Censura

China vuelve a silenciar Hong Kong y prohíbe por tercera año consecutivo la conmemoración de la represión de Tiananmen

Decenas de policías patrullan el Parque Victoria de Hong Kong, un ejemplo más de la pérdida de libertades en la nación

Durante años, Hong Kong y Macao fueron los únicos lugares del territorio chino en los que se permitía conmemorar el incidente de Tiananmen.
Durante años, Hong Kong y Macao fueron los únicos lugares del territorio chino en los que se permitía conmemorar el incidente de Tiananmen.JEROME FAVREAgencia EFE

A lo largo de 30 años, la noche del 4 de junio se convirtió en una velada muy especial para Hong Kong. En esa noche, cientos de miles de personas acudían al Parque Victoria con velas y flores blancas para recordar a los manifestantes pacíficos asesinados por el gobierno chino en aquella fatídica madrugada de 1989 en Tiananmen. Desde 1997, año en que se produjo la “devolución” de la ex colonia británica a China, era el único lugar dentro de las fronteras de la República Popular donde se podía conmemorar públicamente la masacre.

En el territorio semi autónomo se toleraba el recuerdo a gran escala, hasta hace dos años, cuando Pekín impuso una Ley de seguridad nacional para acabar con la disidencia tras las masivas protestas prodemocráticas de 2019. Así pues, este año los hongkoneses que pretendían conmemorar el 33º aniversario de la sangrienta represión, se vieron obligados a hacerlo de forma sutil o privada, ante la advertencia policial de que no se tolerarán las concentraciones públicas.

Es más, incluso el cuerpo diplomático hongkonés ha sido amonestado para que ningún consulado haga la mínima mención a la fecha maldita.

Desde el viernes, las fuerzas de seguridad vigilan de cerca el centro financiero y advirtieron al público de que “participar en una reunión no autorizada” conlleva una pena máxima de cinco años de prisión. Y es que ahora, en el marco de un gobierno cada vez más estricto y autoritario de Pekín sobre el territorio, recordar los hechos se ha convertido en un delito grave.

La advertencia no causó extrañeza a los residentes, que han visto sus vidas trastocadas en los dos últimos años por las estrictas restricciones de la COVID-19 y la normativa de seguridad nacional. Una combinación que se ha traducido en el fin de las manifestaciones públicas y en el silencio de muchos grupos de la sociedad civil e instituciones culturales, incluidos los vinculados al recuerdo de lo ocurrido.

La emblemática puerta de la plaza de Tiananmen de Pekín, cuyo nombre se traduce en “puerta de la paz celestial”, en 1989 se convirtió en una escena muy lejana del sosiego. Poco antes de aquel verano, el lugar había sido escenario de protestas no violentas a favor de la democracia. Pero el 3 y 4 de junio el ejército chino entró y acribilló a un número indeterminado de civiles, convirtiendo la paz en un auténtico caos y devastación. En las tres décadas transcurridas desde las históricas protestas, Chinarara vez las ha reconocido y jamás ha pedido disculpas por la masacre.

Desde entonces, el Estado chino se ha aferrado a una línea orwelliana: mantener que las protestas fueron una insurrección “contrarrevolucionaria”. De hecho, la mayoría de los ciudadanos chinos nacidos después de aquello tienen una vaga noción de lo que allí sucedió.

En un signo de estos tiempos de censura, la diócesis católica de Hong Kong aseguró a mediados de mayo que, por primera vez, no celebraría su misa anual en memoria de los fallecidos. La noticia de la cancelación de la ceremonia se produjo tras la detención del cardenal Joseph Zen, antiguo obispo de Hong Kong. Zen fue arrestado junto a otras cuatro personas por presunta “connivencia con fuerzas extranjeras”, mientras ejercía como administrador de una organización benéfica que proporcionaba asistencia legal a los manifestantes a favor de la democracia ahora encarcelados.

El nuevo régimen de seguridad de Hong Kong también ha dado un escarmiento a los organizadores de la vigilia anual. Los responsables de la “Alianza de Hong Kong en apoyo de los movimientos democráticos patrióticos” - disuelta el pasado mes de septiembre - , fueron calificados por la Oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao del gobierno central como una entidad “antichina” que avivaba la inestabilidad en la ciudad, divulgaba rumores, calumniaba a los dirigentes del Partido Comunista e incitaba al odio dirigido a éstos.

Suma y sigue. Veintiséis activistas pro democráticos -entre ellos Joshua Wong, el magnate de los medios de comunicación Jimmy Lai, la periodista Gwyneth Ho y los ex parlamentarios Leung Kwok-hung, Cyd Ho y Andrew Wan- fueron además detenidos por participar o “incitar” a otros a participar en los eventos de 2020. Recibieron sentencias suspendidas o penas de prisión de entre 4 y 14 meses.

Asimismo las esculturas y obras de arte que conmemoraban lo ocurrido en Tiananmen fueron retiradas de varios campus universitarios, incluida la emblemática Columna de la Vergüenza, una estatua de cobre de dos toneladas con cuerpos retorcidos y rostros agonizantes que se mantuvo en el campus de la Universidad de Hong Kong durante casi un cuarto de siglo. También se cerró un museo dedicado a la represión, mientras que los libros de texto minimizan los hechos y omiten las referencias al “hombre de los tanques”, un individuo aún no identificado que se colocó delante de los carros de combate que entraban en la plaza.