Vigésimo aniversario
Bagdad, a merced del eje Pekín-Teherán
Abandonado por EE UU y Occidente, Irak es ahora objeto de las inversiones de China
Irak sigue atrapado entre la corrupción generalizada, la creación sistémica de milicias, el terrorismo, una guerra interminable entre Turquía y los kurdos en su suelo, un Irán que lo trata como una de sus provincias, una comunidad internacional desentendida y, por último, una guerra fratricida entre chiíes a punto de estallar. En este contexto, Irak es uno de los Estados más frágiles del mundo.
La invasión estadounidense que puso fin al régimen de Sadam Husein convirtió a Irak en una fuente constante de inestabilidad regional y preocupación internacional, rompiendo el relativo equilibrio encontrado desde los años ochenta en el Golfo Pérsico, entre un triángulo de influencia que oponía a Irán, Irak y Arabia Saudí. La actual inestabilidad iraquí es el resultado de problemas estructurales profundamente arraigados, nacidos de dos décadas de guerra y graves crisis políticas.
Tras haber luchado contra Irak en los años ochenta, Irán, el gran enemigo de Washington, se ha convertido en el vecino más próximo de Irak después de 2003. Además del comercio y la dependencia del gas iraní, Irak cuenta con un gran número de facciones armadas proiraníes que ahora están integradas en el Estado. Y con los partidos proiraníes dominando el parlamento y el gobierno actual, Teherán está consolidando aún más su dominio sobre Bagdad.
A pocos años del vigésimo aniversario de la invasión estadounidense de Irak, la elección del demócrata Joe Biden en noviembre de 2020 no tuvo, en un principio, gran repercusión en la política extranjera estadounidense hacia Irak llevada a cabo en su momento por Donald Trump. Al igual que Barack Obama, ambos fueron motivados por la puesta en marcha del «pivote hacia Asia», que consiste en un compromiso de Estados Unidos en múltiples alianzas asiáticas contra el rival sistémico, China. Como consecuencia de ello, la decisión de la retirada militar de EE UU de Irak se ha inscrito también en una serie de factores, el primero de los cuales es el cansancio de la opinión pública estadounidense, agotada y desgastada por las múltiples intervenciones llevadas a cabo desde los atentados de 2001. El objetivo es poner fin a las guerras interminables de la Administración de George W. Bush (2001-2009). El fracaso en Afganistán y la toma de Kabul por los talibanes en agosto de 2021 han reforzado la decisión del actual presidente demócrata de poner fin a la misión estadounidense en Irak. El anuncio de Biden de la retirada tras la firma de un acuerdo con el Gobierno iraquí de Mustafa al Kazimi en julio de 2021 había previsto la redefinición de una nueva fase en la cooperación militar entre ambos países. Enmarcado en el contexto más amplio de las negociaciones nucleares iraníes, la Casa Blanca ha querido dar muestras de buena voluntad a la República Islámica.
Irak atraviesa desde el verano de 2022 una nueva fase de inestabilidad, que se inscribe en la continua agitación que vive el país desde la intervención estadounidense en 2003 y que parece ser la culminación de las tensiones que encienden a las facciones chiíes y desde las que se vislumbra la sombra de Teherán.
Abandonado por EE UU y Occidente, Irak está siendo objeto de inversiones por parte de China, que ha entrado en la brecha convirtiéndose en el primer importador de petróleo iraquí y captando el 44% de los 800.000 barriles de crudo exportados diariamente por Bagdad. Los intercambios comerciales superaron los 53.000 millones de dólares en 2022 y encarnan la ambición china de exponer su potencial y afianzarse en un país antaño dominado por Occidente.
Con Bagdad en el centro del juego estratégico en el Golfo, la política estadounidense y occidental en Oriente Próximo sigue siendo incierta. El anuncio de la retirada de las tropas estadounidenses no significa un repliegue total. Desde la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, que desbarató la estrategia hacia Asia, la Casa Blanca parece estar revisando sus prioridades. En julio, Biden reafirmó el compromiso de Washington con la región tras haber pasado el inicio de su mandato centrado en la guerra de Ucrania y la influencia de China en Asia. Confirmó el interés de EE UU por estrechar lazos con las monarquías del Golfo, preocupadas por las sucesivas retiradas de Afganistán e Irak. Sin embargo, abandonar Bagdad a su suerte es dejar el país en manos de una mezcla explosiva de tensiones comunitarias (que podrían desembocar en una guerra civil) y grupos terroristas.
Un Irak fuerte es una prioridad estratégica para asegurar la península arábiga, garantizar la estabilidad de las exportaciones mundiales de petróleo y gas y luchar tanto contra Irán como contra el yihadismo, tranquilizando al mismo tiempo al aliado israelí.
✕
Accede a tu cuenta para comentar