Accidente de Germanwings
Andreas y su novia pasaban por una «profunda crisis»
Compartían piso en Düsseldorf tras siete años de relación y habían hecho planes de boda, pero el idilio se rompió. Ella ha confirmado que Lubitz sufría una profunda depresión.
El gran misterio que rodea a la figura del copiloto de Germanwings Andrea Lubitz, comienza a aclararse paulatinamente, a pequeños pasos, porque todavía existen grandes dudas sobre sus últimos días y su entorno. Al importante historial depresivo que la Prensa y las evidencias confirman, se uniría un capítulo de desengaño amoroso: una reciente ruptura que obligó al piloto a recibir tratamiento psiquiátrico durante las semanas anteriores a su suicidio. La pareja sentimental en cuestión, con la que llevaba siete años de relación y con la que había previsto pasar por el altar el año que viene, vivía con él en su apartamento de Düsseldorf y ya ha sido interrogada por la Policía.
El nombre de la novia no se ha hecho público, pero sí ha trascendido que manenían una relación muy estable. Eran vistos a menudo, los dos juntos, en restaurantes y eventos del club aéreo al que Lubitz pertenecía y compartían el footing como afición: corrían con frecuencia por su barrio de residencia y se apuntaban a diversas pruebas atléticas. Sin embargo, según las declaraciones de una vecina que quiso permanecer en el anonimato, existían indicios de que la relación se hubiese roto recientemente, o bien pasaba por momentos complicados. «Estaba pasando una profunda crisis en la relación con su novia», informó su vecina.
En el interrogatorio ante la Policía, según varios medios alemanes, la novia de Andreas Lubitz habría reconocido que éste sufría una grave depresión. Al cierre de esta edición, se desconoía también su paradero, aunque los vecinos aseguraron que se ha marchado a pasar unos días con su familia mientras la Policía y los investigadores rastrean el apartamento que la pareja compartía en busca de nuevos indicios que expliquen lo que parecía inexplicable hace dos días.
Todo parece indicar por tanto que, en el momento del siniestro, Andreas Lubitz atravesaba una profunda crisis personal que se unía a sus problemas psicológicos. Un amigo que le conoce desde hace seis años y había volado junto a él en la escuela aérea, declaró ayer que durante el último año se iba mostrando cada vez más retraído, quizá debido a las dificultades amorosas a las que se enfrentaba. Este testigo confirmó que efectivamente estaba teniendo graves problemas con su pareja sentimental.
Andreas Lubitz solía frecuentar un restaurante de pizzas para llevar próximo a su casa y a veces lo hacía en compañía de su novia. El propietario de este lugar, Habib Hassani, aseguró conocerle bien y se declaró también perplejo ante el acto llevado a cabo por el copiloto, a quien definió como «amable». Además, dijo que Lubitz era un joven conversador y que el año pasado le había comentado que iría junto a su novia a Estados Unidos, concretamente a la ciudad de San Francisco, un destino, al parecer, idolatrado por el piloto. Hassani explicó asimismo que parecía estar muy enamorado de la mujer que le acompañaba. «Andreas solía venir y pedir dos pizzas para llevar; pero, desde hace un mes y medio, ya no vino más», añadió.
Klaus Radke, el presidente del Club de Deportes Aéreos LSC Westerwald al que Lubitz pertenecía, declaró ante la Policía que era un joven muy normal, y entre los ejemplos de esa aparente «normalidad», contó que el club aéreo había celebrado recientemente una barbacoa para todos sus miembros, a la que el joven piloto había acudido junto a su compañera, sin dejar entrever síntoma alguno de tristeza o inestabilidad. Nadie percibió nada extraño en el comportamiento de él o en la relación de la pareja.
El diario alemán «Bild» daba por hecha ayer la ruptura, aunque otros medios no la daban por definitiva. De todas formas esta crisis habría intensificado los problemas con los que ya contaba, y pudo haber tenido mucho que ver en la actuación del empleado de Germanwings. «Lubitz se enfrentaba al drama de una grave crisis en la relación con su novia y esa pena en el corazón le habría podido conducir a todo esto», publicaba el periódico en uno de sus artículos.
Por otra parte, los datos que han aparecido sobre su entorno familiar no apuntan hacia nada fuera de lo normal. Su madre es pianista y su padre, un ingeniero con un buen trabajo. Esta desahogada posición económica hizo posible que pudieran costearle a su hijo la formación en la escuela de pilotaje de Bremen de Lufthansa, la cual asciende a un mínimo de 70.000 euros. Además, las declaraciones aseguran que Andreas Lubitz tenía un hermano pequeño, más joven que él – aparentemente, de unos 14 o 15 años–. A este respecto ninguna fuente oficial ha querido aclarar nada, ni en un sentido ni en otro, tal vez por proteger al menor.
Sano, deportista, joven normal y enamorado fueron las primeras descripciones sobre él que se escucharon. Sin embargo, poco a poco se va delineando el perfil mental y las circunstancias del joven copiloto, que impidió a su comandante pasar a la cabina de pilotaje y estrelló un avión con otras 149 personas a 700 kilómetros por hora en uno de los montes alpinos de Francia.
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