Política

Elecciones en Alemania

Angie, la Mutti de hierro

Angie, la Mutti de hierro
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La victoria de la estabilidad. Con una sonrisa tranquila y un brillo sereno en los ojos, alternando el discurso varias veces con aplausos espontáneos de su equipo y seguidores, la canciller Angela Merkel celebró ayer los resultados de las elecciones alemanas, que gana por tercera vez consecutiva. Tanto los que la votaron como los que no, señalaron a la salida de los colegios electorales que lo que la ha llevado al triunfo es la confianza, la seguridad, la sensatez, el pragmatismo de la jefa de Gobierno.

Hija de pastor luterano, de adolescencia comunista, vivió en Berlín oriental. Aclamada como «la mujer más poderosa del mundo», por la revista Forbes, se la ha comparado con la dama de hierro, Margaret Thatcher, por sus ideas conservadoras y su formación científica, aunque Merkel (aunque distante), posee un carisma y un gesto un tanto más amable. El hecho de que apenas dos días antes de las elecciones, los berlineses se encontraran en un supermercado con la canciller comprando arroz, como cualquier «hausfrau» (ama de casa) que hace sus recados de última hora, muestra su faceta de persona que organiza su casa (y el país). Su coche oficial la esperaba en la puerta para llevarla a sus tareas de jefa de Gobierno, concretamente a un mitin. Esa combinación entre mujer común, que podría parecerse a cualquier alemán medio y, a su vez, una exitosísima carrera profesional como política, gusta mucho en el país germano.

«Mamá lo consigue»

Por su primera faceta como proveedora del hogar, se la ha llamado «mutti» (mamá). Muchos carteles de sus seguidores, reunidos en torno a sus actos de campaña, mostraban este nombre. Algunos incluso, mostraban «mutti mach» (Mamá lo consigue) y, en un alarde sentimental poco común en Alemania, se leía: «Ich liebe Mutti» (quiero a mamá). Aunque no tiene hijos ni con su primer marido ni con el actual, Joachim Sauer, catedrático de Física y Química en la universidad Humboldt, de Berlín, cultiva esta imagen de madre que aprueba o reprende a sus hijos (los ciudadanos). La triunfante canciller compareció a las 18:45 de ayer para agradecer a los votantes un «superresultado». La canciller, con chaqueta azul y un curioso collar en tonos también azules, dio las gracias a sus compañeros de partido, los jóvenes y, por último, a su marido, poco dado a las apariciones públicas, que sonrió tímidamente. «Gracias a mi marido, que también ha tenido que aguantar algunas cosas», declaró Merkel lanzándole una mirada cómplice. A la canciller, también se le llama «Angie», en tono cariñoso. En la campaña, por si todavía se necesitaba dotar de una mayor cercanía la imagen de la líder del CDU, se emitieron anuncios y se imprimieron carteles en los que se la veía realizando actividades cotidianas. Su forma peculiar de juntar las manos, con las puntas de los dedos unidas, también sirvieron para ilustrar la propaganda del CDU. Ayer, en su comparecencia de celebración, también lo mostraron las cámaras de la televisión pública alemana. Su personalidad es bastante compleja. De signo del zodiaco, Cáncer, representado por el cangrejo, que suelen esconderse en su caparazón. Según los que creen en el horóscopo, los cáncer son los menos fáciles de definir de todo el horóscopo. Igual ocurre con Merkel. Su biografía contiene un puñado de datos, que los medios repiten sin cesar, sin que nadie sepa realmente quién y cómo es esta mujer. La imagen de impermeabilidad, de falta de conexión empática, es una característica muy alemana (su exquisita educación impide conocer sus particularidades emocionales). En Merkel se da como en nadie. No tiene a sus espaldas escándalos sexuales, como ocurre en Italia o Israel (por citar alguno), ni de corrupción, como pasó en Grecia o España (por mencionar alguno), ni de ningún tipo. Su currículo vital está limpio. Es perseverante, discreta y coherente. Pero con mucha personalidad. De ello dio prueba ya en 1999, cuando, siendo secretaria general del CDU, aconsejó a su partido «emanciparse» del patriarca y mentor personal, Helmut Kohl. Éste la había calificado en una ocasión como «una chica del este» ya que creció en la República Democrática Alemana (RDA). Merkel estudió en Leipzig y Berlín.

A los 23 años contrajo matrimonio con un compañero de la universidad, Ulrich Merkel, del que aún conserva el apellido. Antes se llamaba Angela Dorothea Kasner. Cinco años después se divorció. Entonces comenzó la tesis doctoral en Física, pidiendo consejo a Joachim Sauer, un catedrático en Físicoquímica casado y con dos hijos que, muchos años después, acabó convirtiéndose en su segundo esposo. Contrajeron matrimonio en 1998.

Como se lee en un artículo, al esposo de Merkel le valdría también el dicho aquel de «un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma». «No solo cierra la boca con cemento, se muestra hierático y hasta hostil con la prensa.

Es hasta complicado encontrar fotos de juventud de este profesor de química», reza un blog político. Hace unos meses, dos jóvenes le pusieron en un aprieto en un programa de televisión, diez años con trabajos temporales. «Eso no puede ser», respondió con cara compungida. Ayer, a las 20.40, en la primera entrevista televisiva tras su victoria, declaró: «Vivimos en un buen país. Tenemos que aprender a sentirlo, a decirlo». Se la veía tranquila y serena. Puede que, bajo su caparazón, se sintiera feliz. Pero se mostró impasible. La victoria de la estabilidad.