Sahel

Burkina Faso se posiciona por primera vez como la capital mundial del yihadismo

El Global Terrorism Index señala a Burkina Faso en primera posición entre las naciones más afectadas por el terrorismo y cinco naciones africanas se encuentran entre los diez primeros puestos

Burkina Faso.- Burkina Faso dice haber matado a "varias decenas de terroristas" para que los desplazados vuelvan a casa
VDP en Burkina FasoEuropa Press

El Global Terrorism Index, el índice de referencia para comprender la actualidad del terrorismo en el ámbito internacional, ha situado por primera vez a Burkina Faso como la nación del planeta más afectada por el terrorismo. Según su análisis, conocido por su objetividad y su base en los números, el país africano ha sido en 2023 el que más muertes ha experimentado, además de haber sido hogar de cuatro de los diez ataques más mortíferos registrados. El 60% de las víctimas de estos ataques fueron civiles, conformando el 23% de las víctimas civiles globales del terrorismo.

Este 2024 hará dos años desde que el capitán de artillería, Ibrahim Traoré, accedió al poder en Uagadugú tras un golpe de Estado donde los objetivos principales del nuevo gobierno eran expulsar a las tropas francesas del país y redoblar los esfuerzos en la lucha contra el yihadismo, encarnado en múltiples filiales y katibas dependientes de Al Qaeda y del Estado Islámico. La maquinaria propagandística del nuevo régimen ha conseguido posicionar a Traoré como la máxima referencia para una nueva vertiente panafricanista esencialmente antieuropea, militarista y con estrechos vínculos con Rusia. Por ejemplo, Traoré pronunció un (ya famoso) discurso en la II Cumbre Rusia-África, que tuvo lugar este verano en San Petersburgo, y donde afirmó que “en lo que respecta a Burkina Faso hoy, durante más de ocho años nos hemos enfrentado a la forma más bárbara y más violenta de neocolonialismo imperialista”, acusando directamente a Francia de ser la causa principal de la expansión yihadista. Ante las críticas que hablan de un creciente número de matanzas ejecutadas por los Voluntarios de Defensa de la Patria (VDP) y las fuerzas armadas burkinesas, añadió que “¿De qué derechos humanos estamos hablando? Esto nos ofende, es vergonzoso. Nosotros, los jefes de Estado africanos, debemos dejar de comportarnos como marionetas que bailan cada vez que los imperialistas mueven los hilos”.

La búsqueda del desarrollo que abandera Traoré pasa también por procurar la independencia alimentaria, energética y militar de Burkina Faso. Una de sus medidas más populares fue el acuerdo firmado con la compañía rusa Rosatom para construir una central nuclear en territorio burkinés, aunque todavía cabe preguntarse qué mente cabal tendría una central nuclear en el país del mundo donde los yihadistas actúan con mayor frecuencia. Igualmente, la semana pasada decidió reducir el presupuesto destinado al cuerpo diplomático burkinés con el fin de destinar dicho dinero a facilitar becas estudiantiles y la adquisición de terrenos cultivables para los propios estudiantes. Y, tras la salida de los militares franceses del país en febrero de 2023, ha procurado la modernización del ejército mediante la compra de vehículos blindados chinos y drones Bayraktar TB2 de fabricación turca, así y como estrechando la colaboración militar con Moscú en los últimos meses.

Desalentado por la posición conciliadora de gobiernos anteriores, este joven capitán de 37 años optó casi desde el inicio de su mandato por una “guerra abierta” contra el yihadismo, exenta de diálogo y sostenida en las acciones ofensivas gracias al uso de drones, los VDP y la mejora material ejército regular. Esto ha permitido a Uagadugú obtener sonadas victorias, como la ocurrida en los alrededores de la localidad de Djibo durante el mes de diciembre, pero también ha provocado un drástico aumento en las campañas de represalia contra civiles a manos de las propias fuerzas de seguridad, así y como un aumento de las matanzas ejecutadas por los yihadistas como herramienta de terror.

Tanto Traoré como sus adláteres sostienen la autoridad del capitán en discursos que incluyen una alta carga patriótica (donde el imperialismo, el colonialismo y Francia son los máximos culpables, y los dirigentes africanos son tachados de cómplices) e imágenes esporádicas del capitán durante sus visitas a tropas estacionadas en el norte del país. Recientemente visitó por sorpresa a algunas limpiadoras de la calle en Uagadugú y rápidamente se dijo en las redes sociales que es “un líder del pueblo”, igual que son habituales las imágenes del dirigente conversando con estudiantes o militares.

