Represión

Jamenei culpa a EE UU e Israel de la ola de protestas en Irán

El líder supremo iraní defiende la represión contra los manifestantes tras el asesinato de la joven Mahsa Amini

Protestas frente a la embajada iraní en Bucarest (Rumanía) por la muerte de Mahsa Amini, la mujer que murió mientras estaba bajo custodia policial en Irán
Protestas frente a la embajada iraní en Bucarest (Rumanía) por la muerte de Mahsa Amini, la mujer que murió mientras estaba bajo custodia policial en IránAndreea AlexandruAgencia AP

En las portadas de los medios de comunicación oficialistas, las protestas que sacuden todo Irán por la muerte de la joven Mahsa Amini son inexistentes. Entre los artículos destacados en el portal de la agencia Irna, las únicas imágenes de concentraciones callejeras son de apoyo al régimen de los ayatolás. “Somos obedientes al líder”, se lee en los rótulos que sostienen mujeres vestidas con chadores negros –manto que cubre todo el cuerpo-, y el pelo completamente cubierto.

El líder al que obedecen, el ayatolá Ali Jamenei, y el Gobierno presidido por Ebrahim Raisi, han ordenado a las fuerzas de seguridad que sean implacables. Según un documento oficial filtrado a Amnistía Internacional, un cuartel general del ejército ordenó a sus comandantes “confrontad severamente a los alborotadores y antirevolucionarios”. Dos días después, un oficial en la provincia de Mazandran fue más allá: “actuad sin piedad, incluyendo muertos si es necesario”.

Tras dos semanas de silencio, Jamenei afirmó que la muerte de la joven es «desoladora», pero calificó las protestas que se han desencadenado por ello como «no normales» y «planeadas» por EE UU e Israel. «Declaro públicamente que los recientes disturbios y agitaciones fueron una conspiración diseñada por EE UU; el usurpador y falso régimen sionista; sus mercenarios e iraníes traidores que viven en el extranjero y les ayudaron», aseguró en una visita a la Universidad de Oficiales de las Fuerzas Armadas.

Cada vez es más difícil calibrar la magnitud de las manifestaciones, dados los cortes de internet y las restricciones de uso de aplicaciones como WhatsApp e Instagram. Muchos iraníes tiran de redes privadas para intentar sortear la censura y enviar información al extranjero. La televisión estatal iraní informó que al menos 41 protestantes y agentes habrían muerto desde el inicio de las manifestaciones hace quince días. Desde Irán Human Rights, una oenegé basada en Noruega, elevan ya el cómputo a 83 fallecidos. Los detenidos se cuentan por miles.

A diferencia de protestas antigubernamentales previas –aplacadas con mayor celeridad-, la rabia por la muerte de Amini ha empujado a las masas a la confrontación directa con las fuerzas del orden. “La gente no es pasiva. Cuando les agreden, responden golpeando a los policías”, apuntó Ebadi, que abandonó su país tras la represión de las protestas de 2009 contra el fraude electoral. Desde muchas localidades han circulado videos de civiles obligando a retroceder a los antidisturbios. En otros clips, se vio a agentes disparando ráfagas de metralletas contra los ciudadanos y golpeado con porras a mujeres desobedientes.

“Las autoridades iraníes decidieron dañar o matar gente a consciencia, que tomaron las calles para expresar su furia por décadas de represión e injusticia. En la impunidad sistémica que prevalece en Irán, decenas de hombres, mujeres y niños han sido ilegalmente asesinados durante este baño de sangre”, exclamó Agnes Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.

Ante la brutalidad del régimen, la incógnita se cierne sobre cuánto tiempo lograrán mantenerse las movilizaciones y si lograrán impulsar cambios. Acorde a la agencia AP, las calles se mantuvieron en aparente calma el jueves, sin las habituales escenas de contenedores o vehículos en llamas. Mohsen Mansouri, gobernador provincial de Teherán, informó que “la seguridad fue restablecida” en las calles de la capital. No obstante, desde ventanas y balcones seguía retumbando el clamor: “¡muerte al dictador!”.

Bajo el lema de “Mujer, vida y libertad”, decenas de miles de iraníes no solo exigen erradicar la obligación de vestir el hiyab (velo islámico) en público. El sueño de muchos -especialmente los más jóvenes- es dinamitar las rígidas normativas religiosas, vigentes desde la Revolución Islámica de 1979. El rostro de Amini, visible especialmente en las localidades kurdas al noroeste del país, se ha convertido en el símbolo de la lucha contra la élite clerical dominante.

La joven de 22 años, nacida en Saqez, falleció tras su ingreso en una comisaría. Fue detenida por la “policía de la moral” por no vestir el hiyab adecuadamente. Varios testimonios contaron a sus familiares que fue brutalmente golpeada y, tras fallecer en el hospital, no se les permitió ver su cuerpo sin vida.

La versión oficial sigue sosteniendo que falleció por un paro cardíaco. El presidente Ebrahim Raisi prometió el miércoles proseguir con la investigación del caso, pero enfatizó que las autoridades no permitirán ninguna amenaza contra la seguridad pública. Como ya hicieran en el pasado, líderes iraníes culpan a agentes extranjeros de fomentar la revuelta.

Otra de las obsesiones del régimen de los ayatolás es silenciar a periodistas, artistas o deportistas influyentes. La popular cantante Mona Borzoui, así como el ex futbolista Hossen Mahini, fueron detenidos por “fomentar los disturbios”. También decenas de reporteros como Elahe Mohammadi, que informó sobre el funeral de Amini en Saqez, han sido puestos entre rejas.El cantante Shervin Hajipour compuso la canción “For” con tuits publicados por sus compatriotas. En menos de dos días, sobrepasó las 34 millones de visualizaciones en su perfil de Instagram. La policía cibernética le contactó y le obligó a eliminar la publicación. Poco después, lo arrestaron. “El poema de esta canción fue escrito por vosotros, para aliviar vuestro dolor”, explicó el compositor.

Según el digital antigubernamental IranWire, integrantes de las milicias represoras “Basij” y mujeres voluntarias en la “policía de la moral” podrían estar renunciando a sus cargos. “La principal preocupación del aparato de seguridad es la potencial deserción de agentes ante el crecimiento de las marchas juveniles”, aseveró un ex oficial bajo anonimato.