Documental

Niños enfermos, con deformaciones, abandonados... Las inéditas imágenes rescatadas de la catástrofe de Chernóbil

Un documental de HBO Max saca a la luz nuevos documentos que muestran la cruda realidad vivida tras el accidente del reactor nuclear

Muchos niños se vieron afectados por la radiación
Muchos niños se vieron afectados por la radiaciónLa Razón

En la madrugada del 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central de Vladímir Ilich Lenin, situada en la actual Ucrania, explotó y generó una nube radiactiva que se esparció por todo el hemisferio norte, desde la antigua Checoslovaquia a Japón dejando en la atmósfera el equivalente a 500 bombas de Hiroshima. Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, las autoridades comunistas de la antigua Unión Soviética decidieron taparlo. Mijaíl Gorbachov fue informado del incidente a primera hora de la mañana y tras unas horas de reflexión decidió que no era necesario alertar a los países vecinos.

Imagen de la central nuclear tras el accidente
Imagen de la central nuclear tras el accidenteLa Razón

Pero se activó un plan de emergencia. Los trabajadores de la central, con la ayuda de residentes en la zona, trataron de sofocar las llamas. Del shock inicial pasaron a la negación de los hechos y con ello al sacrificio de las miles de personas que vivían en las zonas cercanas y no fueron evacuadas. A pesar de ellos, muchos vecinos decidieron huir de sus casas. Las autoridades cortaron las redes de telefonía para que no cundiera el pánico y los trabajadores de la central tenían prohibido hablar de lo ocurrido.

Suecia fue el primer país que dio la voz de alarma al detectar altos niveles de radiación en la atmósfera, pero la URSS seguía con el telón de acero informativo. Los corresponsales de medios internacionales tenían que quedarse en Moscú y tenían prohibido viajar a la zona de la catástrofe.

Las cifras oficiales hablaron de que el peor accidente nuclear de la historia de la humanidad sólo había provocado la muerte de 31 personas, las que perdieron la vida en la explosión y por el síndrome de irradiación aguda. Pero fueron muchas más, miles o cientos de miles. Cifras semioficiosas indican que el número de víctimas supera las 60.000 y puede llegar a estar por encima de las 200.000.

Una de las medidas tomadas por las autoridades fue la creación de los “liquidadores”, equipos de bomberos, obreros, científicos, especialistas en energía nuclear, y tropas terrestres y aéreas preparadas para la guerra atómica, ingenieros de minas, geólogos, mineros del uranio, debido a su experiencia en la manipulación de sustancias radiactivas, y sobre todo muchos voluntarios que decidieron dar su vida para mitigar los daños del accidente nuclear.

Imagen de un grupo de liquidadores antes de entrar en la central a realizar las tareas de limpieza
Imagen de un grupo de liquidadores antes de entrar en la central a realizar las tareas de limpiezaLa Razón

La realidad de estos liquidadores es mucho más cruel de lo que nos habían contado hasta ahora. Había muchas sospechas pero pocas evidencias gráficas. Ahora, un documental de HBO Max saca a la luz numerosas fotografías que ponen de manifiesto el horror vivido en Chernóbil, donde miles de jóvenes murieron abandonados y donde muchos niños sufrieron las consecuencias de la radiación extrema y otros nacieron con malformaciones incompatibles con la vida.

Así, “Chernóbil: The Lost Tapes (Chernóbil, las cintas perdidas)” rescata fotografías y vídeos inéditos, desgarradores, y muy clarificadores de lo que allí ocurrió, de cómo las víctimas fueron abandonadas a una muerte solitaria, cruel y dolorosa mientras el mundo vivía ajeno a lo que sucedía entre las paredes de la central: Voluntarios abandonados a morir solos en habitaciones de hospital, niños con defectos congénitos desgarradores y sobre todo, que les causaron mucho sufrimiento.

Imagen de uno de los voluntarios en una cama de hospital
Imagen de uno de los voluntarios en una cama de hospitalLa Razón

James Jones ha hecho una recopilación de cientos de imágenes y lo ha complementado con entrevistas, que revelan el terrible impacto que tuvo el desastre. Una de las imágenes recuperadas muestra a un bebé recién nacido en una incubadora con manchas verdes por todo el cuerpo por culpa de la radiación. Otra instantánea muestra a un niño pálido y calvo que se tambalea por un pasillo víctima de una rara forma de cáncer provocado por la exposición a la radiactividad. También se puede ver a otro menor llorando en una cama por los dolores y con sus padres sufriendo por verle así y tratando de reconfortarle.

