Elecciones

El extremista Ben Gvir, un as bajo la manga de la derecha israelí

Su coalición Sionismo Religioso ocupa el tercer puesto en las encuestas con su discurso racista y podría ser clave para la vuelta de Netanyahu al poder

El ultra Ben Gvir hace campaña en un mercado de Jerusalén
El ultra Ben Gvir hace campaña en un mercado de JerusalénDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Idolatrando a un asesino se convirtió en abogado. Pistola en mano, ha amenazando con “acribillar” árabes en Jerusalén y, desde su escaño en el Parlamento de Israel, despliega una retórica racista que, en las calles, atrae multitudes fanáticas. Es Itamar Ben Gvir ¿Salvador o amenaza del Estado judío?

Detrás de sus gafas y bajo una omnipresente kipá blanca, un sonriente y rechoncho Ben Gvir, de 46 años, es el fenómeno mediático de la contienda electoral israelí. Domina el arte de evadir preguntas mientras se mueve en los extremos de la opinión pública: de peligro nacional a líder de nuevas generaciones.

El partido que lidera, Otzma Yehudi (Poder Judío), concurre a las elecciones del próximo martes con otras dos facciones -una de colonos radicales y otra homófoba-, integrados en el movimiento Sionismo Religioso, tercera fuerza en la intención de voto según las encuestas, y clave para que el ex primer ministro Benjamin Netanyahu recupere el poder.

Aunque nació en una familia de inmigrantes laicos, Ben Gvir se involucró desde adolescente en movimientos religiosos y de la derecha radical, y a los 18 años fue expulsado del servicio militar obligatorio por sus antecedentes extremistas.

Ha sido acusado unas 50 veces y condenado ocho por disturbios, vandalismo, incitación al racismo y apoyo a una organización terrorista, y en muchos de esos procesos representó su propia defensa.

Eventualmente se tituló como abogado, convirtiéndose en el defensor estrella de colonos radicales, atacantes de palestinos y líderes de organizaciones judías extremistas. “No lo hago por dinero, sino porque realmente creo que necesito ayudar a estas personas”, aseguró.

Su erudición en leyes le permite, en el plano político, llegar al límite de la provocación sin ser sancionado, mientras rentabiliza al máximo su estrategia: instiga a la violencia, atiza el conflicto entre árabes y judíos mientras promete un “Estado seguro”, y defiende una “verdadera derecha” que acabará con “el miedo” en el que, asegura, viven los israelíes.

El éxito de esta fórmula puede calibrarse durante las marchas nacionalistas que brotan en Israel, donde hordas de jóvenes enardecidos abrazan y besan a Ben Gvir, en una marea blanquiazul de banderas israelíes.

Junto a su séquito, Ben Gvir realiza ritos talmúdicos dentro de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, el tercer lugar más sagrado para los musulmanes, contraviniendo incluso las ordenanzas de rabinos. También hace provocadoras incursiones en barrios de Jerusalén Este ocupado, donde insiste en desplazar a los habitantes árabes para instalar a colonos judíos.

Hace dos semanas, blandió un arma en el barrio de Sheikh Jarrah, donde varias familias palestinas enfrentan órdenes de desalojo en favor de judíos, y amenazó a los árabes con “acribillarlos” si lanzaban piedras. “Somos los propietarios de este lugar, recuérdenlo, soy vuestro propietario”, les dijo.

Desde el escaño que ganó en la Knset (Parlamento) en 2021, acusa de “traidores” a los israelíes de izquierda y de “terroristas” a los árabes. Durante una sesión, tuvo que ser expulsado a empujones por dos guardias.

Su propaganda electoral incluye un cartel gigante en el que pide desterrar a tres políticos árabes israelíes. “Enemigos”, escribe junto a sus rostros.

Sobre la cuestión palestina, Ben Gvir aboga por la solución de un solo Estado, con una especie de ministerio de fomento a la emigración que convenza a los palestinos de abandonar Israel. Europa necesita “manos trabajadoras”, argumenta.

“Es un peligro para el Estado de Israel. Es la versión israelí moderna de un supremacista blanco estadounidense y de un fascista europeo”, resume un editorial del diario de derechas “The Jerusalem Post”.

Incluso dos legisladores estadounidenses aliados de Israel, Robert Menendez y Brad Sherman, han activado las alarmas: sin ostracismo para Ben Gvir, la crucial relación de Israel con EE UU se resentirá.

“Pondrá en peligro el prestigio de Israel, ¿Qué más podríamos desear? El apartheid no se derrumbará por sí solo. Únicamente la presión internacional despertará a Israel”, argumenta otro editorial del izquierdista “Haaretz”.

Bajo presión política, Ben Gvir retiró en 2020 de las paredes de su salón una fotografía de Baruch Goldstein, un extremista religioso que en 1994 asesinó a 29 palestinos mientras rezaban en una mezquita de Hebrón, en Cisjordania.

Tanto Ben Gvir como Goldstein son discípulos declarados del difunto rabino radical Meir Kahane, cuyo movimiento Kach es considerado terrorista en Israel y EE UU. Ben Gvir entendió que estas referencias incendiarias limitarían su alcance electoral, y se ha esmerado en limar sus extremismos.

En los mítines, ya no permite que los asistentes griten “Muerte a los árabes”, y pide en cambio “¡Muerte a los terroristas!”. Aun apoya la pena capital y que los civiles porten armas.

“A los 17 años decía que Baruch Goldstein era un héroe, hoy no creo que debamos matar árabes o deportarlos”, dijo en septiembre el líder derechista, quien podría ocupar un puesto de ministro en un eventual Gobierno de Netanyahu.