Opinión
El juego de Maduro
Esta reunión podría convertirse en un mensaje a los norteamericanos haciéndoles ver que ambos países son capaces de burlar las sanciones, por un lado, y de vivir con ellas
Días atrás, Nicolas Maduro se reunió con el ministro de Petróleo iraní, Yavad Owji. La «visita sorpresa» por parte del representante del gobierno teocrático de Irán a Caracas resulta comprensible por un lado e inesperada por el otro. En primer lugar, el chavismo ha estado cerca de Irán desde los tiempos de Chávez. Dos cosas han unido de manera estrecha a ambas «revoluciones», la primera el petróleo junto con el gas, la segunda, el carácter antinorteamericano que profesan ambos movimientos políticos. En este sentido, el acercamiento resulta natural.
Por otro lado, el hecho de que Maduro haya tenido este gesto con un gobierno que precisamente se encuentra «cercado» por las sanciones norteamericanas, daría una señal de que las conversaciones con los Estados Unidos no avanzan como se esperaba. Resultaría inexplicable que las expectativas con respecto a las negociaciones sean altas y al mismo tiempo Maduro reciba al gobierno iraní, precisamente al ministro de Petróleo, en el Palacio de Miraflores.
Esta reunión podría convertirse en un mensaje a los norteamericanos haciéndoles ver que ambos países son capaces de burlar las sanciones, por un lado, y de vivir con ellas, por el otro. Esto presenta dos variables, la primera una apuesta peligrosa de cara a la normalización de relaciones que, en teoría, aspiraba el chavismo semanas atrás con la Casa Blanca. O bien, una clara «patada a la mesa» de diálogo por parte de Maduro y que mantenía con los norteamericanos. En otras palabras, una burla más que terminaría por confirmar que toda acción que el chavismo emprende de cara a flexibilizar cualquier eventual acercamiento resulta en el fondo una estrategia para ganar tiempo y seguir huyendo hacia adelante, tal como lo han hecho a lo largo de dos décadas.
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