Durante los siguientes meses, los hospitales cercanos vieron cómo los casos de anomalías congénitas se disparaban, muchos recién nacidos tenían cáncer suprarrenal o de tiroides y también se dieron muchos casos de los conocidos como bebés sirena porque nacieron con toda la parte inferior del cuerpo fusionada como si fiera una cola de pez e incluso se dio algún caso de bebés de dos cabezas.

Los hospitales estaban llenos de personas con enfermedades provocadas por la radiación pero las autoridades seguían mirando para otro lado. Los médicos tenían prohibido vincular las enfermedades con el accidente nuclear.

El documental también se centra en uno de los colectivos más afectados, el de “los liquidadores”. Entre los que había 5.000 voluntarios enviados a una muerte segura al tratar de limpiar el material radiactivo expuesto del techo de la planta. Una imagen muestra a uno de ellos bebiendo agua en una cama de hospital con la ayuda de una enfermera con un gigantesco traje de protección. La cabeza si pelo del hombre muestra erupciones de color rojo intenso (en la imagen de arriba). Otra momento del trabajo audiovisual muestra a un bombero agarrándose la cabeza mientras un médico revisa su respiración.

 

Las impactantes imágenes del documental muestran a las tropas reclutadas para retirar 200 toneladas de escombrosdel techo con máscaras antigás y láminas de plomo atadas a los uniformes como escudos rudimentarios. “Se había dado la orden, era suicida”, dice un liquidador superviviente, Nikolai Kaplin. “Nadie sabía nada y literalmente se iban al infierno. No teníamos la protección adecuada. El tiempo de contacto es de unos segundos pero estas moléculas y átomos se acumulan en el cuerpo. Tarde o temprano todos nuestros cuerpos mostraban signos. Todos pasamos por eso: vómitos, tos, agotamiento extremo. Al quinto día comencé a vomitar y a ahogarme. Solo éramos carne de cañón”, indica.

Las autoridades soviéticas recurrieron a los liquidadores para limpiar el techo del reactor porque los robots que tenían para realizar esa función quedaron inutilizados por la radiación. Así, cada uno de los que entraban en el reactor iba armado con una pala y con un traje especial de aislamiento recubierto con 3 centímetros de plomo para que no absorbieran tanta radiación. Sólo podían trabajar durante 90 segundos, tiempo en el que debían limpiar el techo y lanzar los desechos por una barandilla. Ningún humano podía sobrevivir más de 90 segundos expuesto a ese nivel de radiación. A pesar de las protecciones, el 80 por ciento de los que entraron murieron en los años posteriores por enfermedades relacionadas con el cáncer.

No fue hasta 1991, después de la caída de la Unión Soviética, que las autoridades admitieron que una fallo de diseño había causado el desastre que expuso a 8,4 millones de personas a la radiación.

 

Los cinco falsos mitos de la catástrofe de Chernóbil

El secretismo y la prohibición de volver a la zona han provocado que surjan numerosos mitos acerca de las consecuencias del accidente.

Monstruos mutantes. El más extendido es que la radiación había provocado la aparición de monstruos mutantes, con extremidades de más o sin ellas, pero no hay evidencia científica de ello. Lo que sí se sabe es que miles de pájaros y animales murieron en los meses posteriores.

La radiación no fue peligrosa. Puesto que la zona de exclusión alberga una floreciente población de animales como lobos, venados, castores o jabalíes, algunos creen que la radiación causada por el accidente no era perjudicial para la salud. La realidad es que los animales han recuperado un sitio que los humanos les arrebataron y que tras el accidente abandonaron.

Alcohol contra la radiación. Uno de los mitos más extravagantes es que la ingesta de alcohol mitigaba los efectos de la radiación. La única evidencia parecida es el hallazgo de un grupo de investigadores que descubrieron que el resveratrol, un antioxidante natural presente en el vino tinto, podría proteger las células de la radiación.

La zona de exclusión llegará pronto a su final. Otra de las creencias es que la zona de exclusión de 30 kilómetros sería destinada a reserva natural apta para el turismo ecológico. Lo más parecido fue la consideración del gobierno de Ucrania, que el año pasado dijo que estudiaba la posibilidad de que la zona de exclusión se redujera a 10 km y que el resto sería declarado reserva de la biósfera, aunque finalmente no se llegó a concretar.

La zona de exclusión se creó para instalar un centro de armas. Otra de las teorías disparatadas es que el objetivo de crear un área de exclusión tenía fines militares, para la instalación de un centro de investigación de armas.