¿Mito o realidad?
La verdadera historia de los hermanos que decapitaron a su madre para celebrar Halloween
La leyenda data de 1889, en Estados Unidos, y ha pasado a la historia gracias a la foto de dos niños; La niña, con un hacha, y su hermano, con la cabeza de su madre en la mano
Halloween es tiempo de historias de miedo, de oscuras leyendas urbanas, de películas de terror, de reuniones entorno a una hoguera y de homenajear a los seres queridos que ya no están con nosotros. Mientras los más pequeños de la casa corretean -la mayoría disfrazados de esqueleto, policía zombie o por qué no de superhéroe- de puerta en puerta diciendo aquello de “truco o trato”, cargados de bolsas repletas de caramelos y chucherías en general, los mayores prefieren las películas de miedo o las historias de terror.
Muchas han sido las historias terroríficas recordadas cada 31 de octubre, algunas de las cuales han traspasado fronteras. Desde las cuchillas escondidas en el interior de manzanas y caramelos, a los dulces envenenados, masacres ficticias o historias truculentas. Las leyendas urbanas mezclan realidad con ficción, modifican historias reales para convertirlas en verdaderos thriller capaces de dejar inmóvil a más de uno al conocerlas. Otras veces son reflejo de historias reales, mejoradas con el paso de las generaciones y aderezadas para lograr el objetivo de lograr un mayor impacto.
Lo que no es una leyenda es el origen de Halloween. Proviene del Samhain, un antiguo festival pagano celebrado por los celtas hace más de 2.000 años en el Reino Unido, Irlanda y el noroeste de Francia. El Samhainponía fin al verano y marcaba el inicio del invierno. Para los celtas, el Samhain era una época en la que los muertos podían caminar entre los vivos. La tradición de truco o trato (dulce o trato) comenzó también en Reino Unido e Irlanda, donde los niños iban casa por casa pidiendo los conocidos como “pasteles del alma” a cambio de una oración. Los adultos también pedían comida y bebida a cambio de un baile.
Las calabazas talladas, conocidas como Jack-o’-lanterns eran en un primer momento remolachas o nabos, que se utilizaban como linternas durante la noche de Halloween. La leyenda dice que el nombre lo tomaron de un hombre llamado Jack, que no podía ir al cielo ni al infierno y al que no le quedó más remedio que vagar por la Tierra con un trozo de carbón con el que poder encender su “candil”. Aunque hay una versión más verosímil y es que Jack fuera el vigilante nocturno que se encargaba de encender las linternas de la calle todas las noches.
La tradición saltó a Estados Unidos en el siglo XIX, con los primeros inmigrantes de Irlanda y Escocia. Allí, comenzó el “mestizaje” a todos los niveles. Incluida la tradición. Así, inmigrantes haitianos y africanos comenzaron a introducir elementos como el vudú, los gatos negros, el fuego y la brujería.
Una de las primeras leyendas y de las más llamativas es precisamente de esos primeros años de Halloween en Estados Unidos y ha pasado de generación a generación gracias a una foto macabra que data de 1889, en la que se ve a dos niños a los lados de una mujer. Uno de ellos sujeta la cabeza decapitada de su madre y su hermana tiene un hacha en la mano. Los protagonistas son los hermanos John y Susan Buckley, miembros de una familia típica de la época. El padre se dedicaba a cortar leña y se llevaba a su hija para que lo acompañara y para enseñarle el manejo del instrumento, algo que la pequeña Susan aprendió rápidamente.
Poco después, el señor Buckley moriría. La noticia conmocionó a toda la comunidad, pero especialmente a su mujer Elizabeth y a sus dos hijos. Varios meses después, los vecinos decidieron homenajear a la víctima en la noche de Halloween y de paso lograr animar a la consternada familia. Para ello, hicieron un concurso en el que todos los vecinos competirían para saber cual de ellos había logrado crear el maniquí más terrorífico.
Según dice la leyenda, los hermanos Buckley se tomaron muy en serio la competencia y decidieron llevarla a un nivel superior, lo más realista posible. Y sólo había una forma de lograrlo, utilizar un maniquí humano. Elizabeth se negó a participar porque seguía de luto por su marido y prefirió quedarse en la terraza de su casa dejando pasar el tiempo y sin sospechar que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
Susan, aprovechando la indefensión de su madre, se acercó por detrás con el hacha de su padre y, lentamente, la decapitó. Esa es precisamente la imagen que ha pasado a la historia. La de John con la cabeza de su madre, junto a su hermana armada con el hacha. Una vez que habían asesinado a Elizabeth, sólo quedaba preparar el cuerpo para presentarlo como un maniquí. La trasladaron al jardín y la dejaron sentada en una silla, como si siguiera viva.
Cuando comenzó la fiesta, los vecinos fueron llegando con sus maniquíes y todo transcurría con normalidad, sin que nadie se percatara de nada extraño. Hasta que una de las vecinas, amiga de Elizabeth, se acercó a saludarla... y se encontró con la macabra realidad. El grito alertó a todos los asistentes a la fiesta, que salieron corriendo a encerrarse en sus casas. Cuando la Policía llegó al lugar de los hechos, los niños habían huido y el cuerpo de la madre no estaba por ningún sitio.
Otra versión indica que la fiesta se celebró en otro lugar y que hasta allí fueron los niños con el cuerpo de su madre. En este caso, nadie se percató de la situación hasta que una vecina se acercó a su casa a felicitar a su madre por el maniquí y se encontró con un charco de sangre en el salón. Cuando preguntó a los niños por su madre le señalaron la silla en la que estaba el supuesto maniquí. De nuevo, un grito desgarrador. Poco después, la casa estaba vacía y los agentes no encontraron nada.
No sería hasta varios días más tarde cuando el cadáver fue localizado, en estado de putrefacción, en una cuneta. La cabeza nunca apareció.
Leyenda o realidad, lo que sí se ha podido saber es que la imagen del niño con la cabeza decapitada es falsa. Se trata de un montaje realizado por Eddie Allen, un artista gráfico norteamericano, que retoca imágenes familiares para convertirlas en terroríficas. En este caso, lo que hizo fue intentar adecuar la imagen de la familia a lo que sucedió en realidad... o no.
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