Medio Ambiente

Bolsonaro arrasa el Amazonas

Durante sus ocho meses de mandato, la deforestación de la reserva tropical ha aumentado un 39% por culpa de la explotación agrícola y la industria minera y maderera

La tala ilegal de los bosques es otro grave problema que afronta desde hace décadas el Amazonas
La tala ilegal de los bosques es otro grave problema que afronta desde hace décadas el Amazonaslarazon

Desde que llegó a poder, el presidente Jair Bolsonaro no ha podido cumplir gran parte de sus promesas por el bloqueo del Congreso. Sin embargo, sí que ha consentido que se arrase con el Amazonas y sea bautizado por los ambientalistas como «el destructor». Y no son solo los madereros, sino los mineros y ganaderos –quienes le auparon junto a los evangelistas durante la campaña electoral–, los grandes beneficiarios de un mandatario que en un futuro podría ser juzgado por crímenes universales contra el medioambiente. Aunque quizás cuando termine su mandato podría ser demasiado tarde, sin vuelta atrás. Es lo que se denomina el punto de no retorno.

La destrucción de la selva tropical en el Amazonas brasileño ha aumentado con rapidez en los meses que ha gobernado el presidente de extrema derecha, quien ha reducido los esfuerzos para combatir la tala, minería y explotación ganadera ilegales.

Aunque el Gobierno de Lula da Silva preservó algunas áreas, también tuvo grandes enfrentamientos con los pueblos indígenas por la creación de presas. Sin embargo, nada comparable a este Gobierno, que dio el pistoletazo de salida, un cheque en blanco para la empresas cuyas motosierras ya acechaban a arboles milenarios. Durante su campaña, Bolsonaro declaró que las amplias tierras protegidas de Brasil eran un obstáculo al crecimiento económico y prometió abrirlas a la explotación para fines comerciales. De hecho, «fundió» el Ministerio de Medio Ambiente con el de Agricultura, lo cual supone entregar «el cordero al lobo», que dirían los cariocas. A ocho meses de su mandato, eso ya está sucediendo en la región. La parte brasileña de la Amazonía ha perdido más de 3.000 kilómetros de área boscosa desde que Bolsonaro asumió el cargo en enero, un aumento de 39% respecto al año pasado, de acuerdo con la agencia del Gobierno que registra la deforestación. De hecho, ésta alcanzó los 2.254,8 kilómetros cuadrados en julio, un volumen un 278% superior a la del mismo período del año anterior, según las últimas estimativas del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe) actualizadas este pasado martes. Los datos de junio, con un crecimiento del 88%, fueron cuestionados públicamente por Bolsonaro y desembocaron en la destitución del ex presidente de la institución, Ricardo Galvao.

Estos aumentos se registran en momentos en que el Gobierno ha retirado medidas medioambientales como las multas, advertencias y la confiscación o destrucción de equipo ilegal que haya en áreas naturales protegidas. Ricardo Salles, el ministro de Medio Ambiente, quiere crear un mecanismo que permitiría reducir o suspender a discreción las pena. Ex funcionarios temen que dicho mecanismo debilitará la aplicación de las medidas aún más.

De hecho, Bolsonaro firmó un decreto en enero por el que concede al Ministerio de Agricultura el poder para identificar y delimitar las tierras indígenas y de afrodescendientes, un importante beneficio para la industria agraria. Este sector va a controlar múltiples concesiones de las nuevas privatizaciones que el Gobierno piensa promover en un tiempo récord por valor de 1.600 millones de euros.

Poco antes, Bolsonaro decía que muchos territorios indígenas eran «tierras muy ricas [en minerales]» y que quería la ayuda «del primer mundo para explorar estas áreas de forma conjunta y agregar valor». Añadía que los territorios indígenas son demasiado extensos para el número de personas que albergan, y sus críticos lo acusan de alentar su invasión y la minería ilegal. El presidente brasileño aún no se ha pronunciado sobre lo ocurrido en Amapá. «El Amazonas es nuestro», dijo recientemente.

El líder kaaopor, Sarapoo, continua vigilando desde lo alto del montículo en la reserva Alto Turiaçu, una de las zonas que batallaron para defender hace dos años. Sin embargo, fue una victoria pírrica, ya que, cuando observa la aldea de Ywyahurenda, ve cómo algunas topadoras han empezado a moverse a lo lejos. «Pronto vendrán y tendremos que combatir de nuevo. Ni nos uniéramos con los Guajajiras y loa Awas tendríamos más opciones», afirma a LA RAZÓN.

Los ambientalistas creen que la industria internacional tiene la responsabilidad de revisar sus cadenas de suministro con el fin de proteger la selva tropical. Los expertos dicen que los consumidores son también parte del problema, pero la mayoría simplemente desconoce el impacto que sus decisiones en la selva tropical. «Creo que el consumidor típico ignora que la carne de res o las galletas que compra son una de las principales causas de la deforestación», lamentó David Kaimowitz, responsable de los recursos naturales de la Fundación Ford. Ruth Delzeit, jefa del departamento de investigación de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Instituto para la Economía Mundial, cree que si en los productos se indicara cuánta deforestación se requiere para la fabricación de un producto, los consumidores podrían decidir». Al final Bolsonaro está destruyendo el pulmón verde del mundo, pero todos somos responsables de alguna manera.

Agresiones contra la población indígena

La semana pasada mineros fuertemente armados invadieron una remota reserva indígena en el norte de Brasil y apuñalaron a dos de sus líderes. Según lo relatos, los garimpeiros (mineros) estaban acampados en el interior de la reserva. Los waiapi llamaron por radio a otras aldeas y se presentaron armados en Yvyvoto, donde los recibieron con disparos y finamente dos de los líderes fueron acuchillados. Según la Fundación Nacional del Indígena (Funai), los habitantes de la aldea tuvieron que abandonarla asustados. La Policía ya llegó hasta la zona, rica en oro. También las primeras empresas mineras.