Terrorismo

El Estado Islámico se jacta de la decapitación de cristianos para imponer su “religión”

Anuncian que continuarán con su campaña de genocidio, bajo el lema “derribar la Cruz”

Fotografía que encabeza el editorial del semanario del Estado Islámico
Fotografía que encabeza el editorial del semanario del Estado Islámicojmzfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5

El Estado Islámico se jacta de que con las decapitaciones de cristianos, cuya visión espanta a algunos, aunque se trate de una terrible realidad que hay que combatir, logra que los fieles de esta religión huyan de sus lugares de residencia con lo que se consuma uno de los fines del genocidio en marcha.

“A veces, los muyahidines (terroristas) atacan las reuniones cristianas, queman sus aldeas e iglesias y desplazan a los que están detrás de ellos, por lo que la decapitación de un cristiano en una aldea fue suficiente para desplazar a cientos de cristianos de las aldeas vecinas, y los cristianos comenzaron a huir de las aldeas costeras hacia el norte, pueblos interiores y de allí al centro de ciudades y pueblos, todo esto en busca de la seguridad perdida”, dice la banda yihadista en el editorial de su semanario “Naba”, publicado la pasada noche.

Por si había alguna duda de la finalidad de estos crímenes, subraya que “el desplazamiento y el terror los persiguieron dondequiera que se asentaron, después de que todos los pueblos y aldeas se convirtieran en el círculo de la amenaza. No hay forma de detenerlos (a los terroristas) excepto por el Islam o el impuesto, de conformidad con la ley islámica”.

Fin de la cita. Son los propios terroristas lo que explican, sin tapujos, lo que hacen en Mozambique, pero también en NIgeria, Burkina Faso, Níger...o en Egipto, con los coptos.

No ha pasado tanto tiempo, fue el 26 de julio de 2016, del asesinato del padre Jacques Hamel presbítero de 85 años celebraba misa en la parroquia de Saint Etienne du Rouvray, en la Normandía francesa.

Al término de la Eucaristía, dos terroristas se acercaron de forma violenta asegurando ser miembros del Estado Islámico y retuvieron en el lugar tanto al presbítero como a la docena de ancianos feligreses que se encontraban en el interior del templo.

La policía fue alertada por una monja que había conseguido escapar a tiempo. Cuando los agentes acudieron al lugar y abatieron a los dos terroristas, el sacerdote yacía decapitado al pie del altar. Una anciana también fue herida en el cuello al momento de la llegada de las autoridades, aunque pudo ser llevada al hospital para su recuperación.

En octubre de 2020, otro atentado terrorista se produjo en el interior de la Basílica de Notre Dame, en pleno centro de Niza. Sobre las 9 de la mañana, un individuo armado con un cuchillo entró en la iglesia y asesinó a tres personas, dos mujeres y un hombre.

Al menos una de la víctimas, una de las mujeres, fue decapitada. El varón fallecido era el sacristán de la basílica. Dos de los muertos perecieron en el interior del templo. El tercero, en un bar cercano donde había buscado refugio tras haber sido herido.

Los atentados de Pascua de Sri Lanka fueron una serie de ataques con explosivosen tres igñesiasy cinco hotelesde lujo en varias ciudades de ese país asiático el 21 de abril de 2019 durante el domingo de Pascua, que dejaron 269 personas fallecidas y más de 500 heridas.

También en 2019, 27 personas fueron asesinadas y otras 71 han resultado heridas tras registrase dos explosiones en una catedral de una localidad de Jolo, localizada en el sur de Filipinas.

Desde que, en agosto de 2016, el Estado Islámico lanzara, a través de su revista “Daviq”, la campaña “Derribar la Cruz”, en la que anunciaba que no pararía hasta conquistar Roma y el Vaticano, los ataques contra los cristianos han sido constantes.

Los terroristas dejaban claro que estamos ante un conflicto de religiones: «Ésta es una guerra justificada divinamente entre la nación musulmana y las naciones de la incredulidad». Y aseguraban que Alá ampara la difusión de sus creencias mediante el uso «de la espada», que es una obligación que se encuentra en el Corán. Amenazaban con que «la guerra sólo terminará con la bandera negra de Tawhid (monoteísmo islámico) aleteando sobre Constantinopla (Estambul) (la basílica de Santa Sofía ya ha sido reconvertida en mezquita) y Roma, lo que no es difícil para Alá». «Saben muy bien que nuestra lucha continuará hasta que sean derrotados, se sometan a la regla de su creador o hasta lograr el martirio. Alá ha hecho nuestra la misión de hacer la guerra contra la incredulidad hasta que deje de existir. Él nos ha ordenado matar a todos los paganos dondequiera que estén».

El Papa Francisco, como jefe de la Iglesia católica, se convertía en el objetivo de sus ataques, sobre todo después de la declaración que hizo en su día de respeto «a los verdaderos seguidores» del islam para que no se generalizara un odio contra esta religión. A este respecto, los yihadistas consideran un ataque contra ellos la entrevista que mantuvo Francisco «con el infame Ahmed el Tayeb, líder de la Universidad de Al Azhar, al que se presentó como el representante de los musulmanes suníes en todo el mundo».

«Benedicto XVI –agregaban–, el predecesor de Francisco, decía que la democracia contradice la esencia del islam, que simplemente no tiene separación entre la política y la esfera religiosa real de los musulmanes. Así, mientras que Benedicto, y muchos antes que él, hicieron hincapié en la enemistad entre los cristianos paganos y musulmanes monoteístas, el trabajo de Francisco es notablemente más sutil, evitando palabras de confrontación, jugando el papel perfecto para su infiltración en tierras musulmanas».

Está claro que el genocidio contra los cristianos va a continuar e ignorar esta realidad, aunque las imágenes espanten, es, eso sí, hacer el juego a los terroristas.