Sucesor
La hora de Carlos III, el eterno heredero
A los 73 años, su activismo medioambiental y sus opiniones sobre temas polémicos rompen la tradición cultivada por Isabel II de mantener a la monarquía británica en terreno neutral
El príncipe de Gales se ha convertido a sus 73 años en rey, una función para la que se ha estado preparando literalmente toda una vida. No en vano, es el heredero británico que más tiempo llevaba esperando a acceder al trono. En 2011 batió el récord de 59 años, dos meses y 13 días que hasta entonces ostentaba el que luego sería Eduardo VII. El primogénito de la soberna Isabel II es ya Carlos III, un título que le impondrá una discreción de la que en muchas ocasiones no ha hecho suficiente gala.
La reina Isabel II asumió la corona con tan sólo 25 años. Nunca había opinado sobre temas polémicos y el pueblo no le podía echar en cara ningún trapo sucio de su pasado. Pero con Carlos es todo distinto. Tiene una vida vivida y una historia a sus espaldas donde la neutralidad que se le presupone a la institución que representa a veces ha brillado por su ausencia. En los años ochenta, sus planes para estimular «la rehabilitación del centro de Londres» irritaron profundamente a la entonces primera ministra, la conservadora Margaret Thatcher. Durante el Gobierno laborista de Tony Blair,Carlos de Inglaterra también protagonizó titulares advirtiendo de que «si se cambiaba la ley para la caza del zorro abandonaría el país y pasaría el resto de su vida esquiando». En 2010, su total oposición a un proyecto inmobiliario de la empresa Qatari Real Estate Investment llevó supuestamente a la familia real qatarí a retirar su apoyo al proyecto inicial del conocido arquitecto Richard Rogers. Robert Blackburn, profesor de Derecho Constitucional en el Kings College de Londres y autor de un libro sobre las implicaciones del papel de Carlos en la monarquía, llegó a decir que el príncipe Guillermo podría tener que hacerse cargo del trono británico si su padre no dejaba de inmiscuirse en los asuntos políticos, pisando charcos.
Aunque Carlos no fue nombrado príncipe de Gales hasta que cumplió los nueve años, se convirtió en «heredero aparente» a los tres y conforme fue creciendo, los asesores de Palacio no supieron encontrarle su sitio, un espacio donde pudiera desenvolverse con soltura y en el que lograra ocupar sus horas evitando así ofrecer la imagen de hombre desorientado sin otra cosa que hacer que aguardar un trono que nunca llegaba.
Así que tuvo que entretenerse con las que dice son sus dos pasiones: los productos ecológicos y la arquitectura. Un portavoz de Clarence House, su residencia oficial, aseguró que el tono de Carlos «sería más discreto» cuando se convirtiera en rey, pero en una polémica entrevista en 2011, el entonces heredero aseguró que daría un «aire fresco en Palacio» y que si esto no gustaba a sus padres, «mala suerte».
La relación con sus progenitores nunca fue cercana. Debido a los compromisos de la monarca, tanto Carlos como sus hermanos se criaron más bien con las niñeras y vieron siempre a Isabel II como la reina y no como una madre.
Algunos dicen que fue demasiado mimado. De hecho, ya como adulto, su excéntrico estilo de vida tampoco ha ayudado a dar una buena imagen. Cuenta con seis casas, once secretarias, un gran séquito de sirvientes, una lujosa colección de coches y unos ingresos anuales de 17 millones de libras (unos 20,16 millones de euros al cambio). Cuando comenzó la crisis de 2008, gastó más, ganó más, contrató a más personal oficial y para más inri consiguió reducir su factura de impuestos un 10%. Los recibos se incrementaron un 20% hasta los 14,6 millones de euros, mientras los británicos estaban derrotados por la peor cifra de paro de los últimos doce años.
