Libros
Almanzor Amrani: «Parece que la gente del Príncipe calla y mira para otro lado, pero es una ley del silencio obligada»
El reportero explica a LA RAZÓN cómo se ha adentrado en este barrio ceutí para mostrar hasta qué punto difiere de la imagen que se tiene de él gracias a la serie de televisión
El reportero explica a LA RAZÓN cómo se ha adentrado en este barrio ceutí para mostrar hasta qué punto difiere de la imagen que se tiene de él gracias a la serie de televisión
Tras Somalia, Afganistán y Líbano, Almanzor Amrani ha añadido el Príncipe a la larga lista de lugares conflictivos en los que ha estado en calidad de reportero. En su libro "El Príncipe. Entre el yihadismo y la marginación” (Ediciones Península), ha conocido desde dentro un barrio aislado, abandonado por las instituciones locales, que tiene muchos retos a los que enfrentarse a parte del yihadismo.
¿Por qué decidió escribir sobre el Príncipe?
Ciertas coberturas informativas del lugar me habían llamado la atención. Por mi cuenta, por curiosidad, en algunos viajes, me metía en el barrio, con gente de la zona. Luego tuve la oportunidad de trabajar con la editorial Planeta y con Ediciones Península y me propusieron hacer algo en la zona y yo dije que encantado. Sobre todo quería contar la historia desde dentro, como un vecino más, integrarme en la sociedad del barrio, y, de alguna manera, desmitificar ciertos tópicos que había sobre la zona.
¿Cuáles son las ideas preconcebidas que se tienen sobre el Príncipe?
Que es un barrio increíblemente peligroso, que es la ciudad sin ley, donde campan a sus anchas las redes de captación yihadistas, donde el narcotráfico, el menudeo, etc. son el pan nuestro de cada día, ese tipo de cosas. Conociendo más profundamente el lugar, uno se da cuenta de que esos problemas existen, pero que no son tan grandes. Y que luego hay un trasfondo que hace que eso exista, sobre todo. Eso es consecuencia de algo.
¿Se ha mitificado un poco el Príncipe?
La serie le dio publicidad a la ciudad y puso en el mapa al barrio del Príncipe, pero, de alguna manera, no deja de ser una ficción y se exageró. Las problemáticas de la zona parten de una realidad, pero al final es una realidad dramatizada. Ciertamente, existe, pero no es tan evidente como lo cuentan.
¿Cómo se diferencia este barrio de otros en los que ya haya estado ejerciendo como periodista?
La sensación es que es una población aislada al resto, muy cerrada. Eso fue lo que más me llamó la atención. Para conocer bien lo que pasa allí, tienes que ser uno de ellos, o estar con ellos durante mucho tiempo. Para mí, era imposible estar en un hotel e ir allí, entrevistar a gente y luego salir. Había que estar un poquito más metido para que la gente también se abriese más. Tuve la fortuna de que algunos contactos que tenía me dieron acceso a un par de familias del Príncipe y pude vivir con ellos como si fuera un familiar más, como un vecino más.
¿Cómo se ha aislado el Príncipe?
Por el abandono institucional, sobre todo. Es una población que, durante décadas, ha estado al margen de la sociedad ceutí. También tiene diferentes problemáticas, como una tasa de alfabetización bajíima y de desempleo altísima, esta última llega a más del 65%, fracaso escolar, problemas sociales profundos, violencia, narcotráfico y recientes focos de yihadismo. Todo esto es por ese abandono que hubo durante tantas décadas, que ahora se trata de solventar. Es cierto que las autoridades locales están haciendo ahora esfuerzos, que el Gobierno ceutí está invirtiendo en la zona, que se está tratando de mejorar las condiciones de vida de los vecinos. Pero, después de haber estado tanto tiempo abandonados, las mejoras se ven despacio.
Después de llevar tanto tiempo abandonado, ¿es posible recuperar el barrio?
Es un esfuerzo arduo el que tienen que hacer las instituciones y la gente del propio barrio, pero, a largo plazo, con trabajo, con esfuerzo y con tiempo pueden cambiar las cosas. Es un problema que se ha enquistado y hay que ir atajando cada una de sus causas una a una. Sobre todo el trasfondo social, que causa luego la delincuencia y estos focos de yihadismo y de extremismo. Esta falta de oportunidades que pueden tener los jóvenes de la zona, o ese sentimiento de exclusión social de sentirse fuera de la sociedad española. Se sienten como si no perteneciesen ni a Marruecos ni a España. Así, gente vulnerable puede caer tanto en el narcotráfico como en el yihadismo.
¿Se podría hacer un comparación con otros barrios, como Molembeek?
Ambos tienen una población musulmana que se siente segregada. Coinciden en los mismos problemas: delincuencia, inseguridad, desempleo, falta de oportunidades... Todo esto crea un sentimiento de rechazo hacia la sociedad que parece que no les acepta. No quiero decir que todo el que piense así vaya a ser carne de cañón para grupos de captación yihadistas. Cabe otro factor, que es la vulnerabilidad a estos cantos de sirena. Pero eso es algo que habría que solucionar para que no hubiese problemas de este tipo de radicalismos.
¿Cómo se ve el yihadismo desde dentro del barrio?
El barrio es una sociedad pequeña, cerrada. La inmensa mayoría de los vecinos están en contra de este tipo de ideología radical. Lo que pasa es que tampoco se pueden enfrentar a ella porque no hay tampoco a qué recurrir, no hay Policía en la zona... Por eso parece que la gente calla y mira para otro lado. Pero es una ley del silencio obligada. Aun sabiendo que el vecino, o el amigo del vecino adoctrina a gente, no pueden decir nada porque se meten en un lío. No hay a quién recurrir. La población de allí se siente aislada. No hay presencia institucional fuerte en la zona. Los problemas de ellos los arreglan ellos. Y es cierto que tampoco se fían de las instituciones de alguna manera.
¿Cómo se recuerda a los que se han ido a luchar a Siria?
Lo que queda, sobre todo con las familias con las que he hablado, es dolor. Frustración por no haberse dado cuenta de lo que iban a hacer. E indignación contra estos grupos que captan chiquillos y a los jóvenes. Y no pueden decir contra estos grupos lo que sienten porque se meterían en un lío. Lo que queda es dolor en las familias y en los entornos cercanos de esta gente.
¿Cómo se puede luchar con el radicalismo en el Príncipe?
Eliminando ese sentimiento de exclusión, de no pertenencia al propio Estado. Con más presencia institucional. Con más oportunidades de empleo para los jóvenes. Un chiquillo desocupado sin futuro es carne de cañón para grupos yihadistas o para traficantes. Hay que evitar que tengan la mente desocupada para poder caer en ese tipo de mundos. Es complicado, pero hay que hacer un esfuerzo. Lo que pasa es que el empleo es muy limitado. Cada día atraviesan la frontera miles de marroquíes para trabajar en la economía sumergida del lugar. Habría que controlar también el trabajo ilegal que hay en la ciudad, promover contratos a gente de la propia barriada o gente en exclusión social. Y es un esfuerzo también de la sociedad de Ceuta, luchar contra la economía sumergida que hay. Eso también daría un poco más de opciones a los jóvenes.
✕
Accede a tu cuenta para comentar