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Los grupos islamistas vinculados a Al Qaeda ganan terreno en las zonas «liberadas» y su cruel lucha deteriora la imagen de los opositores

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Los grupos islamistas vinculados a Al Qaeda ganan terreno en las zonas «liberadas» y su cruel lucha deteriora la imagen de los opositores

Dos mujeres completamente cubiertas desde los pies a la cabeza caminan entre los puestos de frutas y verduras del zoco de Tareq al Bab, un barrio «liberado» de Alepo. Un miliciano de barba espesa y turbante negro, con un kalashnikov al hombro, vigila desde una esquina el movimiento de la gente.

«Mi madre nunca había llevado el pañuelo. Incluso, cuando algunas mujeres del barrio se lo pusieron, ella se negó», explica Abed Mehmed, un periodista de Alepo. Sus padres se marcharon a Masharqa (áreas bajo control del régimen en Alepo), porque no estaban de acuerdo con la situación ni la imposición de grupos islamistas radicales, que han echado raíces en la ciudad. Mehmed, por el contrario, aún cree en la revolución que jóvenes activistas como él iniciaron hace más de dos años y medio, y sigue luchando por ella.

El barrio de Tareq al Bab se conoce por el nombre de la «Primavera Árabe» por ser de los primeros distritos de Alepo que fueron tomados por los rebeldes en agosto de 2012. Sin embargo, cada día está más islamizado. Mehmed vive con un grupo de jóvenes activistas que cree que los radicales religiosos les han robado su revolución. «Ahora estamos luchando contra dos enemigos; el régimen y los yihadistas», denuncia Husein Yitan, de 27 años.

Desde febrero de este año, grupos islamistas radicales como el Frente al Nusra, una escisión del Estado Islámico de Irak y del Levante (ISIL), el mismo ISIL y Ahrar el Sham se han establecido en las áreas liberadas de Alepo y controlan todos los aspectos de la vida social.

«Han impuesto códigos de vestimenta islámica a las mujeres. También están controlando la educación en las mezquitas. Lo peor de todo es que la mayoría de ellos viene de fuera y no les importan los sirios. Simplemente vienen a luchar aquí e imponen sus propias reglas», denuncia Abd Qader, otro activista de Alepo.

Antes de la revolución, el régimen de Bachar al Asad prohibió la educación en las madrasas (escuelas coránicas) o en las mezquitas. Las actividades de los Hermanos Musulmanes estaban perseguidas y se castigaban con la cárcel. «Ahora no hay ningún control en la educación y cualquier iman puede enseñar a los niños en las mezquitas», lamenta Abu Husein, profesor de inglés que ha ejercido durante 35 años.

Cada grupo yihadista tiene su propio cuartel general, en antiguos edificios gubernamentales, y dirige esa zona. Funcionan como una especie de gobernación local. Se encargan de suministrar la electricidad y el agua, tienen su propia red de autobuses urbanos, escuelas en las mezquitas y asociaciones caritativas para ayudar a las familias que han perdido al cabeza de familia luchando en el frente.

Estos grupos radicales, muchos de ellos aliados de Al Qaeda, han impuesto su leyes morales y controlan el consejo de la sharia, un tribunal extrajudicial cuyo único código de leyes es el Corán. «El otro día estaba en una pollería y un chico de unos 15 años comenzó a criticar a Nusra. De repente vinieron dos hombres armados y se lo llevaron», advierte extremecido Rafed. «Nadie puede denunciar a estos grupos radicales, ni siquiera los jueces podemos intervenir en estos casos. Estamos en guerra y todo está permitido», reitera Abu Muhlis, portavoz del Consejo de Tribunales Unificado. Esta institución se formó en noviembre de 2012 para crear una única autoridad legal, más o menos regulada, y terminar con los juicios extrajudiciales que aplicaban las diferentes katibas (brigadas) del Ejército Libre de Siria. Pero desde que los yihadistas, muchos de ellos extranjeros, empezaron a penetrar por las fronteras sirias han tomado el control en muchas de las áreas liberadas. Esto ha provocado enfrentamientos entre el ISIL o el Frente al Nusra y el ELS.

Una guerra, múltiples conflictos

Los islamistas radicales se han enfrentado con grupos armados rebeldes en el paso de Bustan al Qasr, el único corredor que permite a los civiles que viven en las áreas bajo control gubernamental abastecerse de alimentos, otros suministros y medicinas. Desde hace dos semanas el ISIL se ha hecho con este paso, bloqueando la entrada de alimentos a los barrios bajo control del régimen sirio. Cerca de tres millones de sirios están sufriendo el cerco islamista de Alepo. La situación se ha vuelto caótica y todos los días hay enfrentamientos en el paso de Bustan al Qasr.

El régimen, por su parte, ha enviado a soldados de la milicia libanesa de Hizbulá para combatir a los grupos yihadistas. En esta batalla los opositores laicos han encontrado en su «primer enemigo», el régimen de Asad, un aliado indirecto. Esta circunstancia da prueba de la multitud de conflictos que encierra la guerra civil siria. Existe un levantamiento popular, pero también una guerra sectaria con ramificaciones regionales por la participación de Irán, a través de Hizbulá, y de Arabia Saudí, por medio de los grupos islamistas.

Los rebeldes desconfían del desarme

Los rebeldes sirios rechazaron ayer el acuerdo entre EE UU y Rusia para desmantelar el arsenal químico. El jefe del opositor Ejército Libre Sirio (ELS), Salim Idris, expresó su desconfianza y aseguró que el pacto no frenará la lucha de los insurgentes contra el régimen de Asad, Además, consideró que entregar las armas no basta y que debería ser llevado a los tribunales por sus crímenes de guerra. Pese al rechazo dijo que no obstaculizará el trabajo de los inspectores.