Política

Estados Unidos

Españoles atrapados por el bloqueo del Gobierno en EEUU

Veinte españoles contratados por la NASA forman parte de los 800.000 empleados públicos que no pueden trabajar debido a la parálisis de la Administración

Jordi Vila posa en su lugar de trabajo. Participa en el proyecto Hirmes, telescopio infrarrojo de alta resolución
Jordi Vila posa en su lugar de trabajo. Participa en el proyecto Hirmes, telescopio infrarrojo de alta resoluciónlarazon

Veinte españoles contratados por la NASA forman parte de los 800.000 empleados públicos que no pueden trabajar debido a la parálisis de la Administración.

El cierre de la Administración más prolongado en la historia de EE UU está sembrando el pánico entre cientos de miles de trabajadores que no saben cómo harán frente a sus gastos sin los ingresos a los que están acostumbrados. Y es que incluso muchos de ellos tienen responsabilidades como «empleados especiales», con un alto riesgo para la seguridad nacional si interrumpen sus funciones, por lo que se ven obligados a trabajar de todos modos, pero no perciben por ello ninguna remuneración.

La NASA es una de las grandes afectadas por esta situación de bloqueo. Su Centro de Vuelo Espacial Goddard, donde trabajan cerca de 10.000 empleados públicos, cuenta con una veintena de españoles y tiene totalmente cerradas sus puertas estos días. Tan solo medio centenar de empleados tienen acceso a sus instalaciones, ya que cuentan con un pase especial por motivos de seguridad o bien tienen alguna investigación en marcha con necesidad de ser supervisada.

El ingeniero aeroespacial Jordi Vila es uno de los españoles que trabaja para la NASA. El cierre administrativo – provocado por la negativa de los demócratas a apoyar una partida de 5.700 millones de dólares en los presupuestos para construir el muro con México– le ha coincidido con sus vacaciones navideñas. Sin saber aún si cobrará a finales de este mes, ha decidido prolongar su estancia en España. «En lugar de estar trabajando desde mi casa de Maryland, estoy conectado estos días desde Barcelona para poder pasar más tiempo con mi familia y amigos», a los que no ve durante el resto del año. «En cuanto se reabra el Gobierno, cogeré el primer vuelo», tal y como ha acordado con sus jefes.

Y es que Vila es líder ingeniero eléctrico de Hirmes, un telescopio infrarrojo de alta resolución que se instalará en el observatorio estratosférico Sofia, un avión Boeing 747 adaptado para llevar un telescopio con el objetivo de estudiar aquellas zonas del espacio donde se están creando planetas que pueden albergar condiciones de vida similares a las de la Tierra. Un trabajo que lleva años en marcha y que no puede interrumpirse. «Lo que más preocupa ahora a la gente es el dinero y muchos que no cobran encima tienen que seguir trabajando», asegura Vila.

No se sabe cuánto tiempo transcurrirá, pero la preocupación va en aumento. «Todo el tiempo perdido lo tendremos que recuperar», asegura Vila. Ninguno de sus compañeros, ni siquiera sus jefes, cobrarán este mes y, aunque aseguran que es ilegal usar el correo electrónico, se ven obligados a seguir atendiendo sus funciones.

Una situación similar está viviendo Belén Franch, científica asociada de la agencia aeroespacial y profesora en la Universidad de Maryland desde hace cinco años. Tanto su oficina en la NASA como la guardería de sus dos hijas, de dos y cuatro años, están cerradas. «La NASA sólo permite acceso a personal esencial, así que la Universidad me ha facilitado un espacio desde el que puedo seguir trabajando, pero he tenido que buscar otra guardería para mis hijas», asegura Franch. Esta doctora en Física por la Universidad de Valencia recibía hace unas semanas la Medalla de Honor de la NASA por sus méritos profesionales. Sus investigaciones se centran en dos campos de relevancia internacional: uno más teórico vinculado al cambio climático y otro más práctico dirigido a combatir el hambre en el mundo. «Lo que me encanta de este país es que lo que hacemos aquí tiene un impacto real en la vida de los demás».

Franch asegura que este cierre también está teniendo un fuerte impacto sobre sus compañeros: «Mi jefe, por ejemplo, no puede trabajar, por lo que cualquier consulta o decisión que pase por él tendrá que esperar hasta que finalice el cierre. Y me consta que también está preocupado por el próximo pago de su hipoteca».

Los salarios de casi un millón de empleados públicos están cancelados desde hace más de tres semanas y, por primera vez en su vida, estos funcionarios no cobrarán a final de mes. Sus hipotecas, los gastos básicos de primera necesidad, su alimentación y otras facturas tendrán que seguir pagándose, en muchos casos con sus propios ahorros. Algunos de ellos ya se han visto obligados a tomar medidas extremas, como recurrir a organizaciones benéficas en busca de productos de primera necesidad o a poner sus pertenencias en venta a través de internet.

Otra agencia afectada es la Food and Drugs Administration (FDA). Una de sus empleadas, la bióloga Laura Martínez, que trabaja allí hace más de un lustro, explica que «las preguntas se acumulan y cunde el desánimo. Entre otras cosas porque la agencia necesita los fondos privados. Para que la FDA apruebe un medicamento, o una innovación en uno que ya se comercializa, las farmacéuticas tienen que pagar una cuota. Creo que el máximo son 3 millones por producto. Y desde que empezó el cierre no se están tramitando nuevas aplicaciones. Se estima que los fondos aguantarán unas 4 semanas, y a partir de ahí... Nadie sabe. No hay precedentes. Las farmacéuticas están sufriendo los efectos, y también muchos de los 16.000 empleados de la FDA porque no cobran»