Geopolítica

Lavrov en Suráfrica: “La guerra contra Occidente ya no es híbrida, sino casi real”

El ministro ruso ha anunciado unas maniobras navales conjuntas con China y Suráfrica, que se celebrarán a finales del mes de febrero

El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, junto a su homólogo angoleño, Tete Antonio.
El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, junto a su homólogo angoleño, Tete Antonio.STRAgencia AP

El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, concluyó ayer una gira africana por Suráfrica, Esuatini y Angola, realizada con la intención de recabar apoyos frente a Occidente. Esta se trata de la segunda visita que realiza el político ruso al continente en menos de seis meses, después de su viaje a Egipto, Etiopía, Ruanda y República del Congo a finales de julio de 2022.

El motivo principal de esta visita partía de la necesidad de organizar la próxima cumbre ruso-africana que se celebrará en Moscú en el mes de julio de este año, y donde Vladimir Putin buscará atraer para su causa al máximo número de representantes africanos. Además, esta última visita a Suráfrica ha permitido a Lavrov confirmar que en la última semana de febrero se realizarán unas maniobras navales conjuntas entre China, Rusia y Suráfrica que se finalmente llevarán a cabo frente a las costas del país africano (a más de 15.000 kilómetros de Ucrania). Unas maniobras que, según confirmó la ministra de Exteriores surafricana, Naledi Pandor, no hacen sino “seguir el curso natural” de las relaciones históricas entre Moscú y Pretoria. La sudafricana quiso también restarle importancia al suceso, añadiendo que “todos los países realizan ejercicios militares con amigos de todo el mundo”, a la que condenaba “el doble estándar” que implica que algunos países pueden hacer dichos ejercicios, mientras otros no.

Una amistad que se remonta a Mandela

Lavrov, hecho fuerte entre amigos, aprovechó sus declaraciones conjuntas con Pandor para explicar que la guerra contra Occidente “ya no es una guerra híbrida, sino casi real”, y que los países del oeste han procurado “destruir todo lo ruso, desde el idioma hasta la cultura”. Prosiguió criticando las leyes ucranianas previas a la guerra y que prohibían “todo contacto con el idioma ruso”, dando a entender que la situación de los rusos en Ucrania casi que se parecía a la de los judíos durante la Alemania nazi.

Su homóloga sudafricana escuchaba estas declaraciones sin arquear una ceja. El Gobierno sudafricano ha mantenido una postura oficial de “neutralidad” desde el inicio del conflicto en Ucrania, aunque sus actos se han decantado indudablemente hacia el apoyo a Rusia. El presidente Cyril Ramaphosa pronunció un famoso discurso en marzo de 2022, apenas un mes después del inicio de la invasión, en el que condenaba el uso de la violencia por parte de Rusia, sí, pero donde también aseguró que “la guerra podría haberse evitado si la OTAN hubiese prestado atención a los avisos de sus líderes líderes a lo largo de los años de que su expansión al este conduciría a una mayor, no menor, inestabilidad en la región”. En el mismo discurso se pronunció en contra de las sanciones a Rusia, por considerar que lo único que conseguirían era prolongar el conflicto.

En este contexto de apretones de manos entre rusos y sudafricanos, merece la pena recordar que las relaciones entre ambas naciones alcanzaron su culmen a finales del siglo pasado, concretamente con la subida de Nelson Mandela al poder. El Congreso Nacional Africano (partido político del histórico líder), fue fundado, entre otros, por Oliver Tambo, uno de los jóvenes africanos instruidos por los soviéticos en el 165º Centro de Formación para Personal Militar Extranjero de Simferópol, Crimea. Pese a que el Imperio soviético cayó antes del término del apartheid, los miembros del CNA (que lleva gobernando el país de forma ininterrumpida desde 1994) no olvidan el apoyo que les prestó Moscú durante sus primeros años de lucha, y este recuerdo se traduce en un mantenimiento excelente de las relaciones diplomáticas entre Rusia y Sudáfrica.

Luanda y Moscú, capitales hermanas

Una historia similar la encontramos en Angola, el tercer y último país visitado por Lavrov en esta pequeña gira. El único partido que ha gobernado el país desde su independencia en 1974, el MPLA, tuvo que combatir una cruenta guerra civil de 26 años de duración contra la UNITA, donde el MPLA recibió el apoyo de Rusia y de Cuba mientras la UNITA tuvo que contentarse con una limitada ayuda estadounidense. El MPLA venció, gobernó y recordó a diario cuánto le deben a Moscú: Rusia sembró así durante la Guerra Fría y cosecha ahora los frutos de sus viejas guerras. Aunque el MPLA se ha desvinculado en los últimos años del comunismo para abrazar un socialismo más moderado, esto no quita que Lavrov se sintiera ayer con la libertad de denunciar públicamente las “presiones” de Occidente contra África, Asia y Latinoamérica.

En una rueda de prensa celebrada con el presidente angoleño, João Lourenço, el ministro ruso confirmó haber discutido al detalle las relaciones bilaterales entre ambos países y anunció igualmente “la disposición recíproca de desarrollarlas en ambos ámbitos, a pesar de las presiones ilegítimas de EE.UU y de sus socios”. En una larga perorata panafricanista que duró más de lo previsto, Lavrov quiso elogiar los esfuerzos de la Unión Africana y de Angola por dar término a los conflictos a la región (es cierto que Angola está jugando un papel fundamental en el conflicto entre República Democrática del Congo y Ruanda), además de reiterar “la postura rusa de reformar el consejo de seguridad de la ONU para aumentar la representación de países africanos”.

Aunque ninguna nación africana (a excepción de Eritrea) ha apoyado abiertamente la invasión rusa de Ucrania, son muchos los países que han expresado, si no su neutralidad en el conflicto, un apoyo disimulado que se traduce en materias de cooperación militar y económica. Tal es el caso de República Centroafricana, Sudán del Sur, Guinea Conakry, Mali, Uganda, Suráfrica, República Democrática del Congo y Madagascar, entre otros. Se tratan de naciones fundamentales para que Moscú eluda las sanciones económica impuestas por Occidente, estableciendo nuevos y productivos tratados que permitan mantener a flote la economía rusa.