Más popular con el tiempo
Con todo, en los últimos años, su popularidad ha ido creciendo conforme han ido aumentado sus actos públicos. A principios de 2014, la Casa Real británica anunció la fusión de las oficinas de prensa de Isabel II y de su hijo, una decisión que se enmarcó como una «sucesión tranquila». Uno de los viajes más significativos que realizó desde entonces fue en 2015 a la República de Irlanda, cuando saludó sonriendo a Gerry Adams, el presidente del Sinn Féin. Supuso el primer encuentro entre un dirigente del brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA) y un miembro de la familia real británica en la República desde la dolorosa partición de la isla en 1920.
En los últimos años, han sido varios los reportajes que han querido ofrecer una imagen distinta del heredero, como el que publicó el reputado diario «The Time» al cumplir Carlos 65 años. En vez de la caricatura que siempre se había mostrado del «hombre a la espera del trono», la autora, Catherine Mayer –que pasó varios días con el heredero y pudo entrevistar a más de 50 de sus amigos y asesores– dijo haberse encontrado con un «apasionado filántropo, uno de los empresarios dedicados a ONG más prolíferos del mundo», que quería aprovechar lo máximo posible la época que aún le queda para seguir defendiendo las causas en las que cree: la sostenibilidad y la arquitectura tradicional. Fue, precisamente, uno de sus allegados quien confesó a la editora que para el homenajeado, «el papel de monarca era una especie de cárcel».
«Él cree en la monarquía como una institución que refuerza la sociedad, pero acepta que haya gente que pueda cuestionar su relevancia. No quiere centrarse en su trono, ya que, después de todo, eso significa la pérdida de su madre. Y, lejos de estar ansioso de asumir la corona –de la que ya siente el peso– está preocupado por lo que esto supondrá en toda la labor que ha hecho hasta ahora», recalcaba la autora del libro.
Es posible que, pese a todo, Carlos siempre sea el gran desconocido y que, tal y como reveló en su día la actriz Emma Thompson, bailar con él sea «mejor que el sexo». O es posible que ya como rey, se muestre su verdadero yo.
Por otra parte, durante años, su otro gran «hándicap» fue su esposa. Aunque Camilla ha conseguido con el tiempo ganarse el corazón de los súbditos británicos precisamente por no intentar nunca copiar el estilo de Lady Di.
Un matrimonio infeliz
El matrimonio de Carlos con Diana fue prácticamente impuesto. Ella –13 años menor– era la candidata perfecta. Pero él nunca llegó a estar enamorado. Pronto quedaron patentes las fuertes diferencias de carácter entre los cónyuges. En diciembre de 1992, la pareja real llegó a un acuerdo de separación, que anunció al Parlamento el entonces primer ministro conservador, John Major.
En 1994, Carlos admitió por primera vez en una entrevista por televisión haber sido infiel en su matrimonio y mantenido una relación extraconyugal con Camilla Parker Bowles, a la que había conocido en 1971. La pareja se divorció formalmente en 1996.
Y Carlos volvió a retomar su relación con Camilla, su verdadero amor. La relación entre Isabel II y la «eterna amante» nunca fue fluida y eso era algo que a Carlos le hundía en la tristeza. La frialdad quedó más que patente durante la boda de la pareja en 2005, donde la señora Parker Bowles pasó a ser un inquilino más de Buckingham Palace. Legalmente también se convertía en princesa y en futura reina, pero para no herir sensibilidades y despertar, aún más, el fantasma de Diana, se optó por darle en su lugar el título de duquesa de Cornualles.
Pese a las reticencias iniciales, con el tiempo Isabel II y Camila consiguieron entenderse. Cuando Carlos cumplió 65 años, Camila lució un broche en miniatura pintado sobre marfil, y que, a pesar del tamaño, tenía un valor muy especial para la monarca, lo que se interpretó como un signo finalmente de aprobación al gran amor de su hijo primogénito.
Hoy por hoy, el 80 por ciento de los británicos siguen apoyando la monarquía como forma de Estado. Sin embargo, habrá que esperar para saber cuál será el futuro de la Casa Windsor cuando el «eterno heredero» ejerza como Carlos III y el pueblo opine. Dejar el mismo legado que su progenitora será una tarea complicada para su hijo.
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