Un líder cercano al pueblo, concesor de excelentes discursos, joven, móvil y panafricano parece suficiente para desechar los datos sólidos, la realidad, y conseguir un apoyo casi ciego por parte de una generosa porción de la comunidad internacional. Pero los números están allí, irrefutables, aparte del valor panafricano que pueda dársele a Traoré y sus discursos, y Burkina Faso se ha transformado en el país del mundo más afectado por el terrorismo bajo su mandato. Las palabras se enfrentan a los números, los datos a la propaganda. El 1 de marzo circuló por la capital del país un comunicado del Gobierno donde se alertaba a la población civil de un incremento de los “ataques kamikaze” y pedía aumentar las medidas de seguridad “a todos los niveles”.

El 9 de marzo, 27 personas, entre civiles y VDP, fueron asesinados en un atentado cometido por el JNIM en el mercado de la localidad de Tissaoghin. Al día siguiente, una veintena de personas fueron asesinadas en Bané. Igual que fuentes locales confirmaron que el 2 de marzo, en la localidad de Komondjari, al este del país, al menos una decena de civiles fueron asesinados por quienes fueron identificados como miembros del Batallón de Intervención Rápida perteneciente al ejército regular burkinés. Aunque se han aportado vídeos donde aparecen los cadáveres apilados, el Gobierno burkinés no ha confirmado esta noticia, igual que no ha querido hacer ningún comentario sobre la sucesión de masacres de civiles registradas en Burkina Faso desde el ascenso de Traoré al poder y donde los testigos oculares señalan sin dudarlo a las autoridades como culpables.

El lector puede encontrar aquí, aquí y aquí otros artículos publicados por LA RAZÓN donde se describe con datos la caótica situación que vive hoy Burkina Faso, en contraposición con el discurso triunfalista de Ibrahim Traoré. Otro sencillo método para discernir la realidad de la propaganda consiste en comprobar que apenas se encuentran noticias donde el Gobierno burkinés anuncie que una localidad de envergadura ha sido recuperada. Si la toma de los alrededores de Djibo en el mes de diciembre fue anunciada a “bombo y platillo” por los medios afines a Traoré, desde entonces (y antes) apenas se han registrado victorias de este calibre, en contraposición a las masacres cometidas por uno u otro bando de forma semanal. Los números, la falta de resultados y el aumento de la violencia ponen en duda las capacidades de Traoré a la hora de hacer frente al yihadismo, pese a que pronto hará dos años desde que el capitán ascendió al poder.

Mali, otra gran preocupación

Otro país asediado por la amenaza yihadista sería Mali, situado en tercer lugar en la lista del GTI y con un 9% de las víctimas globales del terrorismo. En este caso, el coronel Assimi Goita tomó el poder mediante un golpe de Estado en 2021 y con un razonamiento similar al de Traoré: expulsar a las tropas francesas y exterminar al yihadismo. En su lugar, el mandatario maliense dedicó los últimos seis meses de 2023 a iniciar una ofensiva que pretende decapitar definitivamente el independentismo de Azawad, dejando desprotegidas las posiciones del centro del país y facilitando así un abusivo incremento de los ataques yihadistas contra posiciones militares pero también contra la población local. Los resultados, otra vez, se escurren entre los dedos de la propaganda para caer en un suelo que se llama realidad.

Tanto Goita como Traoré han fallado a la hora de atacar a los métodos de financiación del yihadismo, como tampoco han sido capaces hasta la fecha de ganarse para sí a las poblaciones rurales, en especial aquellas pertenecientes a la etnia peul o situadas en el norte de sus respectivos países. Durante los primeros meses de 2024, lejos de disminuir los ataques en Mali y Burkina Faso, han aumentado a nuevos niveles que, de mantenerse a lo largo del año, llevarán a que el Global Terrorism Index de 2025 sea aún más mortífero y desalentador que la última publicación. Una situación en la que Europa, con su atención fija en otros conflictos más mediáticos aunque lejanos en la distancia, no parece interesarse todavía, aunque es evidente que los fracasos de Traoré no se deben únicamente a sus capacidades de mando, sino también al abandono que sufren las poblaciones del Sahel en los medios necesarios para exterminar al terrorismo.