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Ciencia

La peligrosa bomba de tiempo escondida bajo Alaska que está cerca de estallar y podría expandir virus mortales

Encontrada por científicos de Estados Unidos, el cambio climático podría provocar su rápida explosión, con consecuencias catastróficas para el ser humano

El mercurio que contamina el océano Ártico llega a sus aguas principalmente a través de la tundra de Alaska larazon

Alaska siempre ha sido un lugar salvaje y hermoso. Su capital es Juneau y la ciudad más poblada es Anchorage. Se hablan varios idiomas, aunque el predominante es el inglés. Se encuentra más allá de Estados Unidos y pasando Canadá, al extremo noroeste de América del Norte, y aunque suene ese sufijo a tópico, el gentilicio más recomendado es alaskeño/a o alasqueño/a.

Varias curiosidades bañan a este gélido lugar, por ejemplo, que no es considerado como un país aunque se trate de un territorio alejado a EE.UU e independiente de Canadá, pues se trata de un estado el cual le pertenece a los Estados Unidos (comprada a Rusia en un trato económico por más de siete millones de dólares en 1867). Pero recientemente, científicos descubrieron un objeto tan relevante como peligroso: una bomba de tiempo geológica bajo el gélido suelo de la zona, que podría tener consecuencias catastróficas.

Los investigadores perforaron un túnel en las profundidades de la tundra, con el objetivo de estudiar el fenómeno natural conocido como permafrost, un término que engloba el tipo de suelo congelado que cubre alrededor del 85% de todo el estado y que afecta a alrededor del 25% del hemisferio norte. Una vez que hallaron la bomba, conocieron el peligro del secreto que ha permanecido enterrado durante miles de años en el paisaje, según confirmaron en las afueras de Fairbanks, la segunda ciudad más grande del estado. Además, el permafrost actualmente contiene el doble del carbono presente en la atmósfera terrestre.

Ahora hay evidencias de que el temporizador comenzó a funcionar. En la década de 1960, el Ejército estadounidense cavó el agujero para poder estudiar la superficie. El permafrost se extiende hacia abajo más de 300 metros, y por primera vez en siglos, el suelo congelado está comenzando a cambiar debido al calentamiento global. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, en algunos sitios la temperatura ha superado en más de 15 grados, y en los últimos años, se han alcanzo temperaturas récord. En diciembre, Alaska alertó de una “ola de calor inusual”, registrando en varias zonas temperaturas de hasta 20 grados. Demasiado para esta zona.

Desde la hierba y los árboles prehistóricos, así como los mamuts, casi todas las criaturas están enterradas y conservadas en el permafrost, así como una enorme cantidad de carbono. Hace un años, expertos realizaron un experimento para saber qué pasaría cuando el suelo se descongele, cortando trozos de hielo con grandes taladros. Encontraron bacterias antiguas que se encontraban congeladas, y estas comenzaron a convertir el carbono en gases que causaron variación climática una vez que se calentaron. El año pasado, los científicos comenzaron a ver señales de que esto sucedía en el norte de Alaska, y que en dentro de unos años, podrían aparecer virus que mutarían y podrían acabar con la población mundial.

Destacaron los científicos que Alaska, por tanto, ha pasado de ser un absorbedor neto de dióxido de carbono de la atmósfera a un exportador neto del gas de regreso a la atmósfera. Un giro trágico para la población mundial, que tiene en el noroeste de América del Norte uno de los mayores peligros de la existencia reciente. Pero la presencia de permafrost también está presente en aquellas regiones donde la temperaturas apenas supera los cero grados, como algunas zonas del norte de China, Rusia, la práctica totalidad de Groenlandia, el noreste de Europa, además de esta.

Cuando se excavó el túnel hace más de sesenta años, aquellos científicos no eran conscientes del peligro que se acabaría hallando. Uno de los virus que con casi total seguridad aparecería sería el ántrax, una enfermedad infecciosa ocurre de forma natural en animales salvajes y doméstico con pezuña, especialmente en cabras, camellos, vacas o antílopes. Conocido como enfermedad de los traperos, este virus contaminaría el aire y las personas quedarían infectadas por inhalación, con problemas en la piel, inhalación o gastrointestinales.

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