Siria

«Por qué viajé a Siria»

Una semana después de su liberación, nuestro corresponsal Ángel Sastre, secuestrado durante diez meses en Siria junto a Antonio Pampliega y José Manuel López, reflexiona sobre las razones que le llevaron a ese país

Ángel Sastre lamentaba cada día no poder informar del discurrir de la guerra en Siria, de la que tenía noticias a través de una televisión que le dejaban ver sus captores
Ángel Sastre lamentaba cada día no poder informar del discurrir de la guerra en Siria, de la que tenía noticias a través de una televisión que le dejaban ver sus captoreslarazon

Una semana después de su liberación, nuestro corresponsal Ángel Sastre, secuestrado durante diez meses en Siria junto a Antonio Pampliega y José Manuel López, reflexiona sobre las razones que le llevaron a ese país

Durante mi reciente viaje a Siria, donde estuve cautivo durante diez meses, había una pregunta que no paraba de repetirse: ¿por qué haces esto? El primero en realizarla fue uno de los generales de Ahrar Al Sham, una coalición de unidades islamistas que se ha convertido en la mayor milicia del Frente Islámico Sirio. Eran los encargados en un principio de protegerme durante la cobertura informativa que pretendía hacer en el país, aunque finalmente su salvoconducto quedó en papel mojado. El líder de esta milicia en Alepo no entendía qué hacían tres reporteros jugándose la vida por contar lo que ocurría en su país.

Una semana después el debate se repetía. Esta vez era uno de nuestros captores el que paradójicamente me recomendaba que si volvía a mi país optase por buscar un trabajo más normal y rentable, algo así como abrir una tienda y tener muchos hijos –él aseguraba que criaba cinco destinados a la yihad–.

También alucinaba mientras le contaba lo que pagan algunos medios a los que informan desde zonas de guerra. Mucha gente piensa que acudimos a estos sitios por el dinero, cuando en realidad es al revés. Es por tanto fundamental que los medios españoles empiecen a invertir en este tipo de conflictos pagando lo que deben a los reporteros «freelancers», como también es necesario que encuentren espacio para seguir hablando de Siria. Ésa es otra de las frustraciones de los periodistas cuando cubrimos una guerra: llegar y jugártela para que luego no haya interés del otro lado.

Al cuarto mes, nuestros carceleros nos entregaron una tele con la que conseguí sintonizar algunos canales internacionales. Veías cómo Siria era portada de los medios como BBC, CNN o Al Jazeera, pero imaginabas que en España no ocuparía más que unos segundos al final de algún informativo. «Quizás con la crisis de refugiados le den un poco más de cancha», pensaba. También me «jodía» ver algunos reportajes que yo hubiera querido hacer, como por ejemplo la enorme labor que ejercen los Cascos Blancos rescatando supervivientes y cuerpos de víctimas entre los escombros. No pudo ser, sólo duré dos días trabajando antes de que me agarraran y me subieran a una furgoneta.

Durante estos días el foco de atención hemos sido nosotros, pero lo que realmente importa es la guerra que desde hace cinco años ha dejado un reguero de 300.000 muertos y millones de desplazados. Es un régimen que bombardea sistemáticamente a su población arrojando barriles contra hospitales y mercados, que ha perdido el control. A su vez, los diferentes grupos rebeldes islamistas como el Estado Islámico y Al Nusra que combaten en la zona han secuestrado esta revolución convirtiéndola en una yihad. No hay solución a corto plazo para Siria y cualquiera de los escenarios posibles son malos.

Ya de vuelta a España, la pregunta se repite: ¿Por qué hacéis esto? Mi respuesta siempre es la misma, que me preocupa la población civil, que el conflicto caiga en el olvido. Como en otras ocasiones, en otros conflictos de los que informé antes, quería entrar, involucrarme, vivir en primera persona esta guerra y salir para contarlo. El problema es que fallé en este último punto: ninguna crónica o relato merece el sufrimiento causado a nuestras familias.

Podría además añadir que disfruto enormemente ejerciendo mi trabajo –aunque sea rodeado de miseria y violencia–, que siempre me atrajeron los bajos fondos, no sólo de Oriente, sino también de América Latina, donde gano el dinero que pierdo en las guerras.

En definitiva, y ante todo, hay que recordar que, aunque hoy los medios se preocupan por la vida de tres españoles en Siria, mueren cientos de personas cada día y su vida no vale menos que las nuestras.

Avanza tu recuperación, comienzas a darte cuenta de la realidad y aumenta la rabia: el panorama de secuestros ha hecho completamente imposible que podamos ejercer nuestra profesión en países como Siria, Libia o Yemen. Nunca podré volver. Sin embargo, sigue habiendo muchos otros conflictos que seguir cubriendo, encontraré la manera de seguir informando. Ellos merecen la presencia de los periodistas, merecen que lo sigamos intentando.