad reforzada son visibles en todas partes, desde los escudos antidisturbios de la Policía listos cerca de las puertas hasta los detectores de metales fuera de la Cámara de Representantes.
Vallas de acero
Los kilómetros de vallas de acero que rodeaban el complejo del Capitolio tras los disturbios se derribaron en julio. Los miles de tropas nacionales armadas desplegadas inmediatamente después del ataque hace tiempo que se han ido a casa. Pero los agentes de la Policía del Capitolio –en mayor número y más equipados que en el pasado– están apostados alrededor del recinto, mientras que el departamento ha añadido equipo defensivo. En algunos lugares sigue habiendo vallas más ligeras.
Los pasillos del Capitolio, antaño atestados de 2,5 millones de visitantes al año, resuenan de vacío. El Congreso aprobó en julio un proyecto de ley de 2.100 millones de dólares que destinaba 100 millones de dólares a la Policía del Capitolio, 300 millones de dólares a nuevas medidas de seguridad y más de 1.000 millones de dólares para el Pentágono, de los cuales 500 millones irán a parar a la Guardia Nacional, cuyos fondos se agotaron en el refuerzo de la seguridad tras los disturbios.
«La Policía del Capitolio de Estados Unidos, como organización, es más fuerte y está mejor preparada para llevar a cabo su misión hoy que antes del 6 de enero del año pasado», explicó a Reuters el jefe de la Policía del Capitolio, Thomas Manger, contratado para renovar el departamento tras el ataque. «El departamento comenzó un trabajo significativo inmediatamente después del 6-E para arreglar los fallos que se produjeron: fallos de inteligencia, fallos de planificación operativa, fallos de liderazgo».
Alrededor de 140 policías resultaron heridos cuando los partidarios de Trump irrumpieron en el edificio. Los alborotadores lucharon con la Policía durante horas, rompieron ventanas y enviaron a los legisladores y al personal del Capitolio a correr por sus vidas.
Un agente que luchó contra los alborotadores murió al día siguiente del ataque y cuatro que custodiaban el Capitolio murieron posteriormente por suicidio. Fallecieron cuatro alborotadores, uno de los cuales fue abatido por la Policía cuando intentaba entrar en el edificio a través de una ventana rota. Hoy, aniversario del atentado, la seguridad será más intensa de lo habitual. Tanto la Cámara de Representantes como el Senado tienen previstos actos para conmemorar el aniversario y Biden pronunciará un discurso en el Capitolio en el que condenará el «odio» que provocó el ataque y las «mentiras» que desde entonces ha difundido el trumpismo para intentar justificarlo.
Algunos congresistas y su personal de apoyo aún reciben terapia para superar el trauma. Las secuelas del asalto también siguen patentes con la presencia de cinco detectores de metal a la entrada del pleno de la Cámara Baja para impedir el ingreso de armas so pena de multas. Además, persisten el temor a más actos de violencia, las divisiones políticas, la discordia, la desconfianza y el rencor, lo que pone trabas a la labor legislativa.
Aun así, Correa confía en que el aniversario del ataque sirva de inflexión a los legisladores para que cierren filas en torno a metas comunes porque, según advirtió, «EE UU no va a caer por un ataque ruso, un ataque chino, un ataque terrorista, si cae es porque estamos divididos». «En mi caso, me considero hijo de Dios, soy americano, represento a mi comunidad y por último va mi partido… pero la persona que debió defendernos escogió tratar de ser dictador, y eso es lo que más preocupa» del asalto, manifestó.
Por lo general, los líderes demócratas aún responsabilizan a Trump, de un «intento de golpe» por haber alentado con su retórica incendiaria a que sus simpatizantes tratasen de frenar el voto de certificación electoral a favor de Biden. «Este asalto fue un primer paso hacia una dictadura, porque lo que el ex presidente Trump hizo fue sembrar la duda sobre el voto y la democracia. Temo que siempre haya duda sobre las elecciones y que eso conduzca a más situaciones de violencia», advirtió Correa, al describir cartas de sus votantes que reflejan las divisiones del país.
En ese sentido, el congresista demócrata por Illinois, Jesús «Chuy» García, también de origen mexicoamericano, dijo a LA RAZÓN que la muchedumbre actuó «inspirada» por Trump y, a su juicio, tanto «los atacantes extremistas como los políticos que los apoyaron deben rendir cuentas». García instó al Congreso a que apruebe leyes para fortalecer el derecho al voto, tomando en cuenta que en 2021 varias legislaturas estatales aprobaron 52 leyes que restringen ciertas operaciones en las urnas.
«Desafortunadamente, el ataque no comenzó ni terminó el 6 de enero, y las legislaturas estatales de todo el país continúan socavando la democracia con leyes discriminatorias que requieren tarjeta de identificación del votante, y mediante la manipulación de los derechos de los votantes. El Congreso debe actuar ahora para garantizar que se escuche la voz de la gente y que preservemos nuestra democracia», puntualizó García.
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