Brutal terremoto

Mohamed VI visita un hospital en Marrakech y un campamento en una de las zonas afectadas del Alto Atlas

Está previsto que el avión del monarca alauí aterrice esta tarde en el aeropuerto de la apodada "ciudad ocre" golpeada por el seísmo

Y al tercer día, apareció. No había noticias del rey de Marruecos, Mohamed VI, desde la tarde del sábado pasado cuando presidió en Palacio Real de Rabat una primera reunión de crisis tras el terremoto que sacudió el Alto Atlas pasadas las diez de la noche del viernes. Entonces, el soberano, que presidió un encuentro rodeado de responsables civiles y militares, instaba a las fuerzas armadas marroquíes a actuar con la mayor celeridad y a decretar la movilización total del conjunto de cuerpos y fuerzas de seguridad, protección civil y voluntarios. Además, el jefe del Estado marroquí decretó tres días de luto oficial y ordenó desplegar un programa de emergencia para atender a las víctimas y rehabilitar los edificios dañados.

Finalmente, en la tarde del martes, a punto de cumplirse el cuarto día desde el temblor de tierra, el soberano alauita se desplazaba hasta el Centro Hospitalario Universitario Mohamed VI de Marrakech para visitar a los heridos en el terremoto. Una tragedia que se ha cebado con decenas de localidades del Alto Atlas, dejando un balance provisional de más de 2.900 muertos y por encima de los 5.500 heridos.

El monarca llegó en coche al centro de la ciudad ocre, convertida en epicentro de las labores de coordinación en torno a las 16:30 hora local acompañado de una larga comitiva de vehículos oficiales y de seguridad. Hasta el momento, la anunciada visita del monarca a alguna de las zonas más sacudidas por el terremoto no ha pasado de ser un insistente rumor.

Para comprender que la ausencia del monarca no ha suscitado ningún tipo de crítica por parte de la opinión pública nacional incluidos los medios de comunicación hay que entender el ecosistema político marroquí muy diferente del de una democracia liberal como las europeas.

En Marruecos el rey reina y gobierna. El monarca es líder político y religioso -emir al muminín, príncipe de los creyentes- a un tiempo. Una condición casi divina que lo eleva por encima de los políticos: la gestión política del monarca no está sometida al escrutinio público.

En febrero de 2011, cuando los ecos de la Primavera Árabe llegaron hasta Marruecos, la cólera popular nunca se dirigió al jefe del Estado. El blanco de las iras de la población, que exigía dignidad en el trato y reformas en el sistema político, fue la clase política a la que se juzgaba responsable de la mala gestión del país.

En un inteligente movimiento anticipatorio, el rey asumió entonces el liderazgo de la situación para anunciar una batería de reformas destinadas a la democratización del sistema político nacional, entre ellas la de la Constitución.

El sentir general de la población marroquí, o al menos el que los ciudadanos se atreven a expresar en público, es que el rey por sí solo no está en condiciones de poner remedio al gran número de retos, empezando por los niveles elevados de pobreza y analfabetismo.

Nada hace por el momento pensar que, a pesar de las dimensiones de la tragedia, esta percepción entre la población marroquí sobre la figura de su jefe del Estado experimente cambios.

Un año de ausencias

El discreto papel del rey durante la crisis derivada del terremoto no ha de extrañar habida cuenta de la prolongada ausencia del monarca de la vida pública marroquí durante todo el año. Desde comienzos de 2023 el rey ha pasado grandes temporadas del año en Gabón, donde posee una residencia. Por ejemplo a comienzos de febrero,n el rey no presidió la XII Reunión de Alto Nivel hispanomarroquí celebrada en Rabat, que no se celebraba desde 2017, por no encontrarse en su país.

Precisamente el monarca se encontraba fuera de Marruecos, en concreto en la ciudad de París, adonde había llegado el día uno de septiembre en visita privada cuando se produjo el sismo de magnitud 7 que ha borrado del mapa a un elevado número de pequeñas y precarias localidades.

Con todo, las largas ausencias del rey, el aparente deterioro de su estado de salud y y el creciente papel del aparato de seguridad del Estado apuntan, como asegura el analista político Abdellatif El Hammouchi, una crisis de gobernanza en ciernes

Inevitablemente, la del rey no es una figura proxima y cercana para la población. Resta por ver si, a diferencia de lo que ha ocurrido hasta ahora, y a las puertas del cuarto día desde que se produjo el seísmo, el rey se decidirá por adoptar por una posición más decisiva en el liderazgo de la crisis o no. Es difícil estimar si lo ocurrido, con un balance de víctimas inédito en la historia contemporánea de Marruecos supondrá un desgaste en el régimen político de Marruecos. En otras ocasiones, las grandes expresiones de protesta en Marruecos, como las revueltas del pan en los 80, vinieron asociadas a crisis económicas generalizadas. Por por muy dolorosa que la experiencia esté siendo para el conjunto de los marroquíes, lo ocurrido esta semana en el Alto Atlas no deja de ser un fenómeno muy lejano que se asume con naturalidad dadas las condiciones de vida de la zona, para el Marruecos urbano y mesocrático.