Incursión rusa

Los tentáculos de Putin más allá de Europa: la influencia en África

Moscú incrementa su influencia en países como Mali, Mozambique o República Centroafricana a través de agentes privados de Wagner

Mercenarios de Wagner en foto de archivo
Mercenarios de Wagner en foto de archivoReutersReuters

Mientras Occidente asiste desconcertado en el tablero ucraniano al último órdago de Vladimir Putin, lejos de allí, en el continente africano, Rusia continúa incrementando su influencia de manera hábil y silenciosa. La estrategia de Moscú es híbrida y asimétrica, pues combina la acción directa del Estado con la que promueven agentes y capital privado -aunque siempre estos últimos al servicio de los intereses del Kremlin.

Entre esos agentes privados destaca el conocido como Grupo Wagner, una compañía militar privada rusa –el Kremlin niega sus vínculos con una organización que oficialmente no existe- capaz de movilizar miles de combatientes mercenarios a zonas de conflicto. Financiada por el oligarca Yevgeny Prigozhin–y amigo personal del presidente ruso ruso-, Wagner está presente en África asistiendo a los gobiernos locales en su combate contra el terrorismo y la actividad criminal desde 2017 (aunque la estrategia rusa de emplear mercenarios arranca en los años noventa). Como contrapartida, el Estado o las empresas rusas obtienen importantes contratos comerciales, concesiones para la explotación de recursos naturales –oro, magnesio, uranio o diamantes- o espacios para instalar bases militares.

“Que Rusia está presente en África es un hecho constatable desde hace años y no solo a nivel militar. La estrategia de Rusia pasa por expandir su influencia de forma asimétrica por África ejerciendo campañas de desinformación y desestabilización como en el caso de Mali”, explica a LA RAZÓN la profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Málaga Pilar Rangel. Entre 2015 y 2019 Rusia ha firmado 19 acuerdos de colaboración militar con autoridades africanas, según el “think tank” estadounidense Brookings Institution. Rusia es, por otra parte, el mayor suministrador de armas a los países del África subsahariana.

mercenarios rusos
mercenarios rusosAntonio Cruz

“En el caso de África nos encontramos con países que son ricos en recursos naturales, pero que se enfrentan a graves crisis políticas, económicas y problemas como el terrorismo o el crimen organizado. Es donde entran grupos como Wagner para ofrecer ayuda a cambio de convertirse en agentes de poder asumiendo una deuda con ellos”, insiste la docente.

La expansión de Wagner parece imparable. Primero fueron Mozambique o Sudán (2017), después la República Centroafricana (2018), más tarde Libia (2019) y en los últimos meses, Mali. Burkina Faso puede ser el siguiente. Entretanto, varios países africanos, la mayoría en el área occidental y saheliana –especialmente golpeados por el terrorismo yihadista y el crimen organizado-, han registrado en los últimos meses asonadas o tentativas golpistas, entre ellos Mali, Burkina, Chad o Guinea.

El caso paradigmático de Mali

El de Mali es un caso paradigmático de esta silenciosa pero efectiva penetración rusa en los países del África occidental. Desde la llegada al poder en 2020 de la actual junta militar en Mali –el coronel Assimi Goita se coronó, tras un segundo golpe, como presidente en junio de 2021- las relaciones entre el país africano y Francia, la antigua potencia colonial en esta zona del continente, no han hecho más que deteriorarse. En junio de 2021 París, contrariado por el triunfo de la asonada, anunció la reducción del contingente militar que combate a la actividad violenta de los grupos yihadistas en el Sahel. En estos momentos quedan en la región entre 4.000 y 5.000 soldados franceses; la mitad de ellos en Mali. Un vacío y unas aguas turbulentas especialmente apetitosas para Rusia.

El último episodio de la crisis entre París y Bamako se produjo la semana pasada, cuando las autoridades malienses expulsaron al embajador francés tras unas declaraciones del ministro galo de Exteriores, Jean Yves Le Drian, en que acusaba a la junta gobernante de “ilegítima” y la acusaba de expoliar los recursos naturales del país con la ayuda de los mercenarios rusos. El sentimiento antifrancés se aviva en Mali –se suceden las manifestaciones, en las que se corean además eslóganes favorables a Moscú- al tiempo que sus líderes no se reprimen a la hora de expresar sus simpatías por Rusia. Al tiempo, la deriva autoritaria de las autoridades malienses no hace sino confirmarse. Las elecciones legislativas previstas para este mes han desaparecido de la agenda de las autoridades; la siguiente fecha propuesta es diciembre de 2025.

“La entrada de Wagner en el Sahel se produce ante la incapacidad de detener el avance del terrorismo yihadista por parte de Francia y otros actores internacionales y ante el descontento popular de los últimos años que ven en Rusia una nueva esperanza para solucionar este problema”, apunta Rangel. “Sin embargo, la entrada de Wagner en Mali traerá una mayor desestabilización y creará un escenario peor donde el terrorismo yihadista junto al crimen organizado no solo continuarán, sino que se extenderán a otros países limítrofes como Togo, Costa de Marfil o Benín”, advierte la docente de la Universidad de Málaga.

Aunque el centro de la atención occidental se encuentra hoy en Ucrania, las grandes potencias e instituciones multilaterales –desde la UE hasta Estados Unidos pasando por Naciones Unidas o la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, que ha impuesto duras sanciones a Mali- no han ocultado su preocupación por la actividad de los mercenarios de Wagner. El potencial desestabilizador de un aumento de la violencia estatal y de grupos armados y de nuevos golpes de Estado autoritarios para el Sahel es extraordinariamente elevado. Y las consecuencias, en forma de migraciones masivas, se harán también inevitablemente sentir en el Mediterráneo y el sur de Europa.