Política

Unión Europea

Brexit, May mantiene en vilo a Europa

La «premier» azuza el miedo a una salida prolongada de la UE para aprobar «in extremis» el acuerdo de retirada. El discurso empieza a hacer mella entre los «tories» más duros y sus socios norirlandeses. Mientras, en Bruselas, crece la desconfianza.

La primera ministra durante el debate de esta semana sobre la prórroga del artículo 50 en los Comunes y tras perder la segunda votación sobre su acuerdo
La primera ministra durante el debate de esta semana sobre la prórroga del artículo 50 en los Comunes y tras perder la segunda votación sobre su acuerdolarazon

La «premier» azuza el miedo a una salida prolongada de la UE para aprobar «in extremis» el acuerdo de retirada. El discurso empieza a hacer mella entre los «tories» más duros y sus socios norirlandeses. Mientras, en Bruselas, crece la desconfianza.

Toda buena saga siempre mantiene el suspense hasta el final. En este sentido, el Brexit no está defraudando. El problema viene cuando no se trata de ficción, sino de realidad. Y el hecho de que, más de dos años después del referéndum, Westminster no logre consensuar aún una vía para la ruptura del bloque ha sumido en el hartazgo a los propios británicos y los interlocutores del otro lado del Canal de la Mancha.

La casa de la democracia más antigua de Europa se encuentra en un absoluto caos. De poco ha servido el maratón de distintas votaciones llevadas a cabo esta semana. A menos de dos semanas de llegar a la fecha límite del 29 de marzo, el proceso sigue estando lleno de ambigüedades, sello que ya caracteriza a la Cámara de los Comunes. Por una parte, sus señorías aprobaron por la mínima (4 votos) una enmienda que descartaba un Brexit duro en cualquier circunstancia. Pero, al no ser legalmente vinculante, la «premier» Theresa May reitera que la salida caótica sólo se podrá evitar si se ratifica el Acuerdo de Retirada. En realidad, el precipicio también podría eludirse si Londres revoca unilateralmente el Artículo 50 del Tratado de Lisboa. Aunque esa es una opción que Downing Street no considera. Por otra parte, ante la incapacidad de consensuar una postura, los diputados se han mostrado a favor de solicitar a Bruselas una prórroga. En última instancia, son los 27 los que deben dar su visto bueno, por unanimidad, para cambiar el calendario. Se ha advertido en varias ocasiones que Londres debe presentar una hoja de ruta que justifique cualquier alteración. Pero May sigue sin definir aún su plan.

Constante como pocas –o quizá ya a estas alturas se podría decir temeraria– aunque el Acuerdo de Retirada que cerró en noviembre con la UE ha sido rechazado ya hasta en dos ocasiones en la Cámara Baja (la última este mismo martes), May realizará un tercer intento antes del miércoles 20. Si finalmente logra in extremis su propósito, solicitará una prórroga del Brexit sólo hasta el 30 de junio. Si no, habrá extensión más larga que obligará a Reino Unido participar en las elecciones europeas de mayo. En cualquier caso, si el pacto vuelve a ser tumbado, sus señorías tendrán dos semanas para votar sobre diferentes alternativas, a fin de consensuar un plan mayoritario que pudiera presentarse como justificación a los 27.

Por lo tanto, a día de hoy, no está aún claro si para el Consejo Europeo del 21 y 22 de marzo, la UE sabrá ya con certeza cuál es la propuesta concreta de Londres o, por el contrario, será Bruselas la que definirá finalmente las condiciones de la prórroga y, al presentarlas en Westminster, será cuando la «premier» apueste quizá por un cuarto intento para aprobar el convenio. En definitiva, un completo caos.

Ante tal escenario, la clave radica en cuáles son las posibilidades reales con las que May cuenta ahora para salvar in extremis la situación. Lo cierto es que una extensión más allá de junio preocupa a una parte importante de los conservadores euroescépticos. «Brexiteers» influyentes, como Esther McVey, han sugerido que se están planteando respaldar ahora la «premier» para garantizar la salida. Aunque, sin duda alguna, el caso más notorio es el de David Davis, que dimitió como ministro del Brexit precisamente como crítica a la gestión de la líder «tory» y ahora reclama a los conservadores que la apoyen. No porque le guste el acuerdo negociado. Sino porque realmente ve riesgos importantes en una prórroga que podría dejar al país sine die atrapado en el bloque.

Por su parte, los norirlandeses del DUP –de cuyo apoyo depende el Gobierno en minoría de May– también parecen que están suavizando su postura a fin de encontrar una solución a la polémica salvaguarda con la que se quiere evitar frontera dura en Irlanda. «Mantendremos las conversaciones con el Ejecutivo porque queremos lograr un acuerdo. Tenemos que concluirlas antes de decidir qué hacemos», admite Arlene Foster, líder del DUP. No obstante, pese al positivismo que intenta trasladarse desde Downing Street, no debe descartarse ningún escenario. Las votaciones de esta semana han evidenciado que la guerra civil que existe en el Gabinete es más intensa que nunca. El propio ministro del Brexit, Stephen Barclay, prefiere una salida sin pacto que una extensión prolongada.