Crisis política

Independencia de Escocia, Brexit, impuestos e inflación: los retos para el sucesor de Boris Johnson

El país tiene una inflación que podría acabar en el 11% a finales de año mientras la deuda sigue creciendo a un ritmo rápido

Prime Minister Boris Johnson resignation
Prime Minister Boris Johnson resignationAndrew ParsonsNo10 Downing St

Es difícil recomponer las cosas tras el paso de un terremoto. Los grandes pilares que sustentan los edificios quedan tremendamente débiles o directamente ya no existen. Y es así cómo se encuentra ahora el Reino Unido. El paso deBoris Johnson por Downing Street ha supuesto un auténtico terremoto.

Su continua deshonestidad, transgresión de las reglas y una despreocupación por las funciones de Gobierno plantean ahora la difícil tarea de reconstrucción. No sólo hay que recuperar la confianza de un electorado, sino también la imagen misma de un país tremendamente cuestionado después de que su mandatario estuviera dispuesto a violar unilateralmente los tratados internacionales que firmó tras un histórico referéndum, impulsado egoístamente por las tensiones internas de su partido político. Ni siquiera el Brexit, la gran herencia que ha dejado la ambición rubia, está zanjado porque aunque los británicos han abandonado ya el bloque, Londres y Bruselas siguen inmersos en negociaciones.

En definitiva, Johnson, el conservador que aprovechó su carisma para generar millones de votos, incluso entre los que nunca habían votado por su formación, deja al Reino Unido de la misma manera que lo gobernó: en el caos y en crisis política. Tras su dimisión el pasado jueves, se abren ahora unas primarias en el Partido Conservador. Se espera que para septiembre se conozca el nombre del nuevo líder que automáticamente se mudará a Downing Street sin necesidad de pasar por las urnas. Pero no son pocos los frentes abiertos a los que deberá enfrentarse el nuevo primer ministro.

Sin duda alguna, lo que marcará las primarias conservadoras -cuyo calendario oficial se presentará este lunes- será la difícil situación económica, que ya está bajo la presión de una tasa de inflación que en mayo alcanzó un máximo de 40 años hasta el 9,1% interanual. El Banco Central cree que incluso superará el 11% a finales de este año.

Una de las razones que esgrimió el exministro de Finanzas, Rishi Sunak, para dimitir el pasado martes tuvo que ver, precisamente, con que su enfoque para administrar la economía era “muy diferente” al de Johnson. En efecto, mientras el premier llevaba meses presionado por más recortes de impuestos, la prioridad a corto plazo de Sunak es aliviar la carga de la deuda, que supera ya los 2,4 billones de dólares y podría más que triplicarse a casi el 320% del PIB en 50 años si los futuros gobiernos no endurecen su política fiscal.

Sunak, uno de los primeros en presentar su candidatura para ser el próximo líder, advierte a los conservadores que no crean en las promesas de “cuento de hadas” de sus rivales sobre mayores gastos y menores impuestos. “Alguien tiene que aprovechar este momento y tomar las decisiones correctas”, asegura.

Al cierre de esta edición ya se habían presentado nueve aspirantes y se da por hecho que esta semana la lista aumentará con la candidatura de otro peso pesado, Liz Truss, responsable de Exteriores, que promete bajar impuestos distanciándose así de Sunak.

La inflación es precisamente una de las razones que ha impulsado el llamado verano de descontento con huelgas que han paralizado el servicio de trenes y amenazan con implicar a otros sectores como la sanidad o educación.

La batalla con Bruselas

Para quien quiera que sea el sucesor de Johnson, a la difícil situación económica y los problemas de escasez de mano de obra agudizados por el Brexit, se suma también la batalla que a día de hoy Londres tiene con Bruselas. Durante las largas y arduas negociaciones del histórico divorcio, el objetivo siempre fue el de pactar una separación ordenada que garantizara una buena armonía entre ambas partes. Y, sin embargo, la tan temida guerra comercial podría ser ahora inevitable porque tan solo 18 meses después de consumarse a efectos prácticos el histórico divorcio, el Gobierno de Johnson pretendía violar el acuerdo alcanzado con la UE. En definitiva, violar un tratado internacional.

El mes pasado, el Ejecutivo cumplió con sus amenazas presentando en la Cámara de los Comunes – de la mano precisamente de Liz Truss- la propuesta de ley con la que quiere cambiar, de manera unilateral, el llamado Protocolo para Irlanda del Norte, considerado el Santo Grial del pacto sellado con el bloque. Londres argumenta que los nuevos controles aduaneros que hay que implementar en la provincia británica -que a día de hoy no se ha ejecutado en su totalidad- no solo está provocando una escasez de productos sino que además está creando tensiones políticas entre ambas comunidades.

Tras el anuncio de dimisión de Johnson, el primer ministro irlandés, Micheál Martin, aprovechó para pedir al Gobierno de Londres que abandone las “acciones unilaterales” y retome la vía diplomática.

Secesionismo escocés

Por otra parte, el sucesor deberá lidiar con el renovado desafío independentista escocés que amenaza con la integridad del propio Reino Unido. La ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, expuso la semana pasada una detallada hoja de ruta para celebrar un nuevo referéndum secesionista no vinculante el próximo 19 de octubre de 2023, con o sin permiso de Londres.

De hecho, ya ha acudido a la Corte Suprema del Reino Unido solicitando un fallo sobre si Escocia tiene la autoridad para celebrar el plebiscito. Su círculo más estrecho cree que aclarar la legalidad enviaría un mensaje importante a los votantes indecisos cruciales fácilmente desanimados por los elementos más agresivos del movimiento nacionalista, al tiempo que acabaría con los ataques de la oposición sobre la amenaza que representa el “ataque salvaje” de una consulta “al estilo de Cataluña”. El objetivo es mostrar que la tecnocrática Sturgeon, una abogada calificada, prefiere un camino cauteloso y estrictamente legal hacia la independencia.

Pero parece poco probable que la cautela por sí sola logre una segunda consulta y mucho menos la secesión. Una serie de derrotas del gobierno escocés en la Corte Suprema en batallas anteriores por la autoridad de Holyrood se suma al optimismo unionista de que los jueces fallarán en contra de Sturgeon, dado que los poderes sobre cuestiones constitucionales están claramente reservados a Westminster.

En octubre del año pasado, el tribunal dictaminó que dos proyectos de ley del gobierno escocés estaban fuera de la autoridad legislativa del parlamento. Los jueces también rechazaron previamente los argumentos de que Edimburgo debería tener voz propia para iniciar el proceso formal del Brexit. En cualquier caso, Sturgeon ya avanzó que la derrota en la Corte Suprema “no sería el final del asunto”, y prometió que si no es posible un “referéndum constitucional legal”, las próximas elecciones generales del Reino Unido, previstas para 2024, se convertirían en un “referéndum de facto”