Matanza en Texas

“Emery se quiso venir con nosotros tras la graduación, pero le dijimos que se tenía que quedar en clase”

La abuela de una de las víctimas del tiroteo masivo en la escuela de primaria Robb en Uvalde acudió esa mañana a la graduación de su nieta nadie podía pensar que ya nunca la volverían a ver con vida

La mañana del 24 de mayo la escuela de primaria Robb en Uvalde, Texas, había celebrado la graduación de varios de sus cursos escolares y había contado con la participación de todos los familiares más cercanos para tan especial ocasión. Los alumnos tenían previsto empezar el jueves 26 las vacaciones de verano. Pero el colegio de esta pequeña comunidad rural de Texas pasó de la fiesta a la tragedia en apenas unas horas.

Con lágrimas de dolor y sentimiento de culpa, la abuela de Emery Garza, que murió con 10 años en la matanza, explicó que su nieta era una de las alumnas graduadas. “Vinimos para su ceremonia, pero no nos la llevamos. Se quedó aquí (rompe a llorar), pero ella se quería ir a casa con nosotros. Le dijimos, no mija, hasta el viernes tienes que venir a clase”. Al recibir la señal de alerta del centro por posible “tirador activo”, decenas de familiares de los niños de la escuela primaria Robb de Uvalde se dirigieron hasta allí inmediatamente. Y, tras escuchar disparos procedentes del interior de la escuela, un grupo de padres intentaron acceder para rescatar a sus hijos, pero la Policía se lo impidió.

“Éramos cinco o seis padres oyendo los disparos y nos decían que retrocediéramos”, explicó Cazares, padre de una de las víctimas. “No nos preocupamos por nosotros. Queríamos asaltar el edificio y sacar a nuestros pequeños”.

Horas después, Cazares se enteraría de la trágica muerte de su hija de 9 años, Jacklyn Cazares, por el impacto de los disparos del asaltante Salvador Ramos. Millones de padres estadounidenses, preocupados por sus propios hijos, se preguntan ahora qué se va a hacer desde el Gobierno federal del país para evitar que una nueva matanza como ésta vuelva a suceder.

“Cuatro minutos. Si hubieran entrado cuatro minutos antes, mi hermana aún estaría aquí”, reclamó Kandece Elizabeth, la hermana de Makenna de 10 años. Muchos se preguntan ahora en esta pequeña comunidad de Texas si pudieron los 19 “niños que ahora son ángeles” y sus dos profesoras haberse salvado.

Se trató como un secuestro

Al conocer más detalles de la matanza, a la sociedad estadounidense, en general y a la localidad de Uvale, en particular les resulta difícil entender cómo pudo tardarse tanto tiempo en actuar. Más de una hora, aseguran los testigos, tuvieron que esperar para ver a la Policía entrar y abatir al asaltante. En total una hora y media.

A la angustia, la tristeza y el dolor se suman ahora la rabia y crispación de los padres y el resto de familiares cercanos de las 21 víctimas mortales que se preguntan por qué las autoridades no actuaron a tiempo, a sabiendas de que los minutos son decisivos en este tipo de altercados.

Los medios estadounidenses llevan la cuenta de las veces que las autoridades locales han cambiado de versión sobre su propia explicación de los hechos. Doce, según la última información publicada. La Policía local trató el altercado como un secuestro con rehenes y no como lo que era, un tiroteo activo con un atacante fuertemente armado atrincherado en el aula con sus víctimas, la mayoría de ellas menores de edad de entre 8 y 11 años.

Llamadas desesperadas al 911

Desde allí mismo, varios niños y una de las profesoras realizaron múltiples llamadas de emergencia al 911, durante más de 40 minutos, pidiendo ayuda varias veces. “Por favor, envíen a la Policía”, suplicó una de las niñas. Pero las autoridades decidieron esperar para actuar.

“Fue la decisión equivocada, y punto”, reconoció este viernes el director de la Policía estatal, Steven McCraw, después de tener acceso a las transcripciones de las llamadas telefónicas que los niños hicieron al 911 desde dentro de la escuela y tras 90 minutos de inacción policial.

“Estamos hablando de una hora y media, en la que esperamos con la Policía sin intervenir. No nos dieron ninguna explicación”, confirmó la pastora de Uvalde al explicar que habían llegado poco después de que empezara el asalto, cuando supuestamente los niños estaba retenidos.

Nos preguntábamos por qué tardaban tanto. El ambiente era muy tenso, muy triste. Padres, abuelos, hermanos… todos corriendo, esperando a que se resolviera de la mejor manera posible el altercado escolar”, añadió. Junto a ella, su marido y también pastor de Uvalde sostuvo con tristeza y resignación: “Hemos perdido a muchos vecinos y gente de la comunidad”.

La familia García

Una de las historias más conmovedoras de la tragedia es la de la familia García. La profesora Irma García, que murió en la masacre junto a muchos de sus pequeños alumnos, dejaba cuatro hijos atrás. Pero la tragedia todavía no había terminado para ellos. Su marido Joe, su amor de instituto, casados desde hacia 24 años, falleció dos días después por un infarto.

Decenas de familias rotas con historias similares se quedan ahora con muchas preguntas sin respuesta. Desde el sufrimiento por la ausencia de sus seres queridos, ruegan que las autoridades competentes “hagan algo”.

“Todo el tiempo dicen que van a hacer algo y luego pasa esto y se les olvida”, reclaman familiares de las víctimas de Uvalde. “Que por favor nos escuchen. Que el presidente Biden y el gobernador Abbott nos escuchen. Tenemos voz”. Que a mi nieta ya no la voy a tener, pero que no vuelva a pasarle a más niños inocentes” suplica entre lágrimas la abuela de Amerie, la niña “heroína” que llamó a los servicios de emergencia.

Prohibir los rifles AR-15

Mientras tanto, en el resto del país, las conversaciones sobre posibles medidas para evitar más tiroteos masivos se multiplican. La etiqueta “GunOwnersForSafety (dueños de armas por la seguridad) invitaba a planear distintas iniciativas entre propietarios de armas de fuego que están en contra de que los ciudadanos de a pie puedan poseer rifles de asalto, como el AR-15 utilizado en la masacre.

“No quiero que esto vuelva a suceder”, rogaba este Jessica entre lágrimas con el peluche favorito de su hija Letia entre los brazos, en la pista de rodeo de Uvalde donde celebró una vigilia en recuerdo de los desaparecidos en la matanza escolar. Las autoridades también estuvieron presentes, encabezadas por el gobernador de Texas, Greg Abbott, y el senador republicano Ted Cruz, también de origen hispano, como el 90% de la comunidad afectada.

“El tiroteo ha trastornado esta pequeña ciudad”, contó Riana a la prensa, prima de una de las víctimas, en vísperas de la acto de homenaje. “Es algo que se tiene que arreglar para no vuelva a suceder porque sigue sucediendo, así que hay algo que definitivamente se tiene que hacer”, denunció la pastora.

Aunque la población de Uvalde sabe que ya nada volverá a ser lo mismo y la profunda herida que les deja esta tragedia necesitará toda una vida para cicatrizar.