Política

Unión Europea

Bruselas lucha contra las “fake news” ante el temor de que influyan en las elecciones europeas

Ante la amenaza que suponen, el Servicio de Acción Exterior de la UE ha creado una unidad para analizar los mensajes provenientes de Rusia

Un partidario de no salir de la UE junto a un cartel recordando las mentiras de Nigel Farage durante la campaña del Brexit / Reuters
Un partidario de no salir de la UE junto a un cartel recordando las mentiras de Nigel Farage durante la campaña del Brexit / Reuterslarazon

Ante la amenaza que suponen, el Servicio de Acción Exterior de la UE ha creado una unidad para analizar los mensajes provenientes de Rusia

La semana pasada el presidente del ejecutivo comunitario, Jean Claude Juncker, sorprendió a propios y extraños al entonar el mea culpa por no haber desmantelado las mentiras proferidas durante la campaña del Brexit en Reino Unido. “Escuché demasiado a David Cameron”, justificó. Muchos en la capital comunitaria comprendían la actitud de la Comisión Europea al optar por el mutismo. “La UE no es un ente federal, las elecciones las celebran y las organizan los gobiernos”, explicaba un antiguo funcionario europeo durante esos días. Pero algo ha cambiado. Bruselas se ha dado cuenta de la necesidad de responder a las campañas de propaganda pero las trabas legales, económicas e incluso conceptuales son muchas. La propia definición de fake news ( noticias falsas en inglés), tan utilizada hasta el hartazgo resulta difusa. Bruselas tan poco puede presentarse como censora de aquellos mensajes que no le gustan.

En año 2014, tras la anexión ilegal de la península de Crimea por parte de Rusia, llegó el punto de inflexión que se evidenció con más fuerza tras el referéndum del Brexit. “La Europa tecnocrática, la de la legitimación por los resultados, se sintió desarmada, vulnerable, ante la nueva política de las emociones que irrumpió, en su realidad más cercana, en 2016 con la victoria del Brexit y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca; pero también con la constatación de una nueva desconfianza pública y la irrupción en el debate político y mediático de narrativas alternativas sobre el conflicto de Ucrania que cambiaron por completo la relación entre la Unión Europea y Rusia. Aquel mismo año, en la nueva Estrategia Global de la UE que presentó el Servicio de Acción Exterior de Federica Mogherini, Rusia dejó de ser un «socio estratégico» para pasar a ser considerada un «desafío estratégico», explica la investigadora de CIBOB Carmen Colomina en su articulo “Amenazas reales y virtuales: La Europa vulnerable a la desinformación”.

Bruselas no se ha quedado quieta, pero quizás la ofensiva no resulta del todo contundente. Desde entonces, ha creado la denominada East Strat Com Task Forze, un equipo de expertos dependiente del Servicio de Acción Exterior que analiza las tendencias en la desinformación que llegan desde Rusia. El presupuesto para el año pasado fue de 1.1 millones de euros y este año llega a los tres. La impresión generalizada es que los recursos resultan insuficientes, pero que este embrión seguirá gestándose. Desde El servicio de acción exterior también quiere dejar claro que el objetivo de esta unidad estriba en “explicar y promover las políticas europeas en los países del Este. No hacer contrapropaganda”.

No ha sido la única iniciativa y y no sólo Rusia es el enemigo. La Comisión Europea puso en marcha un grupo de expertos sobre desinformación ( el término preferido por las intituciones europeas que abominan del más popular fake news) cuya investigación cristalizó en una comunicación y un plan. De momento, esto ha desembocado en un código voluntario de conducta suscrito por los gigantes de Internet para retirar este tipo de material de las redes y proyectos de Investigación y Desarrollo por valor de 40 millones de euros. La Comisión Europea evaluará que el código de conducta se cumple e incluso no excluye posibles medidas regulatorias no voluntarias. Estas acciones por parte de los gigantes digitales como Facebook y Google incluyen la transparencia en la publicidad política, el cierre de cuentas falsas y bolts ( robots que reproducen de manera automática mensajes falsos) rechazar la remuneración de sitios web que difunden este tipo de informaciones y ayudar a los usuarios a comprender por qué se dirigen a determinado tipo de anuncios, diferentes de informaciones editoriales. Bruselas no califica como desinformación fallos involuntarios de precisión en algunas informaciones o el proceloso mundo de la sátira y la parodia. Nadie se plantea censurar páginas como El Mundo Today.

Según los datos del ejecutivo comunitario, el 83% de los europeos piensan que las fake new son una amenaza para la democracia y el 73% de los usuarios están preocupados por la propaganda a través de internet en periodo pre-electoral. “Internet no sólo ha incrementado el volumen y la variedad de noticias disponibles para nosotros sino que también ha cambiado profundamente la manera en al que accedemos y nos comprometemos con las noticias. Los usuarios más jóvenes, en particular, se inclinan hacía los medios digitales como su mayor fuente de información”, explica en su blog Roberto viola, el Director General de DG Connect en la Comisión Europea.

El ejecutivo comunitario también ha puesto en marcha un sistema de alerta rápida para compartir información entre los Estados que funciona desde el mes de marzo y ha impulsado una red de fack checkers independiente que se encarga de monitorizar las noticias diseminadas antes de las elecciones europeas. Esta plataforma cuenta con su propia página web en la que participan 19 miembros de 13 países europeos diferentes. En uno de los artículos,, por ejemplo, se desmiente que el vicepresidente del ejecutivo comunitario, Frans Timmermans haya defendido “eliminar los estados monoculturales” a través de la inmigración musulmana y se desenmascara el origen del bulo que tuvo eco en las redes sociales.

Como advierte Viola, “no hay una bala de plata” para combatir la propaganda. Pero Bruselas ha comenzado a tomar cartas en el asunto.