
Opinión
La significativa victoria para Donald Trump
Lo más importante del impasse legislativo que hizo tambalear al Gobierno federal por casi dos meses, es la capacidad del presidente estadounidense para golpear y resistir la respuesta

Ocho senadores demócratas han roto la acostumbrada lealtad partidaria y han sucumbido a las presiones de la Casa Blanca. «A cambio de nada», tal y como lo afirmó la representante opositora y socialista Alexandria Ocasio-Cortez, y lo ratificó el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, el Gobierno se reabrirá. Dicha capitulación representa una victoria política para Donald J. Trump, que a partir de enero comenzará la precampaña electoral para mantener la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes de cara a las elecciones intermedias de noviembre de 2026.
La «manzana de la discordia» ha sido el Obamacare. El controversial seguro médico aprobado durante la era del primer presidente afroamericano dejará de ser subsidiado por el Gobierno. A partir del 31 de enero, 20 millones de estadounidenses tendrán que pagar el doble o el triple si quieren conservarlo. Sin embargo, mientras estrangula la ayuda médica para socavar el legado de Obama, paralelamente Trump anuncia la entrega de cheques de reembolso por 2,000 dólares americanos a cada ciudadano (sin incluir a los ricos), producto de los ingresos que se están obteniendo de los aranceles. En otras palabras, el magnate presidente intenta rebajar el costo político por tocar la tecla sensible del seguro médico firmando cheques con su sello. El cálculo, sin duda, responde a las elecciones intermedias del año que viene.
Mientras el tráfico aéreo se normalizará en las próximas horas y los controladores recibirán el 70% de lo que se les debe en los próximos días, lo más importante de este impasse legislativo, y que hizo tambalear al Gobierno federal por casi dos meses, es la capacidad de Trump para golpear y resistir la respuesta. Ciertamente, con un halo de insensibilidad por restar importancia a la suspensión de pagos salariales, pero con la convicción de que saldría airoso de la coyuntura. Lo ocurrido es un ensayo y una alerta para el Partido Demócrata; otra más. Una victoria significativa que empaña por completo lo ocurrido en las últimas elecciones, cuando los demócratas tuvieron una noche sólida, manteniendo o recuperando el control en casi todas las principales ciudades. La alegría les duró poco. Hoy Trump vuelve a situarse en lo más alto del podio.
Trump ha capitalizado, además, el desgaste institucional. En la última encuesta realizada por la Universidad de Harvard, la desaprobación del Congreso norteamericano alcanza el 65%. Ciertamente, los números del Presidente no son los mejores. En promedio, las mediciones lo sitúan con menos del 40% de popularidad. Sin embargo, se trata de una tercera parte de votantes que tienen una fidelidad más fuerte que la aprobación potencial que puedan conseguir los representantes y senadores por su trabajo en el Congreso. En este sentido, será lógico que la elección intermedia del año que viene, al igual que acaba de ocurrir con el cierre y reapertura del gobierno, gire alrededor del liderazgo personalista del presidente Trump.
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