África

Terrorismo

Preocupante crecimiento del yihadismo en África: estos son los grupos más peligrosos

Desde la expansión del radicalismo musulmán en 2012, muchos países del continente africano deben su inestabilidad a las acciones yihadistas

Imagen tomada de un vídeo los milicianos del grupo yihadista Boko Haram
Imagen tomada de un vídeo los milicianos del grupo yihadista Boko Haramlarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@546dec3d

El gobierno maliense anunció esta semana que los yihadistas han asesinado al menos a 132 civiles en Malí central. El gobierno de Bamako acusa al grupo salafista Frente de Liberación de Macina (FLM) de perpetrar una serie de ataque indiscriminados en diversas localidades del área de Bankass a lo largo del fin de semana. En los últimos tres meses, más de 400 civiles han muerto a manos de grupos terroristas en la región del Sahel, que pierde en estabilidad y gana en violencia a cada día que pasa. En la última publicación de al-Naba´ (revista mensual emitida por el Estado Islámico), el ISIS alabó a sus luchadores en África y llamó a los musulmanes asiáticos a migrar al continente para unirse a los combates. Las siete filiales africanas del Estado Islámico han perpetrado este año casi la mitad de los ataques atribuidos a la organización terrorista, mientras los gobiernos africanos y occidentales alertan de un grave deterioro de la situación. En los últimos 15 años, más de 30.000 personas han fallecido en África subsahariana a causa de la violencia yihadista.

Mientras las actuaciones yihadistas se reducían en 2000 a Argelia y Somalia, el cáncer de la violencia religiosa afectaba para el año 2020 a Burkina Faso, Malí, Chad, Níger, Nigeria, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo, Somalia, Egipto y Mozambique. El problema es real, creciente y preocupante. Las incorrectas estrategias implementadas por gobiernos africanos (hace dos semanas que el ejército maliense envió un ataque con helicópteros a la región fronteriza con Burkina Faso... dos horas después de la batalla sucedida entre fuerzas terrestres), los motivos étnicos añadidos (la etnia fulani ha incrementado su participación en el yihadismo hasta niveles nunca vistos) y la falta de ayuda exterior (ni Chad, ni Nigeria, ni Mozambique, ni Burkina Faso reciben apenas ayuda militar extranjera) fomentan el desarrollo de actividades terroristas, encaminando la situación de estos Estados hacia puntos de difícil retorno. Y al escaso conocimiento que tiene la población de Occidente sobre esta materia se le añade el desconocimiento de los grupos yihadistas que operan aquí y la mínima cobertura mediática que ofrecen los medios europeos.

Estado Islámico

Actualmente existen siete filiales del Estado Islámico en África, siendo las más mortíferas el Estado Islámico de África Central (que opera en Mozambique y República Democrática del Congo) y el Estado Islámico del Gran Sáhara (Malí, Burkina Faso y Níger). Estos grupos penetraron en el continente tras la muerte del dictador libio Muamar el Gadafi en 2011, procedentes mayoritariamente de países del Magreb y de otras regiones inestables de Oriente Medio, aunque el estancamiento de la guerra de Siria (con la consiguiente migración de yihadistas hacia campos de combate más apetecibles) y la adhesión de combatientes africanos a sus filas han ampliado notablemente su campo de actuación.

La ideología salafista y fundamentalista de estos grupos y su extremo radicalismo vuelven sus métodos muy violentos. Mientras que los grupos yihadistas de corte islamista se “limitan” a tomar el control de los territorios y ofrecen a los locales aceptar la sharía o bien huir a zonas que no estén controladas por ellos, el ISIS obliga a los locales a quedarse y acatar la sharía. Fuentes sobre el terreno aseguran también que las ejecuciones de castigo que realiza ISIS en Malí pueden contar fácilmente con una docena de víctimas (el acusado y su familia), donde los grupos islamistas “solo” ejecutan al acusado de romper la sharía.

El Estado Islámico del Gran Sáhara se ha propuesto como próximo objetivo controlar la región fronteriza entre Malí y Níger, donde esperan crear una especie de “santuario yihadista” que permita a los terroristas esconderse de los grupos militares que operan contra ellos en la región. La incapacidad del gobierno maliense para hacer frente a este enemigo, junto con la expulsión de las tropas francesas desplegadas en el país en el marco de la Operación Barkhane para la lucha antiterrorista, ha facilitado notablemente las ambiciones yihadistas: hace dos meses que mantienen bloqueada la autopista que lleva de Boni a Gao y se rumorea que pretenden lanzar un ataque a gran escala contra la ciudad de Ménaka.

