África

Ataque en Costa de Marfil: ¿Regresa el terrorismo yihadista?

La relativa seguridad en el norte de Costa de Marfil contrasta con la inseguridad en Burkina Faso

C.Marfil.- Mueren cuatro personas en un ataque armado en el norte de Costa de Marfil
C.Marfil.- Mueren cuatro personas en un ataque armado en el norte de Costa de MarfilEuropa Press

“En la noche del domingo 24 al lunes 25 de agosto de 2025, la aldea de Difita (departamento de Téhini) fue blanco de una incursión por parte de individuos armados no identificados. El ataque, ocurrido alrededor de las 2:00 a. m., tuvo como objetivo la aldea agrícola, ubicada a dos kilómetros de la frontera con Burkina Faso”. Así rezaba el comunicado emitido por el ministerio de Defensa marfileño este lunes, donde se informab de un hecho impactante y poco común en Costa de Marfil: lo que sería con toda probabilidad un ataque terrorista dentro de su territorio.

El último ataque de esta índole del que se tiene constancia en Costa de Marfil tuvo lugar en 2021, también cerca de la frontera burkinesa. Desde entonces, las medidas adoptadas por el Gobierno parecían haber esquivado la amenaza. Donde otros países de la región sucumbieron al yihadismo armado, Costa de Marfil adoptó una estrategia basada en la integración de las comunidades norteñas en el modelo nacional, el apoyo económico a los sectores más vulnerables por medio de subvenciones y ayudas al empleo y el desplazamiento de sectores de la población más susceptibles a ser reclutados por los terroristas que patrullan el lado burkinés de la frontera. Parecía que funcionó. Mali, Níger y Burkina Faso son pasto de las llamas, mientras que Togo y Benín se encaminan a una dirección similar; pero hacía cuatro años que no ocurría ningún ataque de este tipo en Costa de Marfil.

El comunicado marfileño informó además de que los atacantes (que huyeron antes de que apareciesen las fuerzas de seguridad) asesinaron a cuatro agricultores, quemaron varias chozas, destruyeron vehículos y robaron ganado. También hay una persona desaparecida. “La búsqueda continúa para determinar a los autores y los motivos de este acto criminal”.

A falta de una confirmación oficial, que los agresores procedieran de Burkina Faso sólo da pie a dos opciones: que se tratase de una algara realizada por tropas burkinesas, que atacan de forma ocasional el lado marfileño de la frontera; o, con toda probabilidad, considerando que las víctimas son civiles, que el ataque haya sido perpetrado por insurgentes islámicos. La segunda opción es la más probable. Merece la pena señalar que el comunicado indicaba que los cuatro fallecidos eran “agricultores” (en lugar de decir personas, civiles o ciudadanos). Esa especificación de los términos da pie a la especulación en varios sentidos.

Un historial complejo

Este periodista ha visitado en alguna ocasión la frontera burkinesa, del lado marfileño. Allí pudo comprobar que las comunidades peul que se desplazaban por la zona fueron trasladadas en 2022 hacia el interior, cerca de Korhogo. El motivo de este traslado estaría relacionado con las sospechas de las autoridades marfileñas hacia las comunidades peul de la zona, dedicadas principalmente al pastoreo, por sus lazos étnicos y familiares con comunidades peul del lado burkinés. En distintos países del Sahel, algunos grupos armados han reclutado de manera significativa a jóvenes de origen peul, lo que ha reforzado la percepción de vulnerabilidad de estas comunidades frente a la influencia yihadista.

Aunque la gran mayoría de los peul rechaza esa violencia, este vínculo ha llevado al Estado a tratarlos con especial recelo en las áreas fronterizas, donde la movilidad de las familias pastoriles y los vínculos transnacionales generan desconfianza.

Los peul, conocidos como fulani en Nigeria, son además conocidos por sus conflictos recurrentes con los agricultores con quienes comparten territorio. No existe etnia en África Occidental, más allá de los peul, que tengan una tasa de incidencia tan elevada a la hora de observar conflictos entre ganaderos y agricultores.

Considerando el historial entre los peul y los agricultores; su traslado lejos de la frontera (con las quejas consiguientes que pudo conocer este periodista); la proximidad a Burkina Faso, donde un elevado número de terroristas pertenecen a esta misma etnia; y leyendo ese “agricultores” del comunicado, conciso y revelador… es lógico que se establezcan hipótesis que apunten en esta dirección.

Fuentes sobre el terreno corroboran la posibilidad de que el ataque haya sido perpetrado por yihadistas armados, y que estos sean peul, aunque resaltan que “los peul que viven en Korhogo niegan cualquier vínculo con los atacantes”. Por otro lado, el ataque tuvo lugar pocos días después de que un elevado número de burkineses se desplazaron a Costa de Marfil, tras huir de un ataque terrorista realizado en el lado burkinés de la frontera. Nuevamente se discute la posibilidad de que el ataque en suelo burkinés y el consiguiente desplazamiento de civiles tenga correlación con los sucesos de la madrugada del 25 de agosto.

Una relación compleja

Esto lleva a que recuerden los lazos familiares entre burkineses y muchos marfileños de ascendencia burkinesa son un factor que debe tenerse en cuenta. Que este asunto puede ir mucho más allá de las etnias o de los pastores. Porque todos en el país saben que, durante la colonización francesa, el desplazamiento de mano de obra burkinesa a la colonia de Costa de Marfil era un procedimiento habitual, lo que llevó a la instauración de una fuerte comunidad de raíces burkinesas cuya permanencia en territorio marfileño ha traído problemas en alguna que otra ocasión.

Durante los años 90 se extendió la ideología de la ivoirité, promovida por ciertos sectores políticos, que buscaba definir quién era un “verdadero marfileño”. Esto excluía a muchos inmigrantes y hasta a marfileños del norte con raíces familiares en Burkina Faso o Malí. Fue en base a este concepto que los burkineses y otros inmigrantes fueron blanco de ataques, linchamientos y expulsiones durante la primera guerra civil marfileña, acusados de apoyar a las rebeliones del norte. Hubo relatos de "cacerías" y persecuciones contra ellos, especialmente en Abiyán y en zonas rurales.

La historia compartida es turbulenta. A ello se suma la alineación de Costa de Marfil con Francia, frente a un Burkina Faso gobernado por Ibrahim Traoré, símbolo de la resistencia antifrancesa. Esto ha provocado altercados recientes entre las fuerzas armadas de ambos países y ha convertido la frontera en un auténtico “punto caliente” del mapa regional. Que la violencia se haya reducido a momentos puntuales puede leerse como una victoria del Gobierno marfileño, aunque sea una victoria que deba conseguirse cada día.

La relativa seguridad en el norte de Costa de Marfil contrasta con la inseguridad en Burkina Faso, lo que ha llevado a que la junta militar burkinesa haya acusado a Abiyán de acoger a terroristas en repetidas ocasiones. Conversaciones que ha sostenido este periodista con las autoridades del departamento de Kong rechazan esta narrativa. Además, los métodos explicados al principio de este artículo, sumados a la fuerte presencia de seguridad en la zona, demuestran un claro interés de las autoridades marfileñas por mantener el terrorismo al otro lado de la frontera.