Opinión
Puerta giratoria en Nicaragua
Daniel Ortega ha iniciado un férreo acoso político y judicial contra el clero
Siempre es motivo de alegría la liberación de cualquier preso político. Días atrás, el régimen sandinista que dirige Daniel Ortega ha decidido poner en libertad a más de 200 prisioneros que se mantenían en las mazmorras de la «justicia injusta» nicaragüense. Varios de ellos fueron excandidatos presidenciales quienes cometieron «el delito» de aspirar a la silla presidencial donde hoy se aposenta el autócrata Ortega.
Sin embargo, esta acción ocurre al mismo tiempo que han sido condenados siete religiosos. Curiosamente y después de la persecución política en 2021 y en el marco de las presidenciales de ese año, comenzó un férreo acoso policial y judicial al clero. Ante la falta de voces dentro de la oposición nicaragüense –unos por estar comprados y otros por estar perseguidos o encarcelados– han sido los sacerdotes, párrocos y obispos quienes han salido al frente para denunciar la violación de los derechos humanos del régimen.
La estrategia de persecución por parte de las autocracias de izquierda en América Latina pasa por concebir la prisión como una «puerta giratoria». Se trata de un juego macabro de endurecimiento y flexibilización. Con esa dinámica el régimen puede argumentar la aplicación de «medidas humanitarias» al tiempo que no cesa en su empeño por fustigar, perseguir y condenar de manera injusta a todo aquel que ose levantar la voz en su contra.
Poco optimismo por la liberación de estos más de 200 presos políticos. ¿Por qué? Uno porque ahora pasan al exilio y el ejercicio de rebeldía pierde fuerza; y dos, porque nada detendría a la autocracia nicaragüense para repetir las persecuciones y los encarcelamientos injustos cuando convenga políticamente de cara a seguir en el poder.
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