Comparación entre 2000 y 2020 de la influencia yihadista en África
Comparación entre 2000 y 2020 de la influencia yihadista en ÁfricaAntonio Cruzfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@546dec3d

Boko Haram

Aunque el grupo terrorista nigeriano juró lealtad al Estado Islámico en 2015, siendo considerado por los expertos como una filial más del ISIS en África, sin duda merece un análisis aparte. Este grupo de corte fundamentalista fundado en 2002 ha provocado un largo conflicto en el norte de Nigeria y que ha derivado en la muerte de más de 350.000 civiles hasta el año 2021. Se les culpa del secuestro de casi 2.000 niñas que posteriormente han sido utilizadas como esclavas sexuales, si no son forzadas a desposar a los mismos combatientes yihadistas. Su objetivo es la implementación de la sharía en Nigeria y la creación de un Estado Islámico en África Occidental. De hecho, existe otra rama del ISIS conocida como el Estado Islámico de la Provincia de África Occidental, que nació de una escisión de Boko Haram en 2016 y cuya letalidad es también muy elevada.

El nivel de crueldad que caracteriza a Boko Haram hace que el resto de grupos yihadistas de Nigeria parezcan hermanas de la caridad, pese a que ellos también se cobran miles de vidas al año (con mención especial a la Yihad Fulani que opera en el centro del país). El actual presidente del país, Muhammadu Buhari, anunció en un mensaje retransmitido por televisión el pasado 12 de julio que había fracasado en su labor de liberar al país de grupos armados como Boko Haram, refiriéndose a las promesas de paz que formuló a sus electores tras ser elegido presidente en 2015. En sus declaraciones aseguró que durante su mandato se había enfrentado a problemas “capaces de destruir naciones enteras”.

Al-Shabaab

Aunque su rango de acción le ha llevado a cometer actos terroristas en Yemen, Kenia y Uganda, su actuación se centra mayoritariamente en Somalia, donde controla amplios territorios fértiles ubicados al sur del país. Al igual que otros grupos yihadistas del continente, los miembros de Al-Shabaab ofrecen a los ganaderos vivir dentro de su territorio, siempre y cuando acepten las rígidas normas de la sharía. Los ganaderos se ven entonces ante tres posibilidades: huir de Al-Sahaab, aceptar sus normas y su opresión, o morir. Cada vez parece más sensato aceptar la segunda posibilidad, si la huida significa igualmente la muerte y la sed de la sequía.

El 25% del territorio somalí está conformado por desierto, mientras que la carne supone el segundo producto de mayor exportación en el país, solo por detrás del oro. Al-Shabaab no solo es culpable de provocar una enorme inestabilidad en el Cuerno de África, sino que también es una causa directa de la creciente hambruna que actualmente sufre Somalia. El último recuento estipula que al-Shabaab cuenta con casi 10.000 combatientes, cuyo objetivo principal radica en establecer un Estado Islámico en Somalia. Se reconoce su vinculación con al-Qaeda, lo que vuelve a Al-Shabaab un firme contrincante del Estado Islámico en África. Es así: algunos de los combates más violentos relacionados con el yihadismo en el continente africano (ya sea en el Sahel o en Somalia) vienen de los enfrentamientos entre diferentes grupos que no logran acordar una ideología común.

Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes

Entre los grupos yihadistas de menor categoría, destaca el JNIM. Esta filial de al-Qaeda conformada por una agrupación de katibas menores y con un corte ideológico salafista-yihadista ha multiplicado sus ataques por cuatro desde su fundación. Entre sus acciones más sonadas entra el secuestro de una monja colombiana que finalmente fue liberada en 2021 y que llego a suponer el epicentro de un escándalo del Vaticano. Se escuchan habitualmente los nombres de los sospechosos habituales, al-Qaeda, ISIS, el fantasma de Osama bin Laden, mientras que dentro del amalgama de facciones yihadistas que infectan África, apenas se conoce este grupo que en 2019 contaba con más de 2.000 integrantes y que es responsable de algunos de los enfrentamientos más feroces contra las tropas francesas destinadas al Sahel.

El JNIM tiene una especial influencia en el centro de Malí y la frontera con Níger y Burkina Faso, donde llega a controlar de forma permanente varios territorios que gobiernan sus katibas a modo de pequeños “califatos”, según comunican algunos expertos. Esto es posible por sus tácticas de integración con los locales y un apoyo significativo de la población de etnia fulani. La mayor fuente de financiación para el JNIM procede del tráfico de armas en la región. Las guerras en Libia, República Centroafricana, Sudán, Costa de Marfil, etc., han hecho que en la región cueste menos una AK-47 que un saco de maíz. En este asunto, Francia ha sido acusada por los gobiernos africanos de no haber sabido gestionar el flujo de armas que escapó de Libia tras la muerte de Gadafi, armas que ahora empuñan bandidos, ganaderos malienses asustados y, por supuesto, los yihadistas.