Elecciones en Alemania

Alemania, punto cero

El país modelo de la estabilidad vive en estado de «shock» político: no logra formar Gobierno. Angela Merkel fracasó en su primer intento y ayer se negó a convocar elecciones. ¿Lo logrará tras el cambio de postura del SPD?

Angela Merkel pasa ante el diputado de la CDU Eckhardt Rehberg ayer, en la convención del partido en Kuehlungsborn
Angela Merkel pasa ante el diputado de la CDU Eckhardt Rehberg ayer, en la convención del partido en Kuehlungsbornlarazon

El país modelo de la estabilidad vive en estado de «shock» político: no logra formar Gobierno. Angela Merkel fracasó en su primer intento y ayer se negó a convocar elecciones. ¿Lo logrará tras el cambio de postura del SPD?.

Cuando llegó el momento de elegir al sucesor de Joachim Gauck en la presidencia federal, la canciller no fue capaz de designar a nadie con el carisma suficiente como para hacer sombra a Frank-Walter Steinmeier, el candidato propuesto por el Partido Socialdemócrata (SPD). Lo que en aquel momento se consideró como una derrota para Angela Merkel y su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), podría convertirse ahora en una feliz coincidencia para la canciller.

En una clara ironía del destino, Steinmeier encarna el principal aliado de Merkel en su intento por conseguir un cuarto mandato y, sobre todo, por devolver la estabilidad política a Alemania. El presidente federal tiene una función simbólica. Su papel se limita a firmar leyes ya aprobadas en el Parlamento, pronunciar discursos o recibir a jefes de Estado extranjeros, pero en los últimos días Steinmeier ha asumido el papel de árbitro en la búsqueda de una solución al bloqueo creado por la ruptura de negociaciones entre la CDU, Los Verdes y los Liberales.

El que fuera ministro de Exteriores tanto en la primera como en la tercera legislatura de Merkel, además de su rival en la lucha por la Cancillería en 2009 no es nada partidario de que el país vuelva a las urnas y para conseguirlo, además de su talante mediador, cuenta a su favor con la confianza de la canciller y el ser una figura relevante dentro del SPD. De otra forma, nadie hubiera conseguido que el líder socialdemócrata alemán, Martin Schulz, diera marcha atrás en su rechazo tajante a una nueva gran coalición y aceptara dialogar con la canciller. Schulz respondió así al llamado de Steinmeier, quien el jueves reclamó un esfuerzo a los líderes de la oposición para evitar que Alemania entre en una parálisis política y en una inestabilidad dañina para toda Europa.

Sólo Steinmeier fue capaz de cambiar el categórico «no» de Schulz por un cauteloso «quizás» e incluso, y a petición del presidente, aceptar reunirse con Merkel el próximo jueves para iniciar unas conversaciones que podrían ser el primer paso para reeditar la Gran Coalición. Como condición, Schulz dijo que si en ese diálogo se acuerda «algún tipo de cooperación», ésta se someterá a las bases.

La trama que se entiende tan natural en los escenarios políticos de otros países europeos supone, sin embargo, algo inédito para la política alemana que, desde hace décadas, no vivía un momento tan colmado de incertidumbres. Una circunstancia que ha pillado desprevenida a buena parte de la esfera política, a los medios de comunicación e incluso a una sociedad que no acaba de entender por qué sus dirigentes tardan tanto en buscar un eje común. El despiste llevó a muchos a buscar la raíz del asunto y a dilucidar que la ruptura de las negociaciones es sólo un ejemplo más de que Alemania es también hoy un país fragmentado donde lograr consensos es muy difícil, pero no imposible. En esta línea, y en declaraciones a este periódico, el director del Instituto de Trabajo y Economía de la Universidad de Bremen, Günter Warsewa, aseguró que «la incompatibilidad de los objetivos y las estrategias políticas de los partidos parece reflejar el hecho de que cada vez hay más diferencias entre la sociedad y sus intereses». El país modelo y ancla de la estabilidad europea se enfrenta por primera vez en muchos años a una deriva en la que ya navegan muchos de sus vecinos. Nunca antes el Parlamento alemán estuvo tan dividido, lo cual prevé situaciones complejas en el futuro aunque, para algunos analistas, este escenario revierte asimismo en la oportunidad de abrir nuevos debates en áreas como la inmigración o el medioambiente. Aun así, muchos –desde los medios impresos o las oficinas parlamentarias– trataron de buscar culpables y los primeros dardos fueron a parar a los principales protagonistas de la trama.

En un principio, muchos señalaron al líder de Partido Liberal (FDP), Christian Lindner, por salirse de las conversaciones y por provocar su fracaso, pero tras unos días el que fue definido como «traidor de la patria» recuperó su papel en la búsqueda de una responsabilidad de la que, según algunos medios, careció la canciller. En declaraciones a LA RAZÓN, el profesor Juergen B. Donges, del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia, opinó que «un eventual acuerdo en base del denominador común mínimo hubiera sido demasiado frágil» para sustentar un gobierno.

Un proverbio alemán reza así: «Más vale un final con horror que un horror sin final». Una vez más, Merkel usó su tan manido método de «dejar correr» y para muchos ésta fue la receta equivocada. Detractores y adversarios interpretan lo sucedido como el fin político de la mandataria, aunque no obstante su partido no ceja en su apoyo impertérrito a la canciller. ¿Peligra su futuro político? En algunos sectores se especula con que la CDU quiere retirar a Merkel en dos o tres años, aunque la respuesta sigue siendo «no» mientras no haya otro sucesor. Se barajan nombres como Jens Spahn, un político de 37 años que levanta simpatías en buena parte del partido o Julia Klöckner; pero ninguno con la fuerza o la valentía suficiente como para enfrentarse a la sombra que dejaría la canciller.

Merkel no quiere otra cita con las urnas. Ayer lo dijo por última vez ya que, según sus palabras, «los políticos recibieron el mandato de los votantes para formar un gobierno». El otro perdedor es Schulz. De ir a nuevas elecciones se da por descontado que el SPD perdería aún más votos y esto pondría en peligro la supervivencia política de su líder aunque, por otro lado, la posibilidad de reeditar una alianza con la canciller podría revertir en ventajas ya que la CDU, al no tener otro socio posible, debería hacer bastantes concesiones, sobre todo en áreas tradicionalmente afines a la socialdemocracia. Los contadores para conseguir un gobierno estable vuelven a situarse en cero y todas las preguntas están en el aire. Un gobierno sin mayoría en el Bundestag no se había dado hasta ahora en la República Federal. Las mayorías cambiantes son imprevisibles, y no son convenientes para la política de un país del que se espera estabilidad interna, así como a nivel europeo e internacional.