Funeral histórico

El último adiós a Isabel II

El funeral de Estado reúne en Westminster al mayor número de líderes internacionales. La última monarca global es enterrada en en la capilla de Windsor al lado de su marido

No nació para ser reina. Pero cuando su tío, Eduardo VIII, abdicó al enamorarse de la socialité divorciada Wallis Simpson, su padre, Jorge VI, se convirtió repentinamente en soberano. Y estaba claro que su destino no podía ser otro. Isabel Alexandra María de Windsor no solo ha sido un símbolo de continuidad para Reino Unido en los 70 años que ha durado su reinado, sino que pasará a posteridad por ser la última monarca global.

El funeral de Estado celebrado este lunes en Londres para dar el último adiós a la soberana, fallecida el pasado 8 de septiembre a los 96 años, fue un momento histórico, presenciado por lo que probablemente fue la reunión más grande jamás realizada de líderes mundiales, dignatarios extranjeros, miembros de familias reales y líderes religiosos de ambos lados del Atlántico.

Recorrido funeral Reina Isabel II
Recorrido funeral Reina Isabel IITeresa Gallardo

El funeral de Estado, el primero que se celebraba en Reino Unido desde la muerte de Winston Churchill en 1965, fue una jornada marcada por una solemnidad sobrecogedora y majestuosidad. Nadie maneja mejor los ritos que la ancestral monarquía británica, que muestra sin tapujos tradición, pompa y boato. El ritual, que pide dejar aparcado el análisis racional para dar rienda suelta a la fascinación, estuvo a la altura de la relevancia del reinado más largo de la historia de un país que busca ahora posicionarse en el tablero geopolítico tras su salida de la UE.

El féretro de Isabel II salió como estaba estipulado a las 10:44 (09.44 GMT) de la capilla ardiente del Salón de Westminster, sede de la soberanía popular, para recorrer los cientos de metros que lo separan de la Abadía de Westminster, el mismo templo que fue testigo de la boda de Isabel II en 1947 y su coronación en 1953 (un año después de que falleciera su padre).

Arrastrada con cuerdas por 142 miembros de la Marina Real, una cureña (carro de cañón) transportó los restos mortales, seguida por miembros de la familia real, a la cabeza de los cuales se hallaba un emocionado rey Carlos III. Tras ellos, ataviados con parafernalia tan característica como los sombreros de piel de oso de la Guardia Real, diferentes cuerpos militares desfilaron al son de las gaitas de regimientos escoceses e irlandeses.

El servicio religioso fue un recordatorio de los muchos roles institucionales que desempeñó durante su vida. Fue jefa de Estado en 15 países de la Commonwealth, gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra, comandante en jefe de uno de los ejércitos más grandes del mundo, matriarca de una de las familias reales más notables. Pero también incluyó una serie de toques personales para rememorar su papel como madre, esposa, abuela y bisabuela.

Uno de los momentos más emotivos fue ver al príncipe Jorge, de 9 años -segundo ahora en la línea de sucesión- y la princesa Carlota, de 7, los dos hijos mayores de los nuevos príncipes de Gales, participando en el cortejo fúnebre.

La corona de flores sobre el féretro incluía un mirto cultivado a partir de una ramita que formó parte del ramo de bodas de la soberana. Y sobre las flores, una tarjeta escrita a mano de su primogénito, Carlos III: “En memoria amada y devota. Charles R”.

El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, pronunció un sermón en el que destacó la vocación de servicio de la monarca: “Su difunta Majestad, como es bien sabido, declaró en su discurso de su 21 cumpleaños que toda su vida estaría dedicada a servir a la nación y a la Commonwealth. Rara vez se ha cumplido tan bien una promesa”.

El servicio religioso terminó con dos minutos de silencio en todo el país. Y el cortejo fúnebre partió luego hasta el Arco de Wellington, donde estaba esperando el coche fúnebre, para trasladar el féretro hasta el castillo de Windsor, un lugar con tremendo significado para la familia real y donde Isabel II vivía ya de manera oficial desde la pandemia.

La pompa y boato se desplegó de nuevo en toda su plenitud en un gran desfile hasta la capilla de San Jorge. Tremendamente emotivo fue ver a los corgis de la soberana, Muick y Sandy, y su poni Emma, recibiendo el féretro. Los perros y los caballos siempre fueron sus grandes pasiones.

Se celebró un nuevo servicio religioso al que sólo asistieron las casas reales, entre ellas, la española, y un grupo reducido de invitados. Y uno de los momentos históricos fue cuando la corona imperial del Estado, el orbe (que simboliza cristianismo) y cetro De la Cruz (simbolizando el poder) fueron retirados del féretro. Con el himno “Dios salve al Rey” se enterraba la era Isabelina para dar comienzo a la era Carolina. Las cámaras de televisión enfocaron entonces al gaitero abandonando en solitario el templo, mientras el féretro se retiraba. Isabel II fue enterrada en una ceremonia ya de carácter privado. Sus restos reposan ya junto a los de su marido, el príncipe Felipe, y sus padres, Jorge VI y la Reina madre.

Miles de ciudadanos siguieron cada detalle en grandes pantallas localizadas en varios puntos del país en un silencio sobrecogedor, roto tan solo por aplausos y lágrimas.

El autocontrol incansable y la solemnidad fueron los pilares que marcaron la vida de la monarca. Fue una constante en una era de rápidos cambios sociales y políticos, una figura clave en la historia del Reino Unido, un vínculo vivo con su pasado imperial y de posguerra, una imagen ampliamente reconocida a ambos lados del Atlántico. Reino Unido enterró hoy a su reina, el mundo entero rindió tributo a la última monarca global. Isabel II no solo hizo historia, sino que se convirtió en Historia en sí misma. No nació inicialmente para ser reina. Pero estaba claro que su destino no podía ser otro.