Cumbre

Maduro, el castrismo y Ortega desairan a Biden desde La Habana

La Cumbre del ALBA escenifica la armonía entre dictaduras socialistas y las presiones para que Estados Unidos los invite a la Cumbre de las Américas.

Los presidente de Venezuela, Nicolás Maduro; Cuba, Miguel Diaz Canel, y Bolivia, Luis Arce, en La Habana
Los presidente de Venezuela, Nicolás Maduro; Cuba, Miguel Diaz Canel, y Bolivia, Luis Arce, en La HabanaYamil LageAgencia AP

La Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) arrancó este viernes en La Habana como una escenificación de la armonía entre la anfitriona Cuba, Venezuela y Nicaragua, regímenes repudiados por Washington, que se enfrenta a presiones crecientes para invitar a estos tres estados a la Cumbre de las Américas, que arrancará el próximo 7 de junio en Los Ángeles.

La cita en La Habana de la ALBA, el foro impulsado por el fallecido líder venezolano Hugo Chávez para agrupar a los partidos contrarios a la hegemonía estadounidense, cuenta con la asistencia de su sucesor en Venezuela, Nicolás Maduro; el presidente nicaragüense, Daniel Ortega; y el cubano Miguel Díaz.Canel como anfitrión. Los tres, líderes de regímenes autoritarios en la región cuestionados en diferentes foros internacionales por sus violaciones a los derechos humanos.

En los últimos días han aumentado las presiones desde mandatarios latinoamericanos para que el presidente estadounidense Joe Biden los invite a los tres a la Cumbre de las Américas, algo a lo que hasta ahora se han negado desde Washington. “Si los países no respetan la democracia, no están invitados”, declaró Brian Nichols, vicesecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado.

Desde La Habana, Díaz-Canel declinó una invitación que ni siquiera ha llegado. “Puedo asegurar que en ningún caso asistiré”, dijo. El heredero del castrismo afirmó que Estados Unidos no tiene “autoridad” para excluir a ningún país de la cita continental que organizará este año.

La Cumbre de las Américas, a la que España ha sido invitada como observadora, se celebra cada tres o cuatro años y hace ya décadas que Cuba no participa. Sin embargo, en una región cada vez más dominada por opciones populistas y de izquierda, la Administración Biden tiene cada vez más difícil sostener su tradicional veto. Los gobiernos de Chile, México, Bolivia, Argentina y Guatemala han pedido a Washington que invite a Cuba, una ola de presión diplomática que ha generado evidente incomodidad en el Departamento de Estado.

El más activo y locuaz, como es habitual, ha sido el presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha amenazado con no asistir a la cumbre si Washington no envía también invitaciones a La Habana, Caracas y Managua.

Y hay indicios de que las presiones podrían dar algún resultado. El coordinador de la cumbre, Kevin O’Reilly, declaró ante un subcomité del Senado estadounidense que invitar o no a Cuba recae en la Casa Blanca y su portavoz indicó que aún no hay una decisión final.

Biden se encuentra en una posición incómoda ante la inminente celebración de un foro que tradicionalmente ha servido como escaparate del equilibrio de fuerzas en América Latina. Fue en una Cumbre de las Américas en Panamá en 2015 cuando Barack Obama y Raúl Castro se estrecharon por primera vez las manos, una imagen que se convirtió en el símbolo del deshielo entre Estados Unidos y la Cuba comunista. Si destacados mandatarios latinoamericanos como López Obrador la boicotearan, pondría de manifiesto la pérdida de influencia de EE.UU. en una región que durante décadas consideró su “patio trasero” pero en la que en los últimos años ha perdido terreno frente a China.

La polémica llega después de que Biden aprobara recientemente rebajar algunas de las medidas más severas contra el régimen cubano impuestas por Donald Trump y abrir un resquicio para el retorno de la energética Chevron al negocio petrolero venezolano, vetado en los últimos años por las sanciones, pero una foto junto a Díaz-Canel y Maduro en territorio estadounidense como la que se produciría de invitarlos a la Cumbre se antoja un paso muy aventurado y expondría al presidente a las críticas de quienes ya lo acusan de actuar con tibieza frente a las dictaduras latinoamericanas.