Defensa
España renuncia a armar sus submarinos S-80 con misiles Tomahawk para atacar objetivos en tierra
Los sumergibles españoles tienen capacidad para usar estas armas ofensivas pero de momento no han sido presupuestados. Ni siquiera Francia tiene esta capacidad en este momento
Para quien vea muy lejana la guerra en Ucrania y crea que los carros de combate, los cazas y los misiles rusos nos son ajenos, quizás sea necesario recordar que no hay que irse tan lejos para comprobar que la sombra de Moscú es mucho más alargada de lo que pensamos y la amenaza nos puede venir desde el Sur.
Cuando hace solo unas semanas el Gobierno de Sánchez decidía cambiar su postura sobre el Sáhara y reconducir nuestras maltrechas relaciones con Marruecos, al mismo tiempo se rompía el “romance” que habíamos empezado con Argelia. Y no es por meter miedo, pero al país magrebí, enemigo acérrimo de su vecino marroquí, es mejor tenerlo como amigo que como enemigo, pues de un tiempo a esta parte es Rusia quien le está suministrando armamento, y no poco precisamente.
De hecho, de los submarinos de que dispone Argelia, los de la clase 636 (fabricados por Rusia a partir de la clase Kilo) incorporan 6 tubos lanzatorpedos de 553 mm; 18 torpedos o 24 minas; ocho misiles Strela 3M y, la clave, cuatro Kalibr 3M54K, que es sin duda la mayor amenaza a la seguridad de España y a la del resto de Europa occidental.
El Kalibr es un misil de crucero subsónico de seis metros de largo diseñado para volar bajo a través del espacio aéreo enemigo. La versión de ataque terrestre tiene un alcance de hasta 2.400 kilómetros a mach 3 y una ojiva explosiva que pesa media tonelada. También puede transportar una cabeza nuclear a 1.500 kilómetros de distancia. Según los expertos equivaldría al misil Tomahawk estadounidense.
Las fuerzas rusas han utilizado misiles Kalibr contra objetivos contrarios al régimen en Siria y en los últimos meses también en Ucrania. Esto supone que tenemos un potencial enemigo en el flanco sur que podría poner un misil de crucero desde uno de sus submarinos en cualquier punto de España sin la más mínima capacidad de respuesta.
Esto supone un salto cualitativo al situarse como el único país del Mediterráneo, junto a Israel, con capacidad de lanzar misiles de ataque a tierra desde un submarino. Ni siquiera Francia tiene este poder mientras no entren en servicio los misiles tácticos SCALP en sus nuevos sumergibles de la clase Barracuda.
Los S-80 pueden llevar Tomahawk, pero no se han comprado de momento
En cuanto a España, los nuevos submarinos S-80, el primero de los cuales entrará en servicio en 2023, “se han construido con la reserva de espacio y peso” para embarcar los misiles Tomahawk, el rival directo de los Kalibr rusos, según la propia Armada, pero, a corto plazo, no irá armado con ellos, algo para lo cual no hay razones claras.
Por el momento, sí integrará misiles Harpoon UGM-84 Block II, misiles antibuque con capacidad de ataque a tierra, equipados con un impulsor cohete de combustible sólido y encapsulados en un contenedor cilíndrico para realizar el lanzamiento en inmersión a través de un tubo lanzatorpedos.
Una vez en la superficie, la cápsula protectora se abre y se enciende el cohete impulsor instalado en la parte posterior, iniciando el misil el vuelo hacia su objetivo. Esta versión cuenta con GPS integrado para optimizar su trayectoria contra blancos navales y dotarla de una cierta capacidad para atacar blancos costeros.
Su alcance es de unas 150 millas e incorpora una cabeza de guerra con 220 kilos de explosivo, muy lejos de los 2.400 a mach 3 de los Kalibr y su ojiva explosiva de 500 kilos. Evidentemente, los Harpoon, pese a que los S-80 serán los primeros sumergibles de la Armada en disponer de esta capacidad, juegan en otra liga respecto de los misiles rusos y están más pensados para objetivos portuarios en tierra o defensas costeras que para ser una amenaza real para objetivos en el interior de países enemigos, como una base militar, un silo o cualquier otro blanco estratégico.
Según fuentes de la Armada, “en estos momentos no está previsto (comprarlos), aunque no está descartado en el futuro disponer de ellos”. Quizás la guerra en Ucrania juegue a favor de los deseos de las fuerzas armadas en este sentido, pues el Gobierno de Pedro Sánchez se ha comprometido con sus socios de la OTAN a aumentar el gasto militar a partir del año que viene y alcanzar el 2% del PIB “exigido” por Estados Unidos en el marco de la OTAN, en los próximos ejercicios presupuestarios.
En cualquier caso, en el mercado existen algunas opciones al Tomahawk, como los SCALP franceses o una variante naval del misil aire-superficie Taurus que emplea el Ejército del Aire. Sin embargo, en el momento en que se redactó el documento de Requisitos de Estado Mayor, el único misil de largo alcance de estas características era el TLAM (Tomahawk Land Attack Missile). Por este motivo, la “preinstalación” de los S-80 está pensando para este modelo.
Al Gobierno no le gusta que sea un arma ofensiva
La Armada española lleva tiempo queriendo incorporar este tipo de misiles y ya se intentó en las fragatas F-100. Sin embargo, su elevado coste, en torno a un millón de euros por misil; la dependencia de Estados Unidos, ya que es necesaria la aprobación del Pentágono para su uso, y el hecho de que se trata de un arma netamente ofensiva, algo que al Gobierno no le gusta por razones políticas, han llevado a descartar su compra de momento. Actualmente, solo Estados Unidos y Reino Unido usan los Tomahawk.
Los misiles lanzados desde submarinos (llamados UGM-109s), tras ser expulsados por gas presurizado (verticalmente mediante el VLS) o por agua presurizada (horizontalmente a través de los tubos de torpedos), salen del agua y se enciende un cohete de combustible sólido para los primeros segundos de vuelo hasta la transición a la velocidad de crucero.
Seguidamente al alcanzar el vuelo, las alas del misil se despliegan, surgen los dispositivos aerodinámicos y el motor se emplea para el vuelo de crucero. Sobre el agua, el Tomahawk utiliza el guiado inercial o GPS para seguir el curso preestablecido; una vez en tierra, el sistema de guiado de misiles se ayuda de la coincidencia del contorno del terreno (TERCOM). La orientación terminal es proporcionada por el sistema Digital de Correlación de Área de Coincidencia de Escena (DSMAC) o GPS, obteniendo una precisión aproximada de unos 10 metros.
Los Tomahawk permiten alcanzar un objetivo enemigo a más de 1600 kilómetros de distancia, lanzados desde barcos de guerra pesados y submarinos, como las fragatas españolas F-100 o los S-80.
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