Un líder a contracorriente
Así piensa Milei sobre el aborto, el Papa, la corrupción y el comunismo
El flamante ganador de las elecciones argentinas arremete contra el Estado y los partidos tradicionales
En junio de 2022 un desconocido congresista llamado Javier Milei convocó su primer gran mitin en las afueras de Buenos Aires para lanzar su candidatura a la presidencia de Argentina. Apenas mil personas acudieron y el fracaso de convocatoria le valió las burlas de los pocos que lo comentaron.
Poco más de un año después, Milei ha ganado las elecciones en Argentina con una victoria arrolladora sobre el peronismo tras imponerse a Sergio Massa con casi doce puntos y tres millones de votos de ventaja.
Su mensaje principal caló en poco más de un año a asombrosa velocidad entre un electorado harto de años de crisis económica, inflación, inoperancia y corrupción de los partidos tradicionales. A los políticos, dice Milei, “hay que sacarlos a patadas en el culo”. También ha sido muy duro con la izquierda y en particular contra el comunismo: "Es un sistema asesino. Se cargaron la vida de 150 millones de seres humanos".
Adaptando el concepto que popularizaron en España Pablo Iglesias y los líderes fundadores de Podemos, Milei ha denunciado la existencia en Argentina de una “casta” de “políticos chorros” (ladrones) a los que prometió desterrar de sus poltronas si llegaba a la Casa Rosada.
Hay otro paralelismo con Iglesias. Milei también saltó a la fama por su participación en programas televisivos de análisis político. Es economista y sus apariciones comentando los problemas de la economía argentina en programas populares como “Animales sueltos” le convirtieron en una cara familiar para un país cansado de las constantes devaluaciones de su moneda, de permanentes renegociaciones de la deuda nacional y de un coste de la vida disparado que alcanzó en el último año una inflación del 100%.
El de Milei era el discurso de la rabia. Pero si uno analiza su biografía, la rabia parece ser antigua. Nacido hace 52 años, creció en un hogar donde, según contó, sufrió maltratos físicos y verbales y estaba condenado a la soledad. Solo recientemente retomó su relación con sus padres, un transportista y una ama de casa.
Estudió en una escuela católica de un barrio residencial en la periferia bonaerense, donde hizo sus pinitos como portero en un equipo de fútbol local y se ganó fama de malhumorado, para terminar graduándose en Economía en universidades privadas de Buenos Aires.
Fue allí donde empezó a convencerse de que todos los problemas nacionales que no había podido resolver el Estado podría corregirlos la acción del mercado, una convicción que alienta las radicales propuestas económicas que han seducido a muchos votantes pero han puesto los pelos de punta a los académicos, como eliminar el banco central, establecer el dólar como moneda en Argentina, o permitir la venta libre de armas y de órganos.
Milei no es un conservador al uso. De la misma manera que se opone radicalmente al aborto, está a favor del matrimonio homosexual porque “se trata de un contrato entre privados” y, pese a declararse católico, tiene en su compatriota el Papa Francisco una de sus dianas favoritas. Lo ha acusado de ser “un jesuita que promueve el comunismo” e “incluso de ser “un representante del maligno en la tierra”, ataques furibundos que motivaron las quejas del Vaticano.
Quizá consciente de que parte de los apoyos que ha ido cosechando son los de quienes se opusieron a la legalización del aborto de diciembre de 2020, Milei ha trazado el tema como una de sus líneas rojas, pero en todo lo demás su apuesta es radicalmente libertaria y aboga por la desregulación de casi todo, hasta el punto de que llegó a definirse en una entrevista como un “anarcocapitalista” porque está “en contra del Estado”.
Esa aversión le ha llevado a prometer un adelgazamiento drástico del aparato estatal. “Se va a acabar el curro de la política”, prometió, y con su estilo histriónico habitual detalló cuales serían sus recortes. En un programa de televisión, de pie frente a un corcho con el organigrama de los ministerios fue arrancando de cuajo los nombres de todos los que suprimirá de ser elegido presidente. Los de Salud, Educación y Desarrollo Social quedarían fusionados en uno solo denominado Ministerio del Capital Humano.
Y sus postulados ultraliberales le han llevado incluso a abogar por la supresión de la escolarización obligatoria. Él se limitaría a entregar un bono solo a las familias de que quienes quisieran estudiar para que pudieran elegir en qué colegio hacerlo.
Sus heterodoxas propuestas han hecho saltar las alarmas de muchos, especialmente las económicas. Los economistas advierten de que es imposible manejarla sin una institución como el Banco Central y dudan de la viabilidad en Argentina de una dolarización como la que en su día implantó Ecuador.
Sus ideas son tan radicales que parece que solo pueden ser suyas. No está casado ni se le conoce pareja y su gran amor declarado son sus cinco mastines ingleses, a los que se refiere como “sus hijitos de cuatro patas”. No desmintió las afirmaciones de que contrató un médium para comunicarse con el sexto, que murió años atrás. Para muchos, son los rasgos de un personaje delirante. Para muchos votantes argentinos también, el hombre idóneo para enderezar el rumbo de su país.
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