El anhelo de Pekín

¿Por qué China está obsesionada con hundir los portaaviones de EE UU?

El impulso de Pekín para fortalecer su presencia naval y desafiar el dominio estadounidense se evidencia en un plan para modernizar su Armada con una dotación presupuestaria de 1,4 billones de dólares

El USS Gerald R Ford navegando junto al USS Harry S. Truman, de la anterior clase Nimitz
El USS Gerald R Ford navegando junto al USS Harry S. Truman, de la anterior clase NimitzWikipedia

La confrontación en Asia Oriental a mediados de los años noventa, concretamente la Tercera Crisis de Taiwán, marcó un punto de inflexión en la estrategia militar de China. Este episodio, aunque poco conocido en Estados Unidos, dejó una impresión indeleble en el estamento militar chino, particularmente por la demostración de poder y versatilidad que representó el portaaviones estadounidense.

Los eventos desencadenantes se remontan a 1995, en el preludio de las primeras elecciones democráticas en Taiwán, un hito político al que Pekín se oponía vehementemente. La invitación a Lee Teng-hui, entonces presidente de Taiwán y líder del partido Kuomintang, para hablar en Estados Unidos, específicamente en la Universidad de Cornell, exacerbó las tensiones.

Esta visita, interpretada como un agravio por Pekín, precipitó una serie de maniobras militares chinas en el Mar de China Oriental. Las acciones de China incluyeron ejercicios con misiles y el despliegue de cazas F-7, evidenciando una clara intención de intimidar a Taiwán y, por extensión, a Estados Unidos.

La escalada alcanzó su punto culminante en 1996, con China realizando maniobras que posicionaban misiles en dirección a Taiwán. La respuesta de Estados Unidos fue contundente, desplegando fuerzas navales avanzadas, incluyendo el portaaviones USS Nimitz y su grupo de combate.

La incapacidad de China para contrarrestar esta muestra de fuerza resultó en una humillación militar, subrayando la necesidad de desarrollar capacidades que neutralizaran efectivamente a los portaaviones estadounidenses.

La adquisición del casco del portaaviones ruso Riga, transformado en el Liaoning, marcó el inicio del esfuerzo chino por desarrollar una flota de portaaviones propia. Paralelamente, China intensificó el desarrollo de sistemas de misiles capaces de amenazar a los portaaviones enemigos, como el misil balístico antibuque DF-21D. Esta arma, con su capacidad para atacar objetivos marítimos a larga distancia, simboliza el enfoque renovado de China en la proyección de poder marítimo y la negación de acceso a sus adversarios.

Este enfoque estratégico se complementa con el despliegue de avances tecnológicos y tácticas que podrían permitir a China dañar o incluso hundir un portaaviones estadounidense en futuros conflictos. La capacidad de China para construir su propia flota de portaaviones, mientras simultáneamente desarrolla medios para neutralizar los de Estados Unidos, presenta un desafío estratégico significativo para la supremacía naval estadounidense en la región.

La Tercera Crisis de Taiwán no solo fue una lección brutal para China en términos de limitaciones militares, sino también un catalizador para una transformación profunda en su doctrina militar. La Armada del Ejército Popular de Liberación ha demostrado una capacidad notable para aprender y adaptarse a partir de estas experiencias, movilizando recursos considerables hacia el fortalecimiento de su poder naval y sus capacidades antiaéreas.

La evolución de la postura militar de China y su enfoque en capacidades que contrarrestan la proyección de poder naval de Estados Unidos tienen implicaciones significativas para la estabilidad en Asia Oriental y la seguridad global. La capacidad de China para proyectar poder a través de su creciente flota de portaaviones, combinada con su arsenal de misiles antibuque de largo alcance, altera el equilibrio de poder y modifica las consideraciones estratégicas de los países en la región.

Este cambio de paradigma en la capacidad militar china requiere nuevamente una evaluación de las estrategias de defensa y disuasión de Estados Unidos y sus aliados. La necesidad de operar bajo la amenaza de sistemas de misiles avanzados de China implica un replanteamiento de la presencia militar estadounidense y la naturaleza de sus alianzas en Asia-Pacífico.

Sin lugar a dudas, la transformación militar de China -impulsada en parte por las lecciones aprendidas durante la Tercera Crisis de Taiwán- representa un desafío estratégico que Estados Unidos y sus aliados deben abordar para mantener un equilibrio de poder favorable y asegurar la estabilidad regional a largo plazo.

A día de hoy, el impulso de Pekín para fortalecer su presencia naval y desafiar el dominio estadounidense se evidencia en un plan para modernizar su Armada con una dotación presupuestaria de 1,4 billones de dólaresque terminará en ejecutarse en el año 2028.