La presa de la discordia

Egipto acusa a Etiopía de las inundaciones tardías en su porción del Nilo

El Gobierno egipcio sostiene que supuestas liberaciones de agua no coordinadas habrían empujado río abajo un volumen de agua que, fuera de la ventana habitual de crecida, terminó inundando su delta

Río Nilo.
Río Nilo.Alfonso Masoliver

Las calles construidas junto a la riqueza exuberante del Nilo se convierten en canales intransitables para los vehículos. Los cultivos que brotaron con la lluvia mueren asfixiados por la lluvia. Por esto podemos decir que la dualidad del agua, a veces buena y otras mala, castigó en los últimos días a varias localidades del delta del Nilo, especialmente en las gobernaciones de Menoufia y Beheira (al norte de Egipto). El agua desbordada se coló en viviendas, comercios y edificios administrativos, irrumpió en las carreteras y provocó el desplazamiento forzado de cientos de personas, mientras que las cuadrillas de protección civil aún levantan diques temporales y cavan zanjas para drenar las calles.

En Sudán, río arriba, también se reportaron otras áreas afectadas y daños provocados en asentamientos ribereños. Debe saberse que este desbordamiento del Nilo destaca como un episodio inusual, no solo por su escala, sino por las fechas donde se registra. Una crecida de estas magnitudes, en esta época del año, cuando la temporada húmeda del Nilo Azul suele remitir, es poco habitual en una tierra donde las inundaciones forman parte de su cultura milenaria.

Los medidores fluviales registraron un caudal superior al habitual entre finales de septiembre y comienzos de octubre. El pulso de aguas altas se concentra por lo general entre julio y septiembre, en sintonía con los monzones que ocurren en Etiopía; este año, sin embargo, el pico se desplazó en el calendario. Para los habitantes del delta del Nilo, sin embargo, este matiz técnico importa poco porque el agua llegó cuando menos la esperaban y cuando los campos ya estaban preparados para la nueva estación. Para las autoridades egipcias, por otro lado, esta “anomalía” ha servido como detonante de una nueva controversia internacional: El Cairo acusa a Etiopía de haber contribuido a una “inundación tardía” con operaciones “unilaterales e imprudentes” por medio de su presa en el Nilo Azul.

Política, presas y responsabilidades

La Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD, por sus siglas en inglés), que fue inaugurada este año con el fin de mejorar el sistema eléctrico etíope y el control de los caudales, ha regresado así al tablero de las disputas regionales. El Gobierno egipcio sostiene que supuestas liberaciones de agua no coordinadas habrían empujado río abajo un volumen de agua que, fuera de la ventana habitual de crecida, terminó inundando su delta. Las autoridades en Asuán aseguraron a su vez que tuvieron que incrementar las descargas de la Presa Alta para aliviar la presión del sistema.

Etiopía, como era de esperar, ha rechazado la narrativa egipcia. Defiende que la GERD contribuye a aplanar la curva de crecidas y que, lejos de agravarlas, tiene la capacidad de mitigar las inundaciones en Sudán y Egipto. Además, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ha insistido en diversas ocasiones que la presa “no está concebida para dañar a los vecinos”, sino para impulsar el desarrollo eléctrico de su país y generar beneficios compartidos si hay coordinación.

Este cúmulo de versiones contradictorias convive con una realidad poco transparente. Al final, no existen datos públicos detallados, horarios o diarios, de las tasas de desembalse de la GERD y que permitan atribuir qué parte de la crecida tardía se debe a las lluvias persistentes, y cuál a resultados de la gestión del GERD. Técnicos independientes señalan que ambos factores pueden coexistir: un embalse grande puede desplazar la temporalidad de los flujos y, a la vez, recortar máximos si opera con los criterios adecuados.

Mientras discuten los gobiernos, los actores locales se enfrentan a la primera línea de la emergencia. En Menoufia y Beheira, ayuntamientos y gobernaciones han abierto centros de evacuación y coordinado la distribución de agua potable. mantas y alimentos con las organizaciones de protección civil. Además, las autoridades sanitarias han reforzado sus campañas preventivas contra enfermedades hídricas y contagiadas por mosquitos, que son habituales tras las crecidas. En Sudán, organizaciones comunitarias y comités de barrio (ya afectados por la crisis humanitaria del país) apenas si improvisan defensas con sacos de arena mientras esperan una mejor asistencia.

El trasfondo histórico pesa en esta cuestión. Egipto y Sudán han invocado durante décadas los acuerdos de 1929 y 1959 (firmados en época colonial y luego en etapa poscolonial) que les otorgaban cuotas de agua y, en la práctica, poder de veto sobre nuevos proyectos que se realizaran río arriba. Pero Etiopía no formó parte de estos pactos, que considera obsoletos e injustos, y aboga por el principio de uso equitativo del agua, consagrado en el derecho internacional. Los tres países han intentado encauzar la disputa durante la última década con rondas de negociación sobre la GERD, sin que nunca hayan llegado a un acuerdo definitivo sobre cómo (y con qué límites) puede Etiopía operar el embalse en periodos de sequía o de crecidas excepcionales.

Hoy, con lo que podría ser el primer resultado de la GERD, nace una pregunta fundamental para el futuro: ¿pueden Etiopía, Sudán y Egipto compartir datos en tiempo real y definir reglas claras para evitar echar las culpas fuera? En un río que alimenta a más de 270 millones de personas, la transparencia debería ser vital. Si no se alcanzan los acuerdos necesarios, puede suponerse que cada crecida fuera de temporada seguirá siendo una nueva palada en la montaña de las tensiones. Y un recordatorio importante. Que el Nilo siempre se ha vinculado a Egipto, ya sea por el cine, la cultura o su tradición… pero que el famoso río es, en realidad, más allá del cliché que inspira, un bien que también pertenece a Etiopía y a Sudán.