Marcha atrás
Truss da marcha atrás en la abolición del impuesto a los ricos para evitar una rebelión en sus filas
Duro revés para la primera ministra británica, que había convertido su rebaja fiscal en la gran apuesta de su gobierno conservador
No lleva ni un mes en Downing Street pero Liz Truss se ha visto ya obligada a dar su primer gran volantazo, con el golpe a la autoridad que eso supone, cambiando una de las medidas más polémicas de su radical programa de recortes de impuestos. Tampoco tenía más margen de maniobra si quería evitar una rebelión de sus propias filas, que han entrado en pánico estos días al ver la debacle de la libra en los mercados y la caída en picado de los conservadores en las encuestas.
Tan solo diez días después de presentar su plan fiscal, cuando la tinta aún no estaba seca y cuando durante todo el pasado fin de semana habían dicho que no habría cambios, el Ejecutivo daba este lunes marcha atrás anunciado que finalmente no abolirá la tasa máxima del 45% del impuesto sobre la renta, pagada solo por los más ricos. Se trata del volantazo más grande que lleva a cabo un Gobierno conservador desde que Theresa May abandonara su propuesta del bautizado “impuesto a la demencia” tan solo cuatro días después de presentarla en su manifiesto para las elecciones generales de 2017. Y ya se sabe lo que ocurrió después. Las cosas no le fueron especialmente bien.
El giro de 180 grados se anunciaba a primera hora de la mañana tan solo horas antes de que el responsable del Tesoro, Kwasi Kwarteng, pronunciara su discurso en el congreso anual que el Partido Conservador celebra esta semana en Birmingham, donde los ánimos no pueden ser más pesimistas.
“Reconozco que el programa [fiscal] ha causado pequeñas turbulencias”, decía con sarcasmo. “Pero necesitamos centrarnos en el trabajo que tenemos entre manos. Tenemos que mirar hacia adelante. No más distracciones. Tenemos un plan y tenemos que ejecutarlo porque es lo que la gente espera de nosotros”, señalaba ante las bases.
En una entrevista posterior a la BBC, dijo que había tomado su decisión tras “escuchar a muchísima gente en todo el país y ver que (la reducción del tramo más alto) se había convertido en una enorme distracción”. Pese a todo, defendió que esa medida, que contaba con el visto bueno de Truss, era solo “un elemento más dentro de un plan integral” y que ni siquiera era el más relevante desde el punto de vista de la recaudación. También consideró que la marcha atrás no obedecía a “juegos parlamentarios”, en alusión a la posible falta de respaldo por parte de los conservadores, sino que respondía a “haber escuchado a votantes que habían expresado opiniones contundentes”.
Es obvio, sin embargo, el descontento entre las filas. El “chancellor” negó que estuviera entre sus planes presentar su dimisión. Pero su puesto está en entredicho.
Truss, debilitada
La propia primera ministra -que está en el Número 10 por ganar unas primarias, no una victoria en las urnas- está gravemente debilitada. Truss aspiraba a ser como Margaret Thatcher, una política resuelta frente a los desafíos externos, una mujer fiel a sus convicciones que rara vez cambiaba de opinión. Sin embargo, parece más una veleta que se mueve con la dirección del viento. Y eso fue precisamente una de las causas por las que las filas forzaron la dimisión de Boris Johnson el pasado verano.
La Bolsa de Valores de Londres cerró ayer la sesión con una ligera subida. Pero si la libra no remonta y las encuestas no cambian se avecinan meses complicados para la nueva líder tory. Es más, algunas voces creen que no llegará siquiera a Navidades. Pero apenas queda un año y medio para las próximas elecciones generales, por lo que los conservadores tampoco se pueden permitir ahora un nuevo cambio de líder.
Las nueve encuestas publicadas tras los “mini presupuestos” -donde se anunciaron los mayores recortes de impuestos de los últimos 50 años- han puesto a la oposición laborista, en promedio, con 23 puntos de ventaja. Esto supone una oscilación del voto del siete por ciento en una semana de conservador a laborista. En 1992, los tories sufrieron una oscilación del 7,5 por ciento en su contra después del Miércoles Negro, en un mes. Fue el año en el que la victoria electoral del laborista Tony Blair enterraba 13 años de gobierno conservador. Todo apunta a que el escenario podría ahora repetirse.
✕
Accede a tu cuenta para comentar