Oriente Próximo

El ataque a Israel sienta las bases de una alianza árabe frente a Irán

Los Estados árabes de la región hacen frente común junto a Tel Aviv y Washington frente el expansionismo del régimen de los mulás

April 19, 2024, Tehran, Iran: Iranian veiled women in black Chadors chant slogans during an anti-Israel rally in Tehran. Air defense systems over the central city of Isfahan destroyed three aerial objects early on April 19. The explosions come after a drone and missile attack carried by Iran's Islamic Revolutionary Guards Corps (IRGC) towards Israel on April 13, following an airstrike on the Iranian embassy in Syria, which Iran claimed was conducted by Israel. World leaders appealed for calm ...
O.Próximo.- Irán desdeña la operación israelí en Isfahán como un asalto "de juguete"Europa Press/Contacto/Rouzbeh FoEuropa Press

El ataque perpetrado por el régimen de los mulás contra Israel hace una semana –más de 300 drones y misiles de crucero– ha puesto en evidencia la supremacía del realismo y la responsabilidad en las relaciones internacionales al sentar los cimientos de una alianza árabe aliada de Israel –y Occidente– contra Teherán.

Si la guerra en Gaza comprometió las relaciones entre Israel y el mundo árabe, la inédita agresión directa de la República Islámica al «enemigo sionista» ha puesto en evidencia que la estrategia expansionista y desestabilizadora del régimen es la mayor amenaza a la seguridad regional. Si la ofensiva en siete frentes a través de fuerzas proxy tentáculos de la teocracia islámica estaba siendo contenida, un choque directo entre Tel Aviv y Teherán eleva como nunca el riesgo de una guerra total en el tapete conjunto de Oriente Medio.

«Los ataques de Irán han aumentado el apoyo internacional de Israel, incluidos países árabes clave que son críticos de la ofensiva en Gaza y que, sin embargo, han respaldado la respuesta militar israelí a la agresión con drones», sintetiza al director del programa de Oriente Medio y Norte de África en el European Council on Foreign Relations Julien Barnes-Dacey.

El ejemplo más nítido de esta nueva alianza árabe –fundamentalmente monarquías suníes– frente al comúnmente percibido enemigo iraní –promotor de un islam chií, considerado herético para el grupo mayoritario de musulmanes– fue la actuación de Amán. El papel de las fuerzas armadas jordanas fue clave a la hora de desbaratar la agresión aérea iraní. La monarquía hachemita se ha destacado en los últimos meses por sus críticas a Israel por su campaña contra Hamás en Gaza: uno de cada cinco jordanos es palestino y los islamistas afines a Hamás en Jordania son un peligro para la estabilidad del país. Pero la monarquía jordana es estrecha socia de Estados Unidos y sabe que ninguna amenaza es comparable con la iraní.

La agresión iraní a Israel despejó además una de las grandes incógnitas del momento: qué posición adoptaría Arabia Saudí. Tras meses de negociaciones que acercaban la posibilidad de que la monarquía saudí e Israel normalizaran relaciones diplomáticas, y Riad se uniera a los firmantes de los Acuerdos de Abraham, la operación de las FDI contra Hamás en Gaza puso en suspenso el proceso.

Desde el régimen saudí se había trasmitido desde el otoño pasado que cualquier posibilidad de retomar la cooperación con Tel Aviv estaba supeditada a la creación de un Estado palestino y al fin de la guerra contra la organización islamista palestina –también enemigo declarado de la monarquía de la Casa de Saúd– en la Franja a fin de preservar la seguridad de la población. La normalización, a su vez, de relaciones entre Riad y Teherán en la primavera del año pasado apuntaba al principio del fin del estado de guerra fría permanente entre las dos potencias regionales.

Sin embargo, ante el ataque iraní, la monarquía saudí optó inequívocamente por posicionarse del lado de Estados Unidos e Israel. Medios israelíes confirmaban una información de The Wall Street Journal que –citando oficiales de la Inteligencia estadounidense, egipcia y saudí– aseguraba que varios países del Golfo, entre ellos Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, proporcionaron a Israel información sobre los planes de ataque del régimen iraní «clave para el éxito de las medidas del sistema de defensa [israelí]». Al margen de la operación que permitió desbaratar el ataque iraní, Estados Unidos, Israel y varias naciones árabes llevan cooperando en materia de defensa aérea desde hace varios años frente a la amenaza iraní.

Desde octubre del año pasado, la situación en Oriente Próximo está poniendo a prueba la nueva alianza entre las monarquías árabes e Israel fundada a partir de la firma de los Acuerdos de Abraham. Bajo los auspicios de la Administración Trump, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin normalizaron relaciones con Israel en septiembre de 2020, y pocos meses después Marruecos haría lo propio. Con la excepción de Mauritania en 1999 –aunque dos años después rompería relaciones con Tel Aviv–, el último Estado perteneciente a la Liga Árabe en firmar la paz con Israel había sido Jordania (1994). Antes, en 1979, lo había hecho el Egipto de Anwar el Sadat.

En el otro lado se sitúan Líbano, Irak y Siria, bases de fuerzas proxy financiadas por Irán –y hogar de amplias comunidades chiíes, sobre todo los dos primeros– en su estrategia por el poder y la influencia en la región. La más poderosa de ellas no es otra que Hizbulá, Estado dentro del Estado libanés, que desde cuyos feudos en el sur del país levantino viene golpeando a las fuerzas de seguridad y población civil israelíes en los últimos seis meses casi de manera diaria. En Yemen, el norte es territorio de otra milicia alimentada y dirigida desde Teherán, los conocidos como hutíes, responsables de una cadena de ataques contra el tráfico marítimo en el mar Rojo que amenazan con provocar nuevas disrupciones en el comercio internacional en las próximas semanas. Siria es hoy un protectorado iraní.

Asimismo, el escenario actual está poniendo a prueba la influencia estadounidense en una región de la que ha ido paulatinamente retirándose en favor de sus intereses en Asia. El espacio lo ha ocupado China, que en esta hora juega un papel mediador –como lo hizo entre Arabia Saudí e Irán– para evitar una confrontación mayor entre Tel Aviv y Teherán.

Con todo, en una situación altamente voluble como la que se vive en la región, y teniendo en cuenta la impopularidad de Israel entre las sociedades civiles del mundo árabe, la alianza monárquica suní frente a la República Islámica puede verse aún comprometida. Impedirlo es uno de los objetivos de la Administración Biden, clave a la hora de que los vecinos árabes compartieran información con Israel sobre los planes del régimen presidido por el ayatolá Alí Jamenei, como lo es evitar una escalada bélica que no ayudaría a nadie.