Estrategia
El vergonzoso fracaso de Rusia en la guerra de Ucrania
El intento de Rusia de movilizar una fuerza para reemplazar sus pérdidas y terminar el conflicto ha sido un fiasco
Definitivamente es invierno. Aquí en Washington DC hace un frío impropio de la estación desde mediados de noviembre. En algunas partes de Europa, y especialmente en Ucrania, es mucho peor que eso, y sólo estamos en diciembre.
Es difícil saber exactamente lo que está ocurriendo en Ucrania. Los indicios apuntan a que, mientras los rusos siguen machacándose en elfrente de Bajmut, los ucranianos están preparando otro ataque, aunque todavía no se sabe dónde podría ser. En la era de la gratificación instantánea de la información, el seguimiento de esta guerra ha resultado frustrante debido al dominio ucraniano de la seguridad operativa.
Mientras tanto, el intento de Rusia de movilizar una fuerza para reemplazar sus pérdidas y terminar la guerra parece haber sido un vergonzoso fracaso. Sus fuerzas, insuficientes e inadecuadamente adiestradas, recurren cada vez más a armamento obsoleto, con resultados previsibles. El régimen de Putin también recurre cada vez más a ataques contra la red eléctrica y a otros esfuerzos tanto para obstaculizar la flexibilidad operativa ucraniana como para quebrar la moral de la población civil. En este momento, por ejemplo, en un día determinado un millón o más de civiles están sin electricidad.
Esta semana, en respuesta a la creciente barbarie de los ataques rusos con misiles y aviones no tripulados contra la población civil de Ucrania, funcionarios estadounidenses han sugerido que están elaborando planes para suministrar al ejército ucraniano misiles antiaéreos avanzados Patriot. Se trata, por supuesto, de una señal del compromiso continuado estadounidense, y presumiblemente europeo, de apoyar a Ucrania. Del mismo modo, Alemania está avanzando hacia la fabricación de su propia munición para los vehículos antiaéreos que ya ha proporcionado a Ucrania, evitando la resistencia de los productores suizos que desean mantener su neutralidad.
Mientras tanto, los rusos intentan claramente distraer y fracturar a la OTAN en los Balcanes haciendo que sus apoderados serbios amenacen con una nueva ocupación de Kosovo. Por el momento, la Alianza se mantiene firme en sus compromisos en los Balcanes, y esperemos que eso sea suficiente para disuadir a Belgrado de reavivar los horrores de la guerra civil yugoslava de los años noventa.
Las guerras tienen la costumbre de aclarar las cosas, al menos a corto plazo. Esta guerra ha aclarado muchas cosas. Nos ha mostrado que en Europa todavía pueden producirse guerras importantes, a pesar de todos nuestros esfuerzos, especialmente desde el final de la Guerra Fría. Ha mostrado la compasión de los europeos al acoger literalmente a millones de refugiados de Ucrania, sin saber cuándo podrán volver a casa. Ha visto que la alianza occidental sigue viva, y que las economías occidentales siguen teniendo el poder de imponer duras sanciones económicas cuando es necesario. Ha aclarado las enormes ventajas tecnológicas de la Alianza, así como revelado la farsa del poder militar ruso. Lo que queda por aclarar, y depende del coraje y la fuerza de voluntad ucranianos, es si Occidente acabará imponiéndose, una cuestión crítica para el futuro de un mundo lleno de desafíos.
¿Qué sentido tiene todo esto? A medida que nos acercamos cada vez más a la época navideña, y al invierno en general, habrá una tendencia natural a dejar de lado todo este malestar, sobre todo si el frente ucraniano parece estable o tranquilo. Por desgracia, lo que hay que evitar es precisamente el desinterés y la complacencia, ya que la guerra no se ha detenido y seguramente aumentará en intensidad y violencia. La invasión de Ucrania fue un “conflicto congelado” de 2015 a 2022, y nada bueno puede venir de que vuelva a ese estatus. Pase lo que pase esta semana, o en las próximas, lo más importante es que en Occidente no perdamos interés en la guerra.
John Callahan es decano de la Escuela de Estudios de Posgrado y Profesionales en el New England College (EE UU)
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