Francia
Barnier, el equilibrista de una Francia ingobernable
Con sus reconocidas dotes de negociador, el nuevo «premier» busca la tolerancia de Le Pen mientras hace guiños a la izquierda
Talante y experiencia para contrarrestar el ruido. Es la receta a la que Michel Barnier se aferra para sobrevivir y así lo está mostrando en sus primeros compases liderando a un nuevo Ejecutivo que nace después de un complicado parto, depende en última instancia del no veto de Le Pen y que tiene tantas crisis abiertas que pocos apostarían a que llegue a durar mucho en el tiempo. Barnier es bien consciente de ello, camina sobre suelo minado y la tarea de resistir se presenta (casi) como imposible. Así acudió esta semana a la Asamblea Nacional para ofrecer su declaración de política general. Un «ejercicio de equilibrista» llegó a titular en una de sus tribunas el diario «Le Monde». Barnier ha tenido que mostrar una dosis de ruptura con el pasado y de desmarque de Macron (los franceses querían cambios), pero es consciente de que sus apoyos parlamentarios están concentrados en el centro presidencial y la derecha de Los Republicanos. Y todo sin molestar a Le Pen, o más bien con su apoyo tácito, pues la líder de la ultraderecha dispone del botón nuclear con sus 126 diputados que pueden hacer saltar por los aires al nuevo Gobierno por vía de la censura.
Las dificultades son innegables, pero las oposiciones tampoco tienen el viento de cara. No es el mejor contexto para que Le Pen ande mostrando coacción al Gobierno. Esta semana se inició el juicio por malversación de fondos europeos que puede costarle la inhabilitación a la líder del Reagrupamiento Nacional y su despedida de las presidenciales de 2027. En el caso de la izquierda, sus continuas batallas internas entorno a la divisiva figura de Jean Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, y sus numerosas broncas parlamentarias pueden acentuar más la percepción entre la opinión pública de la necesidad de un talante como el de Barnier. Y a ello se aferra el nuevo primer ministro.
En su habitual tono sosegado y con el talante dialogante y de buen negociador que lo caracteriza, Barnier no escatimó en palabras duras para describir el crítico momento. «Una espada de Damocles pesa sobre Francia», admitió añadiendo que la deuda colosal coloca al país «al borde del precipicio» con un déficit que corre el riesgo de dispararse al 6% este año. Ante ello, el nuevo primer ministro ha propuesto una contribución excepcional de los ricos y las 300 grandes empresas del país. Un pequeño guiño a la izquierda que compensa el hecho de que dos tercios del saneamiento de las cuentas saldrán de recortes del gasto público. Estos anuncios se empezarán a plasmar en detalle en el proyecto de presupuestos de 2025 que se debe presentar en los próximos días y que supondrá la primera gran prueba de fuego del nuevo Gobierno. Durante su discurso delante de la Asamblea, Barnier marcó línea estratégica devolviendo la pelota a quienes tanto cuestionan la fragilidad del Gobierno. Ante las amenazas, ejercicio de responsabilidad y talante. «No tenemos elección. Necesitamos responsabilidad y encontrar márgenes para reducir esa deuda».
Barnier es una especie de funambulista tratando de no caer del cable que une las bancadas de la extrema derecha a la extrema izquierda, y así está funcionando su discurso en sus primeras semanas en el Palacio de Matignon. A la izquierda le prometió revisar la polémica ley de pensiones de Macron que alarga la jubilación a los 64 años. «Ajustes razonables», lo llamó. A la derecha, por su parte, la reconfortó con su dureza sobre el asunto migratorio. No solo nombrando a un duro como Bruno Retailleau al frente del Ministerio de Interior, sino reconociendo que «no se está gestionando de manera satisfactoria». Guiño a Le Pen. Barnier aseguró que Francia tratará de restringir los visados para aquellos países que se muestren reacios a acoger a sus nacionales expulsados. Francia trabajará para lograr una tramitación más eficiente de las solicitudes de asilo y facilitará una «prórroga excepcional» de la detención de los migrantes en situación irregular para acelerar las órdenes de expulsión. Anuncios que llegan además en plena conmoción por el asesinato en septiembre de una joven de 19 años y la detención como sospechoso de un joven marroquí, que salió de prisión en junio tras cumplir una condena por otra violación y quedó en libertad condicional a la espera de su expulsión.
El nuevo Consejo de Ministros liderado está compuesto por perfiles discretos, sin grandes nombres o líderes de partido, más centrados en la batalla de 2027 para las presidenciales. Algunos de los perfiles sondeados para formar parte del Gobierno en los días previos, conscientes de que podrían arder pronto en la hoguera de una posible moción de censura, prefirieron rechazar la posibilidad de formar parte de él. Ahora la izquierda acaba de confirmar que presentará la moción, aunque no se vaticina que tenga gran recorrido porque Le Pen no tiene en sus planes apretar el botón nuclear. Al menos por el momento.
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