
Plan de paz
Gaza: un futuro dominado por la incertidumbre
Turquía, que ya ha anunciado que enviará tropas a Gaza, emerge como actor clave en el complejo escenario de la posguerra

Mientras la población civil de Gaza comienza a respirar aliviada tras la entrada en vigor del alto el fuego y la esperanza de que el cese de las hostilidades acabe por dar paso a una paz duradera, muchos -casi todos- son los interrogantes que se plantean en estos momentos sobre el estatus y la gobernabilidad de la Franja en el futuro inmediato al margen del papel protagonista de Estados Unidos e Israel en la nueva etapa.
El noveno punto del conocido como plan Trump -presentado por el presidente estadounidense el pasado 29 de septiembre en presencia del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu- contempla que Gaza “quede bajo la administración de un comité tecnocrático palestino, apolítico” con supervisión internacional de una Junta de Paz, encabezada por el propio inquilino de la Casa Blanca, figuras como el ex primer ministro británico Tony Blair y jefes de Estado internacionales. Por el momento nada se sabe sobre la procedencia de los miembros del citado comité -ni cómo será su elección- como tampoco qué Estados estarán representados al máximo nivel en la nueva Junta de Paz.
Una vez se lleve a cabo la reconstrucción del devastado territorio, la Autoridad Palestina (AP), hoy en manos de Al Fatah y en control limitado de parte de Cisjordania, deberá asumir la responsabilidad del Gobierno de Gaza. Pero ello solo ocurrirá, según el plan Trump, después de que Al Fatah “complete su programa de reformas”, apostilla que permitirá a Estados Unidos e Israel vetar la entrada de la organización secular liderada por Mahmud Abbas en la administración de la Franja. A pesar de su respaldo al texto, Netanyahu ha dejado claro en reiteradas ocasiones su rechazo a la presencia de la AP en la ecuación política de la posguerra. Por otra parte y a pesar de los rumores de las últimas horas, Israel sigue sin estar dispuesto a poner en libertad a la que sigue siendo la más importante de las figuras políticas palestinas, Marwan Barghouti -23 años en la cárcel- para muchos un nombre idóneo para el relanzamiento del proceso de paz en un momento como el actual.
No menos complejo será lograr la salida completa de Hamás y su desarme tras casi dos décadas de poder omnímodo en el territorio aunque la organización terrorista aceptó hace una semana transferir la “administración de Gaza a una autoridad independiente (tecnocrática) basada en el consenso nacional palestino y con el apoyo árabe e islámico”. Para Washington y Tel Aviv la erradicación completa de Hamás, que sigue contando con parte de su arsenal y miles de miembros activos en la Franja, es una línea roja irrenunciable.
Sin duda, uno de los países que emerge en el nuevo escenario -que tras su respaldo clave a la triunfante nueva autoridad islamista en Siria refuerza su influencia en Oriente Medio en el ocaso de Irán- es la Turquía de Recep Tayyip Erdogan. Fundamental ha sido la contribución de Ankara a la hora de convencer a Hamás de aceptar el acuerdo de Trump -Erdogan ha revelado cómo el mandatario le llamó personalmente para que empleará su ascendente sobre la organización terrorista- y no menos relevante será el papel de las autoridades turcas para lograr el desarme de la milicia islamista palestina, que ha contado en territorio turco con una base segura durante años.
Después de haber sido especialmente duro con las autoridades israelíes durante la larga ofensiva en Gaza, este jueves el veterano mandatario y líder del AKP anunciaba la presencia de su país en el “cuerpo especial” que velará por el cumplimiento del acuerdo en la Franja. Ayer el Ministerio de Defensa anunciaba el envío de tropas -un hecho cargado de simbolismo: el regreso de las fuerzas turcas a Palestina más de un siglo después de la salida del Imperio otomano- al territorio para integrarse en la fuerza internacional que habrá de velar por la paz.
No menos relevante en el futuro de Gaza será el papel de Qatar. El pequeño y poderoso emirato ha desempeñado un rol fundamental en la mediación entre Hamás -a la que financió durante décadas- y el gobierno israelí. Su apoyo tradicional a la organización islamista palestina no impide que Doha sea un estrecho aliado de Estados Unidos, que cuenta en territorio catarí con la base aérea de Al Udeid (su mayor infraestructura militar en todo Oriente Medio). Como en el caso de Turquía, el rol de Qatar se antoja decisivo a la hora de convencer a Hamás que entregue las armas.
Igualmente importante será la cooperación de los países vecinos, Egipto -uno de los países mediadores durante largos meses- y Jordania. El Cairo y Amán mantienen relaciones formales con el Estado de Israel, al que reconocieron respectivamente en 1979 y 1994. Más discreto parece en estos momentos el papel que está llamado a jugar Arabia Saudí, que compite con Turquía por ampliar su influencia regional aprovechando los reveses sufridos en los últimos meses por su gran rival: la República Islámica de Irán. Riad ha dejado claro que no reconocerá a Israel -la gran obsesión de Trump desde la firma de los Acuerdos de Abraham hace cinco años- hasta que no se produzca el establecimiento del Estado palestino.
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