Migración

Creciente inestabilidad en África: la nueva amenaza de crisis migratoria en Europa

Las razones que empujan a miles de africanos a abandonar sus países son las guerras, el terrorismo, la pobreza, el desempleo crónico y la corrupción enquistada en gobiernos autoritarios

Alrededor de 400 migrantes han llegado en patera a Canarias, Baleares y Almería durante el fin de semana
Alrededor de 400 migrantes han llegado en patera a Canarias, Baleares y Almería durante el fin de semanaEuropa Press

Los líderes de la Unión Europea preparan el envío de una nueva delegación a Libia para abordar la crisis migratoria, después de que la misión anterior fuese rechazada a comienzos de julio en la zona occidental del país.

Durante la primera mitad de este año, el flujo migratorio a través de Europa Central se ha incrementado en un 7 %, y la mayoría de los migrantes procede de Libia. Solo hacia Creta han llegado cerca de 9.000 personas desde enero, casi el doble de todo lo registrado en 2024. En Italia la situación es aún más alarmante: las llegadas superan las 28.000, también el doble que en el mismo período del año anterior.

Pese a las medidas adoptadas por la UE -refuerzo de controles fronterizos y acuerdos con países de tránsito-, el fenómeno persiste: reducir el paso en una ruta provoca inevitablemente el aumento en otra. Todo apunta a que la presión migratoria desde África continuará creciendo en los próximos años mientras no se aborden las causas de raíz: el terrorismo, las guerras civiles, el hambre, el desempleo, la corrupción enquistada y la pobreza estructural que empuja a decenas de miles de personas a dejarlo todo en busca de una vida digna en Europa.

La guerra civil que estalló en Sudán en 2023 ha desatado una de las peores crisis migratorias de la región. El conflicto ha forzado el desplazamiento de más de 9 millones de personas dentro del país, mientras que otros 4 millones se han convertido en refugiados. Chad ha recibido ya a más de 850.000 refugiados, a los que se suman otros 400.000 llegados en anteriores oleadas. Egipto se ha convertido en el principal destino con 1,2 millones de refugiados, seguido de Sudán del Sur, que acoge a otro millón.

Cada vez más sudaneses que llegan a Egipto, Libia y Túnez buscan dar el salto a Europa. Solo en los primeros cinco meses de 2025, el número de ciudadanos de este país que alcanzaron territorio europeo se disparó un 134 % respecto al mismo periodo del año anterior.

Mientras tanto, el terrorismo sigue causando estragos en la región africana del Sahel. En los últimos meses, la actividad terrorista ha aumentado en la zona. Los grupos yihadistas JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes) e ISSP (Estado Islámico en el Gran Sahara), vinculados a Al Qaeda, han intensificado sus ataques en Malí, Burkina Faso y Níger. Mayo fue uno de los meses más sangrientos, con más de 400 soldados asesinados. La expansión de la violencia hacia países de África Occidental ya es un riesgo tangible. En abril, JNIM reivindicó un ataque en el norte de Benín que dejó 54 muertos. El impacto de esta inestabilidad también se refleja en Europa: en 2024 los cruces ilegales por la ruta atlántica hacia Canarias alcanzaron su récord desde 2009.

Pero las razones que empujan a miles de africanos a abandonar sus países no se reducen solo a las guerras o al terrorismo. La pobreza, el desempleo crónico y la corrupción enquistada en gobiernos autoritarios juegan un papel central.

Uno de los casos recientes de protesta contra esta situación se produjo en Togo. En junio, la reforma constitucional que garantiza la permanencia indefinida del presidente Faure Gnassingbé en el poder desató fuertes protestas. Al menos siete personas murieron en las manifestaciones celebradas entre el 26 y el 28 de ese mes. Gnassingbé gobierna desde 2005 tras suceder a su padre, que dirigió el país desde 1967, tras llegar al poder en un golpe militar con el apoyo de Francia.

Muchos togoleses culpan de la situación actual a la antigua metrópoli, Francia, a la que acusan de sostener el régimen de Gnassingbé. Gnassingbé Eyadéma era un antiguo legionario francés cuando asesinó al primer presidente de Togo, Sylvanus Olympio, durante un golpe militar en 1963, después de que este último quisiera sustituir el franco CFA por la moneda nacional, lo que provocó el enfado de París. Cuatro años más tarde, tras dar otro golpe militar, Gnassingbé se convirtió en jefe de Estado y dictador.

A comienzos de julio, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Barro, afirmó que París "tomaba nota" de la transición constitucional que establece la Quinta República en Togo. Según Ferdinand Ayite, director del diario togolés L’Alternative, la tibia reacción del ministro de Exteriores francés ante la reforma constitucional confirma ese respaldo: "For Gnassingbé es recibido constantemente en el Palacio del Elíseo con honores, abrazos y palmadas en la espalda, y al mismo tiempo Francia sigue enviando ayuda estatal para el desarrollo de Togo, sabiendo perfectamente que se trata de un régimen extremadamente corrupto que malversa ese dinero, y una minoría se apropia de ellos para comprar inmuebles aquí, en toda Francia y Europa", afirma Ayite.

También destaca la responsabilidad de esta política francesa en la creación de condiciones para la migración de africanos a otros países, especialmente a Europa: "Francia se queja luego de que llegan oleadas de inmigrantes, pero mientras siga apoyando en África regímenes tan crueles, corruptos y que privan de libertades, los jóvenes seguirán buscando una vida mejor en otros lugares".

Francia tradicionalmente apoya y presta ayuda, incluso militar, a los líderes de las antiguas colonias africanas que garantizaban sus intereses en sus países (ya fuera mediante el acceso privilegiado a los recursos naturales o el control de la política financiera a través del franco CFA). Incluso si estos estaban lejos de ser democráticos. París siguió cooperando con el Gobierno de Gnassingbé Eyadéma a pesar de que era dictatorial, así como con su hijo, que llegó al poder en 2005 violando la Constitución. Apoyó a Denis Sassou-Nguesso en la República del Congo (que lleva más de 40 años en el poder), a Idriss Déby en Chad (en el poder desde hace más de 30 años), así como al presidente de Camerún, Paul Biya, de 92 años, que es el jefe de Estado en activo más longevo del mundo. El 13 de julio anunció que se presentaría a las elecciones presidenciales de este año para un octavo mandato.

La corrupción generalizada en estos regímenes ha concentrado la riqueza en manos de la élite gobernante, mientras la mayoría de la población vive en la pobreza y carece de derechos políticos. Esta situación alimenta la desilusión y desconfianza en la posibilidad de un cambio real, empujando a muchos africanos a abandonar sus países.

Aunque los refugiados de Togo, Camerún o la República Centroafricana suelen buscar primero países vecinos, la creciente inestabilidad en la región aumenta el riesgo de que la migración se dirija hacia Europa.

Durante décadas, la apuesta de Occidente -y especialmente de Francia- por garantizar la “estabilidad” a cambio del control de recursos estratégicos puede terminar agravando la crisis migratoria europea.

Si no se produce una mejora sustancial de la seguridad en el continente, la presión migratoria desde diversas regiones de África hacia Europa continuará en aumento en los próximos años.