Guerra en Gaza

Netanyahu rechaza el alto el fuego

El líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, amenaza con una escalada contra Israel si las FDI no abandonan la operación antiterrorista en Gaza, aunque evita una declaración de guerra

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha vuelto a rechazar un alto el fuego en Gaza. El jefe del Gobierno israelí insistió en que sólo habría una suspensión del operativo antiterrorista en la Franja si Hamás libera a los 241 rehenes en su poder en el asediado territorio palestino.

«Israel se niega a una tregua temporal que no incluya la liberación de nuestros rehenes y nuestras fuerzas están operando a pleno rendimiento en todos los frentes», afirmaba Netanyahu tras reunirse en Tel Aviv con el secretario de Estado de EE UU Antony Blinken y en respuesta al líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, quien amenazó con una escalada violenta contra Israel desde alguno de sus escondites en Líbano.

Transcurridos veintiocho días desde el inicio de la guerra, el líder de Hizbulá rompió su silencio para amenazar a Tel Aviv, aunque evitó anunciar la entrada abierta de la organización libanesa en la guerra. «Todas las opciones sobre nuestro frente de apoyo están sobre la mesa y siendo examinadas, y podemos recurrir a ellas en cualquier momento», aseguró el esquivo sheij chiita –en un largo discurso televisado; más de una hora– a través de las pantallas de televisión mientras masas de seguidores seguían con atención sus palabras desde distintos puntos del país de los cedros.

Además, el líder de Hizbulá –el partido y milicia es el auténtico poder ejecutivo en el Líbano– advirtió de la posibilidad de «una guerra extensa» entre su organización e Israel si las FDI continúan golpeando a Hamás en Gaza. «El frente del Líbano y su escalada dependen de dos cosas: la primera es el desarrollo de los acontecimientos en Gaza y la segunda es cómo se comporte el enemigo sionista hacia el Líbano», aseveró.

Los enfrentamientos recurrentes entre las fuerzas israelíes y Hizbulá han dejado medio centenar de bajas en las filas del Partido de Dios al margen de haber provocado el desplazamiento de 30.000 personas desde el sur hasta otros puntos de la geografía libanesa.

Por otra parte, el líder de la organización libanesa financiada y entrenada por la República Islámica de Irán quiso dejar claro que la autoría de la cadena de ataques terroristas perpetrada por Hamás a partir de la mañana del 7 de octubre fue «100% palestina», con lo que pretendió exonerar de responsabilidad al régimen iraní.

Una parte importante de la alocución de Nasrallah fue dedicada a criticar a Estados Unidos. No se libraron de las críticas del líder de Hizbulá los países árabes, a los que acusó de su inacción en Gaza y reprochó que sigan vendiendo petróleo y productos alimentarios a Israel.

El líder de Hizbulá durante las tres últimas décadas aseguró que la organización «ya entró en guerra» con Israel, lo que, a su juicio, ha servido para que las FDI se hayan visto obligadas a trasladar tropas a la frontera con Líbano y liberar parcialmente con ello la presión sobre Gaza: «Ahora todo el Ejército israelí está en la frontera con Líbano. También la mitad de su fuerza naval está en nuestra frontera, y un cuarto de la fuerza área ahora también dedicada a nosotros. Ese es uno de los frutos directos de la actuación».

Además, el veterano líder de la organización que reúne a las comunidades chiitas de Líbano hizo hincapié en la debilidad mostrada por Israel al ser sorprendido por los milicianos de Hamás y definió como «heroica» la masacre perpetrada por los milicianos de la Brigada Al-Qassam en suelo israelí.

La retórica de Nasrallah no sirve, en fin, para confirmar un recrudecimiento de la ofensiva de Hizbulá contra Israel –desde las primeras horas posteriores a la masacre de Hamás la milicia libanesa comenzó a lanzar proyectiles contra el norte de Israel–, aunque tampoco para descartarla. Militarmente, Hizbulá –que tiene como aspiración máxima, al igual que Hamás y la República Islámica de Irán, la destrucción de Israel– se ha fortalecido en gran medida desde la última guerra librada con Israel en 2006, cuando un alto el fuego con mediación internacional puso freno a cinco semanas de intensos enfrentamientos. El prestigio y la importancia de la organización, que trasciende las líneas sectarias, en el seno de la sociedad libanesa se deben en gran medida el éxito de la respuesta armada a Israel en aquel conflicto.

La respuesta de Netanyahu al sheij Nasrallah no se hizo esperar. El jefe del Gobierno de coalición israelí aseguró que cualquier error de la organización libanesa tendrá «costes inimaginables». «No os equivoquéis», remató Netanyahu, que volvió a descartar la posibilidad de un cese el fuego con Hamás, según recogía el medio israelí The Jerusalem Post.

Mientras se producía la alocución televisada de Nasrallah, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, visitaba Tel Aviv –la tercera vez que lo hace desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamás– para reunirse con Netanyahu y con el presidente de Israel, Isaac Herzog. Tras su encuentro con el jefe del Estado israelí, Blinken insistió en que «Israel no tiene solo el derecho sino la obligación de defenderse», aunque matizó que «la manera en que Israel lo hace importa». «Y es muy importante que en lo relativo a la protección de los civiles, que están atrapados en el fuego cruzado del que es Hamás responsable, todo se haga para protegerles y ofrecer asistencia a quienes desesperadamente la necesitan», zanjó el jefe de la diplomacia de EEUU.

Antes de su llegada a Israel, Blinken escribió en la red social X (la antigua Twitter) que trabajará «con los líderes regionales para proteger a los civiles y prevenir la propagación del conflicto» y abogó por «una paz y seguridad más amplias en la región». «Estamos decididos a evitar una escalada en cualquiera de estos frentes, ya sea en el sur del Líbano, Cisjordania o en cualquier otro lugar de la región», afirmó el jefe de la diplomacia estadunidense, que culminará la gira regional en Jordania y Turquía.