China

Gran despliegue policial en Pekín y Shanghái para acallar las protestas contra la gestión de Xi Jinping

Las manifestaciones se han apagado este lunes pero la indignación popular contra la política de covid cero impulsada por el presidente chino sigue latente en las grandes ciudades

China ha desplegado este martes a la Policía en gran número de ciudades del país para evitar nuevas protestas contra las estrictas medidas impuestas por el Gobierno en el marco de la política Covid Zero. Las fuerzas de seguridad han detenido a transeúntes, revisando sus teléfonos en busca de contenidos sospechosos o programas informáticos que pueden utilizarse para eludir la censura en Internet, informa la agencia DPA. En Pekín, la Policía se ha concentrado en el paseo de Río Liangma, cerca del barrio diplomático. Mientras tanto, en el centro financiero de Shanghái, los agentes han instalado barreras para impedir que se reúnan grandes multitudes.

El acto de sostener un papel en blanco se ha convertido en un símbolo de reivindicación en China, donde una población enfurecida se ha lanzado a las calles de las principales ciudades para protestar contra las actuales medidas gubernamentales basadas en un sistema de control total. Mientras el gobierno se aferra a la legitimidad de su política de covid cero, las revueltas contra las duras restricciones contra la covid-19 estallaron en todo China durante el pasado fin de semana, dejando entrever que una posible “revolución de los colores” podría estar empezando a tomar forma. En ciudades como Shanghai y Pekín se produjeron concentraciones de una magnitud, que no se veía desde las protestas de la plaza de Tiananmen en 1989.

El líder supremo de China, Xi Jinping, se ve a sí mismo como un salvador, ungido para alejar al Partido Comunista y a su país de la corrupción y la influencia extranjera, hacia una “nueva era” de prosperidad, poder y devoción política. Sin embargo, el pánico a una “revolución de colores” ha hecho agonizar al todopoderoso líder desde su toma de poder en 2013, como demuestran sus muchos esfuerzos por hacer de la segunda economía mundial una fortaleza infranqueable.

Xi teme que la sociedad china se divida, alejándose de los principios fundamentales del PCCh. Así, considera que eliminar la infiltración de “influencias occidentales” en la sociedad es el primer paso para salvaguardar el régimen. Por ello, en abril de 2013 imprimió el “Comunicado sobre el estado actual de la esfera ideológica”, que advertía de la amenaza de siete valores occidentales “peligrosos”, y por ello los vetaba. Entre ellos se incluye la democracia constitucional occidental, los “valores universales” (de los derechos humanos), la sociedad civil, el neoliberalismo, la independencia de los medios de comunicación, el “nihilismo histórico” que critica el pasado del PCCh y el cuestionamiento de la naturaleza socialista de la República Popular.

En este contexto, algunos medios de comunicación en línea dentro de la China continental, han apuntado a fuerzas extranjeras como las instigadoras de las manifestaciones que han desestabilizado el país este fin de semana.

En este sentido, la tecnología moderna le ha permitido además un estricto control de la población, aún mayor que el que ya aprendió de Mao, como la vigilancia por parte de numerosos “comités de barrio”. Entre los desarrollos más notables se encuentra el Sistema de Crédito Social nacional, que califica, castiga y premia a todas las empresas y personas, así como las tecnologías de vigilancia masiva como el reconocimiento facial, el seguimiento de la ubicación de los móviles y el “pasaporte digital” ideado durante la pandemia de covid.

El PCCh afirma que estas herramientas se desarrollaron en beneficio del pueblo, como para promover los tratos honestos, reducir la delincuencia y proteger la salud pública. Pero la realidad es que se han utilizado para controlar las actividades de la población, identificar a los disidentes y peticionarios, y poner fin a protestas y levantamientos. Cabe destacar que estos instrumentos de vigilancia no sólo reprimen a las empresas chinas, sino también a las extranjeras.

Crecen las protestas

A pesar de todo ello, en los últimos años se han producido en la nación asiática manifestaciones masivas e incidentes antigubernamentales, y la hostilidad hacia el gobierno autoritario va en aumento. Los observadores afirman que este nuevo énfasis en las revoluciones de colores por parte del Partido Comunista se debe a la preocupación por el aumento de estos disturbios.

De hecho, la política laboral ha visto salir a la calle a millones de trabajadores despedidos de empresas públicas, así como a cientos de miles de sus homólogos entre los obreros inmigrantes de las industrias manufactureras de exportación. La mayoría exigía protección en los centros laborales, derechos sindicales o prestaciones sociales. No obstante, no solían establecer vínculos interregionales ni buscar una causa común con los residentes rurales, los estudiantes u otros. Una excepción significativa fue el llamado Incidente Jasic y sus secuelas en 2018.

En el caso de las protestas rurales, han girado en torno al pago del grano (crisis de los pagarés), las “cargas campesinas” la provisión de bienes públicos esenciales o la corrupción/malversación de los funcionarios locales. A menudo éstas han tenido un impacto significativo a nivel local, pero rara vez han trascendido.

Las estudiantiles han sido más inusuales, y suelen girar en torno a cuestiones académicas o de carácter general y filosófico.

La política covid cero como detonante

Recientemente los trabajadores de la mayor fábrica de IPhone en Zhengzhou y de otros lugares han participado en protestas laborales, pero con la etiqueta covid cero como marco para sus quejas. Los estudiantes de docenas de campus universitarios, de forma similar, están organizando todo tipo de acciones, pero también enmarcadas en torno a la covid.

La disidencia política generalizada china es muy rara en lo que respecta a ser expresada, pero se ha visto de vez en cuando, como en el movimiento de la Carta 08. Generalmente reprimida con rapidez y dureza, su impacto se ha limitado mayormente a un pequeño grupo de intelectuales cosmopolitas.

Aparte de estas, se han producido movilizaciones étnicas/minoritarias (por ejemplo, entre uigures y tibetanos), si bien han tenido una resonancia muy limitada en el conjunto de la población. Además, este fenómeno ha sido reprimido con extrema dureza, especialmente desde 2013.

Hasta ahora, Xi ha sofocado las amenazas percibidas para la “estabilidad” social: no sólo los disidentes, sino también los abogados de derechos humanos, activistas laborales, poetas, feministas y otros. Ha puesto en marcha programas de “sinicización” dirigidos a las minorías religiosas y étnicas, incluido el encarcelamiento masivo de uigures y otros musulmanes. Ha impuesto una nueva ley de seguridad nacional que ha silenciado y fulminado el movimiento prodemocrático de Hong Kong. Ha reforzado el control sobre las escuelas, desde el jardín de infancia hasta la universidad, encumbrando la “educación patriótica”, con el Pensamiento Xi Jinping como ideología rectora.